Entrevista a Lola López Mondéjar por Cada noche, cada noche
Lola López Mondéjar ha sabido rescatar uno de los mitos eróticos y literarios universales y lograr algo muy difícil de hacer: que lo veamos con otros ojos, que seamos críticos ante lo que se nos expone y que consideremos si realmente es la historia de amor que nos han vendido o no es más que una excusa para justificar la pederastia. El debate está servido.
Hablamos de "Lolita" de Vladimir Nabokov, excusa para su novela "Cada noche, cada noche" (Siruela, 2016)
ENTREVISTA
Nadie discute que "Lolita" es una de las grandes obras de la literatura universal pero en su novela usted establece un diálogo francamente interesante con ella y llega a cambiar el punto de vista sobre dicha obra. Si la crítica ha hablado de "Lolita" en no pocas ocasiones como de una gran novela de amor, usted se atreve a llamar a las cosas por su nombre y reivindica que esto no es amor, que es pederastia. ¿Por qué le interesaba este cambio de perspectiva?
Porque la interpretación como "amor" de un relato de abuso y de relación de poder, asimétrica y forzada, entre un adulto de cuarenta y una niña de doce años me parecía un síntoma más de una sociedad patriarcal, con una hegemonía absoluta de la mirada del hombre sobre la mujer, y del adulto sobre el niño, y una negación de ambos. "Lolita" es una novela que lleva el nombre de una niña cuyo interior desconocemos, pues es la voz de Humbert, su raptor, quien nos seduce y nos hace seguir su historia desde su perspectiva. Yo quise darle a la niña una subjetividad, darle voz, a partir de sus diarios y de la investigación que lleva a cabo su hija. Y cuando la niña toma voz el mito de la nínfula se desmorona.
No obstante, la lectura que Nabokov hubiera querido que se hiciera es la misma que propongo en mi novela. Fue la recepción mayoritaria la que introdujo esa interpretación como historia de amor, que a él le pareció siempre que falseaba su historia.
Es más, en la novela, la narradora llega a afirmar que en realidad el modelo de mujer que se ha dado en llamar lolita no existe y que ha sido creado por el hombre para justificar el deseo pederasta. ¿Las lolitas, pues, no nacen, sino que se hacen?
La invención de una sexualidad genital precoz en las niñas es afín a los intereses del mercado, que tiene en la sexualidad un territorio lleno de posibilidades inagotables. Una precocidad inventada por la publicidad que sirve de modelo para las niñas, que se inician así en el consumo de pintalabios, sujetadores, accesorios, para hacerse pasar por "mujercitas", sin que hayan madurado interiormente.
Algunos hombres, y de ello tenemos interminables ejemplos en la historia de la literatura (Poe, Machado, sin ir más lejos), prefieren las niñas. A mi entender, esto es así porque su educación profundamente patriarcal les hace desear a niñas inmaduras que pueden moldear a su antojo, convirtiéndolas en la encarnación de sus propias fantasías, Galateas de carne y hueso, y ellos en auténticos Pigmaliones que esculpen sobre cuerpos reales.
Yo creo que la sociedad y la percepción social de lo sexual y la obsesión por lo sexy tienen mucho que ver con esto y prueba de ello es la hipersexualización a la que sometemos a nuestras niñas: desde muñecas con cuerpos esculturales (e inalcanzables) hasta sujetadores con relleno para niñas de ochos años... ¿Qué nos está pasando?
Creo que hay una intencionada sexualización precoz por motivos de mercado, como dije, y también como consecuencia indeseable de la revolución sexual de los 60 y un psicoanálisis mal entendido que habló de la sexualidad infantil perversa polimorfa y produjo efectos nefastos. El reconocimiento de la sexualidad infantil no debería significar la interpretación de esta sexualidad como idéntica a la adulta, que es lo que ha sucedido.
Queremos hacer a las niñas mayores antes de tiempo pero, al mismo tiempo, también, se propugna un modelo de mujer adulta infantilizado que pasa, incluso, por la depilación total del pubis. ¿Pura contradicción?
Puro consumo. Cuanto más dejemos que la publicidad dicte lo que tenemos que sentir y hacer con nuestros cuerpos, más oportunidades de negocio se abren para las empresas. Cuando el neoliberalismo es el único modelo de una sociedad se olvida al ser humano y sus necesidades, y se introduce en ella la producción de objetos sin límite, como si los recursos de la tierra fuesen ilimitados. El erotismo, como ha mostrado abundantemente la socióloga Eva Illouz, es un amplio sector de negocio que no se dejará de ampliar, aunque para ello se nos impongan modelos sexuales falsificados. El problema es que esos modelos acaban imponiéndose en las niñas, que creen que es así como tienen que ser, y esos imperativos sociales sustituyen un devenir más subjetivado.
Además, hay en toda la obra una oposición entre la sexualización de Lolita y de la sociedad en general (la tiranía del sexo, se dice en la novela) y la valoración del intelecto de Dolores. Dolores defiende (con sus ideas pero, sobre todo, con su vida) el valor de la inteligencia por encima de otras cualidades mejor consideradas socialmente como el sentimiento o la belleza. ¿La inteligencia es un valor que cotiza a la baja hoy en día?
Creo que, para una mujer autónoma, la inteligencia es una oportunidad para escapar de los mandatos que rigen sobre nosotras. Dolores es una mujer autónoma que disfruta con el inagotable placer del estudio y de la curiosidad intelectual. Es un camino a seguir frente a las propuestas homogenizadoras. Me interesaba mostrar una mujer intelectual e inteligente, frente al mito de la belleza y del amor como definidores de lo femenino.
El sexo es uno de los temas principales de su novela pero no está abordado al modo de la novela erótica sino de forma analítica y reflexiva y, para ello, se ha valido de un recurso que me gustado mucho: la oposición entre esa Lolita supuestamente hipersexualizada y la apatía sexual de su hija Dolores. ¿Era importante el diálogo literario e intelectual entre estos dos modelos de mujer?
Para mí, la ausencia de deseo sexual en Dolores es una consecuencia de la violación de la madre. Durante la presentación de la novela en Granada, un investigador del CSIC que acudió al acto, cuando dije que es a través del cordón umbilical por donde Dolores cree que ha recibido su aversión a la sexualidad -debido a la violencia que sufrió su madre-, afirmó que eso es científicamente cierto. Explicó que, a partir de lo que los genetistas llaman "epigenética", la biografía de los padres produce cambios, no en los genes, exactamente, sino en proteínas y en otras sustancias que se emparejan con ellos y que pueden transformar la personalidad de los hijos. Freud estaría muy contento con este descubrimiento que confirma sus intuiciones, y los psicoanalistas que trabajan el trauma también. Quizás sea el camino para una nueva confluencia con las neurociencias.
Al final parece que las mujeres no tenemos derecho a no sentir pulsión sexual porque, si no, se nos cuelga el cartel de frígidas o estrechas, ¿no?
Así es, y esta es otra consecuencia de una revolución sexual que fue aparentemente igualitaria pero que impuso un modelo de sexualidad patriarcal, genital, basado en una libertad que se identificó con una promiscuidad sin afecto; sexualidad que las nuevas generaciones de mujeres jóvenes más concienciadas empieza a denunciar, mostrando la diferencia entre el erotismo masculino y el femenino, que ha sido negado.
El deseo de las mujeres es algo muy sutil, muy subjetivo, y está por fuera de la sexualidad pornográfica que se impone. Tiene más que ver con la intimidad y la palabra, pero ha sido descuidado en la sexualidad que se impone. Solo la afirmación de las mujeres podrá descubrir los mimbres de nuestro deseo, sin que sea diseñado para el placer masculino.
El constante juego metaliterario también ha sido otro de los factores que más me ha gustado de la novela: usted cambia el final de "Lolita" y propone que no fue la hija de la protagonista quien murió sino que fue la propia Lolita la que falleció en el parto, pero que su hija sí sobrevivió. De hecho, es ella la que nos cuenta la historia. Además, Dolores Schiller, la hija de Lolita, dialoga con Humbert Humbert, personaje literario, e incluye notas de la autora a pie de página y un epílogo final en el que, mezclando realidad y ficción, asegura que usted, Lola López Mondéjar, recibió por correo el manuscrito de Dolores y lo único que ha hecho ha sido luchar por publicarlo. ¿Cómo se le ocurrió este juego?
Es un juego metaliterario que ya está en "El Quijote". Cervantes atribuye a Cide Hamete Benengeli parte de la escritura de la novela. El juego de la intertextualidad está presente desde el origen del Quijote. Cide es un personaje ficticio, obviamente. Yo solo usé ese recurso y lo actualicé en el epílogo de mi novela, que también sugiere una nueva intertextualidad con Lolita en la forma de presentar el manuscrito al lector. Por otra parte, la lectura de la obra de Jean Rhys, "Ancho mar de los Sargazos", fue definitiva para resolver la estructura de "Cada noche, cada noche". Jean Rhys novela la vida de Bertha Masson, la loca incendiaria, esposa de Rochester, en la novela de Charlotte Brönte, "Jane Eyre". Por su parte, J.M. Coetzee, un autor al que admiro mucho, establece un juego intertextual con "Robinson Crusoe", de Daniel Defoe, en su novela "Foe". Juego que ya estableciera el autor francés Michel Tournier en "Vierneso los limbos del Pacífico". Por no hablar de Borges, que es quizás quien más ha recurrido a este tipo de piruetas metaliterarias. El mismo Nabokov lo hace en "Pálido fuego", que consiste íntegramente en el comentario a un poema de un autor inventado.
Todos estos antecedentes me marcaron el camino sobre cómo resolver la estructura de mi novela. Había disfrutado enormemente con esas lecturas, que proporcionan al lector la posibilidad de establecer imaginariamente un texto nuevo, un híbrido entre la novela original y la novela que dialoga con ella, y quise que mi novela proporcionase esa oportunidad con la obra de Nabokov, invitando a la participación del lector en la relectura.
Si el sexo está muy presente en la obra, no menos lo está la muerte. Dolores, la protagonista de la novela, está a punto de fallecer. Padece un cáncer incurable y acepta su muerte. De hecho, podríamos considerar que la novela que escribe es su testamento vital. Dolores acepta la enfermedad e incluso planea su muerte, un suicidio asistido perfectamente documentado y milimetrado. ¿Sangre fría, pura racionalidad o aceptación del destino tal y como es?
La muerte voluntaria asistida es para mí un derecho de las personas laicas e independientes que quieren decidir el momento de decir adiós. Creo que debería ser una conquista de nuestras sociedades, aunque el tema no se aborda en nuestro país por ningún partido político de forma decidida, debido a nuestra inamovible herencia católica. Dolores Schiller, mi protagonista, es una mujer decidida que toma la decisión de anticiparse unos meses a su muerte, y dejar ese testamento del que hablas, que es la propia novela, donde expone su descubrimiento sobre la verdad de la historia de su madre.
Para escribir esa parte viajé a Suiza y me entrevisté con Erika Preisig, la presidenta de Lifecircle, una organización que ayuda a morir. Erika me mostró el procedimiento que siguen cuando alguien desea un suicidio asistido. Luego, de forma ficcionada y literaria, incluí en la novela ese protocolo. La entrevista puede verse en Eldiario.es, y merece la pena ser leída. (Leer)
Además, en su novela también se plantea la reflexión sobre la cantidad de muertes que tienen lugar en la obra de Nabokov y, algo que me ha interesado especialmente, cómo viven los niños el sentimiento de pérdida, la ausencia de unos progenitores. Dolores tuvo que vivir sin su madre pero la propia Lolita recoge en sus diarios sus reflexiones y sentimientos tras fallecer su padre. ¿Les hurtamos, en ocasiones, el derecho al duelo a los niños por pura sobreprotección?
Creo que es un error que los niños no tomen contacto con la muerte desde el momento en que puedan comprenderla. Morir es un hecho cierto para todos, a pesar de que nuestras sociedades hedonistas quieran negarlo. Un niño que ha perdido a un progenitor necesita palabras para darle sentido a ese dolor, a esa ausencia. Y las palabras tienen que ser las suficientes. No deberíamos engañarles respecto a lo que ha pasado.
Y, en realidad, Lolita creció también con la ausencia de su madre porque, aunque estuviera presente, no quiso a su hija como debería, quizá por el temor a perderla, como ya le pasó con otro hijo. Nuevamente, el tema de la maternidad aparece en sus novelas y trae hasta esta obra un nuevo modelo de madre muy interesante. Se podría hablar mucho de la madre de Lolita, ¿verdad?
La Charlotte que yo he querido mostrar es una mujer que no se atreve a querer a Lolita porque ya perdió a su hijo Georges, y teme embarcarse en un nuevo amor que la deje desprotegida si se produce de nuevo una muerte. Está llena de esa amargura por la muerte del niño y de su marido, y la expresa en la relación con su hija Dolores. Charlotte es una mujer que centra su vida en el hombre, como era habitual en aquellos años, los cincuenta, una viuda joven que Humbert Humbert ridiculiza hasta la crueldad, y que yo he querido comprender algo más en mi propuesta. Las relaciones entre madre e hija son siempre ambivalentes, como he mostrado en mis novelas con más detalle que en ésta.
Usted también plantea en su novela que, en realidad, Humbert Humbert no es más que el alter ego del propio Nabokov. ¿Se esconden los autores con mucha frecuencia detrás de sus personajes?
Los diálogos entre la joven Dolores Schiller y Humbert Humbert en Montreux son para mí una parte muy importante de mi novela. En ella pretendo mostrar, las diferencias entre creador y autor. El creador, Nabokov, estuvo interesado siempre por las niñas de once o doce años; así aparece en su obra desde la primera a la última, salvo alguna excepción, pero nunca llegó a actuar ese interés, y mantuvo su matrimonio con Vera durante toda su vida. Sin embargo, inventó personajes que llevaban adelante su deseo pedófilo, es decir, auténticos pederastas que mantenían relaciones sexuales con niñas menores en una y otra novela.
Es esta una forma habitual del escritor de manejar sus fantasmas, sus traumas, sus deseos y sus fantasías de un modo incruento, por procuración, podíamos decir, como un poder que el autor le proporciona a un personaje para que ejecute por él actos que él no ejecutará nunca, y así satisfacer ciertos deseos sin riesgo alguno. Los papeles personales de Nabokov solo se harán públicos en el año 2062, por su expreso deseo, y hasta entonces podremos mantener esta tesis. Quién sabe si en ellos habrá pruebas de otra cosa.
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