Anika entre libros

Entrevista a Juan Granados por "Sartine y la guerra de los guaraníes"

"No soy un escritor de los que sufren, me río más que lloro, me sirve para desconectar"

Firma: Ariodante Handeliana / Fotos: autor / Julio 2010

 

Juan Antonio Granados Loureda (La Coruña, 1961) licenciado en Historia Moderna en la Universidad Compostelana, doctorado en Madrid y especializado en Historia Económica en el Istituto Internazionale Francesco Datini de Prato (Florencia). Su labor investigadora se ha centrado en el estudio de los intendentes españoles del siglo XVIII y últimamente en su relación con el desarrollo de la construcción naval en ese período, fruto de ello han sido un buen número de artículos y colaboraciones que han visto la luz a lo largo de estos años. Es catedrático de Historia e Inspector de Educación.

Publica habitualmente críticas artísticas y artículos de carácter profesional. Desde que en 2003 publica "Sartine y el caballero del punto fijo". En 2006 publica "El Gran Capitán", su segunda novela. Con ambas se sumerge de lleno en la literatura.

Hoy hablamos con él a propósito de "Sartine y la guerra de los guaraníes" (Edhasa, 2010)

 

 

ENTREVISTA

 

Eres historiador, por lo que escribir temas históricos está dentro de tu campo, pero ¿por qué novela?

Bueno, en lo básico siempre me ha gustado escribir. Mis profesores de la carrera siempre me decían que tenía mano y de hecho más de una vez me despistaba en clase para emborronar algunas cuartillas contando lo que fuese. Así que en esencia, se podría decir que escribir siempre ha sido lo mío. En cuanto a novela, en fin, para mí es la mejor manera de expresarte por largo y sobre lo que quieras, además combinada con la historia, tenemos narrativa histórica y yo, en más de un sentido, me considero hijo de Robert Graves, de Karlheinz Grosser y de tantos como ellos.

 

¿Cómo se te ocurrió el personaje de Sartine? ¿Qué es, exactamente Sartine: un marino, un intendente, un espía, cuál es su papel?

Sartine es un poco producto de mi trabajo como historiador más formal. Como sabes, mi tema de investigación siempre han sido los intendentes del Rey del siglo XVIII y más recientemente la vinculación de éstos con el fantástico episodio de la construcción naval en tiempos del marqués de la Ensenada. Los intendentes son una figura "comisarial" importada de Francia por los Borbones, un poco los ojos y los oídos del Rey allá donde Juangranados2se les enviase, bien para vigilar la bolsa del monarca, bien para construir navíos, para lo que fuese. En este sentido, Nicolás Sartine es un capitán de navío tornado en intendente, esto es, un comisario del Rey al que se le encargan asuntos variopintos, eje esencial para una novela.

 

¿Por qué una serie? ¿Va a ser muy larga o aún no tienes decidido nada?

Cuando escribí "Sartine y el caballero del punto fijo" ya tenía de algún modo previsto continuar sus aventuras. Confieso que le tengo cariño al viejo Nicolás y como le ocurren muchas cosas, me divertirá contarlas. De hecho la próxima tendrá que ver con Costa Mosquitos, el palo de Campeche, La vieja Habana y alguna colonia inglesa que jamás hubiese debido estar allí. Pero antes haré otra cosa, también con Edhasa, como sucedió con "El Gran Capitán" en 2006.

 

En esta tu última novela, ¿qué te hizo elegir ese tema?

¿Sabes? De eso nunca se está seguro del todo. Estas cosas se te ocurren mientras esperas en el coche a que cambie el semáforo. Sí he de decir que la epopeya jesuítica del Paraguay es asunto que siempre me ha interesado. Si lo piensas, ha sido el fenómeno utópico de mayor éxito y durabilidad en el tiempo. Además la selva es cosa siempre muy plástica.

 

¿Por qué mezclaste la historia del Templo de Salomón? ¿No crees que está un poco a contrapelo?

De eso le podemos echar la culpa a mi pasión por la historia del pensamiento y la filosofía, es una manera de analizar lo que tú mismo opinas sobre la Utopía como concepto, algo que siempre me ha rondado por la cabeza, esa dicotomía entre la igualdad y la libertad. Uno, naturalmente, siempre se quedará con la libertad, espero que Nicolás Sartine también, no creo que le fuesen mucho aquellos "disimilados cautiverios" de los que hablaba Augusto Roa Bastos, paraguayo también, por cierto.

Por otra parte, esta forma de novelar está también presente en Graves, en "Rey Jesús" por ejemplo, es una forma de hacer que me apetecía desarrollar, uno escribe para sus lectores pero también y me atrevería a decir que antes que nada, para sí mismo.

 

¿No hubiera sido mejor hacer dos novelas, una con los guaraníes y otra en la época de Felipe II? Ambos son temas interesantes, pero darían para dos obras, en mi opinión.

Tal vez, pero mi propósito principal en este caso era hacerlas confluir en el Paraguay de 1750.

 

Viendo La Misión, la película de Joffé, me ambienté muchísimo con la novela. ¿La tuviste tú también en cuenta o ni siquiera pensaste en ella?

Es una gran película y desde luego me encanta. Ha convivido conmigo en el subconsciente del escribidor, no obstante es sólo una pequeña parte, la música barroca de Domenico Zipoli o la inmensa mole de la fábrica de la iglesia de San Miguel, aún hoy en día visible, pesaron muchísimo más en mi ánimo. Zípoli, por ejemplo, fue el autor de gran parte de la música que cantaban y tocaban diariamente los guaraníes, la escribió, como jesuita y misionero, para ellos y es deliciosa. De hecho me atraen más las grandes misiones del Paraguay que la de la película de Roland Joffé, que parece un pequeño ultramarinos selvático, una pena de misión, sabiendo cómo eran en realidad.

 

¿Piensas escribir algún libro sobre los jesuitas? ¿O has topado con la Iglesia?

No, en absoluto, los jesuitas me interesaban para este argumento y nada más, aunque claro, nunca se sabe…

 

El siglo XVIII es tu especialidad ¿Qué autores destacarías de esa época?

Como sabes, en la narrativa histórica se trabaja mucho la antigüedad, el Medievo y también el Renacimiento y el siglo XVII. En el XVIII y principios del XIX domina casi absolutamente la narrativa naval británica, dadas las glorias de su Royal Navy y también, aunque menos, las guerras napoleónicas. De esta época siempre me ha gustado Patrick O´Brian, que también publicaba como sabes en Edhasa. Me gusta especialmente su tramado de personajes y el rigor con el que trata el asunto naval.

 

¿Qué temas de ese siglo te parecen importantes para otra novela?

Del XVIII en concreto está por hacer la novela sobre Blas de Lezo, eso sin duda. Pero se me ocurren muchos más, por ejemplo el episodio de Costa Mosquitos que te comentaba más arriba.

 

¿Qué otros autores te atraen más?

En narrativa histórica los clásicos sin duda, como te decía desde Graves a Grosser y, por supuesto Galdós, Alejandro Dumas, Frederick Marryat, Walter Scott, C. S. Forester, Defoe y mi conocida debilidad por las memorias del capitán Cook, que son maravillosas. En cuanto a narrativa en sí, algo que haremos alguna vez sin duda, me gustan muchos, el primero Albert Camus y de los recientes Paul Auster cuando se suelta. Sé por ejemplo, que Cela no está de moda, por lo que sea y sin embargo a mi me encanta Cela, hace poco leía: Vísperas, festividad y octava de San Camilo del año 1936 en Madrid y he de confesar que es lo mejor que se ha escrito sobre nuestra Guerra Civil con mucha diferencia además, ¿qué tal este párrafo?: "Se hace examen de conciencia y nada se aclara, no, tú no eres Napoleón Bonaparte, tampoco eres el rey Cirilo de Inglaterra a quien asesinaron sus cortesanos metiéndole plomo derretido por el trasero igual que a un mono maricón, tú eres un piernas, un pobre hombre con la sesera llena de ideas gregarias, de ideas redentoras y que no conducen a lado alguno, para ser héroe hay que ser más humilde y sobre todo no saberlo, aquí todo se mueve a escala menor, en tu cabeza y fuera de tu cabeza, aquí todo es más doméstico y cotidiano, los héroes son muy domésticos y cotidianos hasta que un día sin que nadie pueda explicárselo, pasan a la historia y hartan a las familias."

 

¿Escribes con horario fijo o a salto de mata? ¿Disfrutas escribiendo?

Pues ya me gustaría, he de compaginar unas cuantas cosas en mi vida, hasta este mes de junio dirigía un instituto, ahora, tras una larga oposición, me dedicaré a la inspección educativa. Amén de esto, que es todo un mundo en sí, he de ocuparme de mis niños y sus múltiples actividades, de mi columna semanal, de mi faceta de editor, de la investigación histórica que nunca he abandonado, en fin… Escribo siempre que puedo, eso sí, y habitualmente cada día si no me estoy documentando, que eso sí que lleva su tiempo.

Y por supuesto que disfruto, no soy un escritor de los que sufren, me río más que lloro, me sirve para desconectar, en realidad, también, ¿cómo no? para dar matarile a ciertos fantasmas personales. Aunque cuando la novela va formándose hay esos inevitables días de atasco que sólo se superan calentando la silla con cierta perseverancia, no hay otro modo.

 

¿Con quien te identificas más, con Sartine o con Ávalos? ¿Qué hay de ti en tus novelas?

Yo diría que con los dos y con ninguno, no sabría hablar ni de proporciones ni de filias fuera de lo dicho.

 

¿Qué otra época, aparte del XVIII, te atrae para ambientar otra novela?

Hace poco he vuelto a leer un libro maravilloso: "El ejército de Flandes y el Camino Español" de Geoffrey Parker, tal vez la cosa vaya por ahí, cuando los tercios caminaban de Génova a Flandes con los alemanes a un lado y los franceses al otro, aquellos chicos se merecen una novela.

 

¿Cómo caracterizas la novela histórica? ¿Historia novelada o novela con marco histórico? ¿Crees que hay que ser fiel completamente a los hechos o el escritor se puede permitir licencias?

Mi editor y amigo Josep Mengual siempre apunta a nada que se le pregunte que la narrativa histórica de éxito suele ser primero novela, es decir posee calidad literaria en sí misma, aportando además fidelidad a la historia como valor añadido. Una combinación que, en su opinión de lector voraz, tampoco se encuentra siempre. Así, abunda la novela muy fiel a la historia pero poco novelesca y la novela de discurrir apasionante pero plagada de imprecisiones a la hora de reflejar las costumbres y los modos de vivir de otro tiempo. Siendo que, en el fondo, lo que el lector pide a una novela histórica es lo que en realidad solicita de cualquier novela, un buen relato, pero además y en este caso, conocimiento sobre la vida profunda de una época. Son, en mi opinión, certeras reflexiones que explican éxitos editoriales antiguos, desde la novela por entregas Sartine -portadadel romanticismo hasta el Sinuhé del finlandés Mika Waltari o el Espartaco de Howard Fast.

Así que parece por lo que venimos diciendo, que rigor y amenidad son tal vez las claves de la buena novela con telón histórico, esto, como casi todo lo que se puede decir en literatura, ya lo dejó dicho Cervantes en algún lugar de la segunda parte del Quijote cuando afirmaba: "La mentira es mejor cuanto más parece verdadera y tanto más agrada cuanto tiene más de dudoso y posible". Así es que, las fábulas mentirosas, según Cervantes, deben ser escritas cuidando que "admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden a un mismo paso la admiración y la alegría juntas"

Parecida reflexión apuntaba poco después Tirso de Molina en su miscelánea "Cigarrales de Toledo" de 1621, cuando defendía que la buena narración debería consistir en "Fabricar, sobre cimientos de personas verdaderas, arquitecturas del ingenio fingidas". Con esto siempre he estado de acuerdo, nada carga más la narración histórica que la fantasía injustificada, plagada de tipos grotescos con nombres extraños y anatomías imposibles. Sobre esto, siempre me gusta citar un párrafo de la nota de autor que presentó mi admirado Patrick O'Brian, en el frontis de su novela "La costa más lejana del mundo", desde luego viene al pelo porque allí avisaba con claridad meridiana que su propuesta literaria narraba una historia imaginaria, pero en ningún caso pretendía presentar un asunto estrafalariamente fantástico, por eso avisaba honestamente que: "El lector no encontrará ningún basilisco que mate con la mirada, ni a un Hortentot sin religión ni modales ni lenguaje articulado, ni a ningún chino que sea cortés y tenga profundos conocimientos de ciencia, ni a héroes llenos de virtudes, siempre victoriosos e inmortales, y en caso de que aparezcan cocodrilos, el autor tratará de que no le causen pena cuando devoren sus presas", no he encontrado en ninguna parte una más clara propuesta de intenciones.

El mismo Jorge Edwards apuntaba hace bien poco a propósito de una documentada reflexión sobre la evolución de la novela, esa distinción no científica y sí más bien afortunada y divertida, a la que ya había hecho mención Vargas Llosa, entre escritores y escribidores. Recordaba así que habría que pensar alguna vez cuándo le dio a buena parte de la literatura actual por volverse autista, es decir, cuándo comenzó a discurrir por aquello que se quiso llamar el "espacio literario", prácticamente desprovista de referentes exteriores, al menos si antes no se veían convenientemente distorsionados en la cabeza del narrador, para vivir parasitáriamente de sí misma.

Sin duda, la influencia casi hegemónica de dos genios creativos, James Joyce y Jorge Luis Borges, tuvo mucho que ver con eso, precipitó al mundo una cascada interminable de émulos fanatizados por un modo de hacer que en realidad es irrepetible. Una legión de verborréicos de lecturas mal asimiladas trata desde entonces de dar con la piedra filosofal de la verdadera literatura, cosa intangible y más bien huidiza, que si no sale a partes iguales del corazón y del trabajo no saldrá nunca de ninguna parte. Quiero decir que la vía del cripticismo intelectual puede, llegado el caso, disfrazar la nada, pero aún así desconozco a quien puede aprovechar tal modo de hacer, como no sea para actuar de bálsamo o salvavidas de la autoestima de los que quieren definirse como narradores malditos, especie literaria más numerosa a cada día que pasa. En este sentido, la boutade de Vargas Llosa, autodefiniéndose como escribidor en La Tia Julia defiende muy acertadamente la dignidad del antiguo y honesto oficio del contador de historias, del mero concretador de lugares, personajes y situaciones, cosa que no resulta precisamente fácil, aunque cuando se logra convenientemente consigue apariencia de linealidad y fluidez, características que las más de las veces son virtudes y no defectos, justamente por lo que vamos defendiendo.

 

Espléndida respuesta final, Juan. Que tengas mucho éxito con tus siguientes obras, que esperamos leer en breve.

 

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