Anika entre libros

Entrevista a Ignacio Martínez de Pisón por "El día de mañana"

"Para contar los grandes hechos de las grandes figuras ya están los historiadores y los autores de biografías. A la gente corriente sólo le hacemos caso los novelistas"

Firma: Javier Juárez / Fotografía: Malcolm Otero Barral / Junio 2011

 

Ignacio Martínez de Pisón consolida su sólida trayectoria como novelista con "El día de mañana", un recorrido biográfico por un personaje atormentado y miserable que hace de la traición una forma de vida. Pocas novelas han rastreado la trastienda de la actividad policial contra la oposición al franquismo y casi ninguna tiene como protagonista a un personaje como Justo Gil, un confidente que pretende integrarse en la sociedad a la que internamente repudia.

Compleja es el alma del protagonista, pero la técnica de Pisón nos acerca a ella con sobriedad, sin juicios gratuitos, dejando que el lector obtenga sus conclusiones a medida que avanza en la lectura.

Como ya ocurrió con sus últimos títulos, Pisón recrea el pasado reciente ocupándose de los persones anónimos que camufla la historia, ajenos a las luchas de poder pero casi siempre víctimas de ella.

 

ENTREVISTA

 

¿Cómo surge la idea de construir una novela sobre un confidente de la brigada política-social?

Era un tema sobre el que prácticamente no existía literatura. Eso es siempre una ventaja para un escritor, porque no tienes un modelo previo con el que guardar las distancias y te mueves con más libertad.

  

¿El personaje de Justo Gil se inspira en algún colaborador real de la brigada o es enteramente producto de la ficción?

No está inspirado en ninguno en particular, pero un ex policía de la Brigada Social que me informó sobre cómo funcionaba aquello me habló de uno de sus confidentes de la época y me permití tomar algún detalle. Sobre todo detalles acerca de la relación entre el policía y el propio confidente, que era casi una relación de amistad y que, tal como cuento en la novela, solía asegurar al confidente unos ingresos mensuales de unas cuatro mil pesetas. Era, por decirlo de algún modo, un chivato profesional, como Justo Gil.

 

Usted realiza un retrato completo del personaje a través de doce personas que le conocieron. Es una estructura coral que añade veracidad a la historia. ¿Se trata de un recurso literario o pretendía acentuar el realismo del relato?

Quería adoptar una forma y una estructura próximas a la del reportaje, lo que probablemente aportaría más verismo a la historia. Al mismo tiempo, creo que un acercamiento a un personaje es más completo si recoge muchos y muy diversos puntos de vista. Entre unos y otros nos ofrecen una verdad sobre Justo Gil que es la suma de todas esas pequeñas verdades.

 

¿Justo Gil estaba destinado a ser lo que fue o simplemente le moldearon las circunstancias?

Hay a lo largo de la novela una sensación de fatalidad, porque Justo Gil no parece capaz de escapar a su propio destino, que le persigue para ajustar viejas cuentas. Pero, desde luego, las circunstancias influyen. Él probablemente aspira a ser el típico self-made man americano. Al final, ignaciomartinezdepison1acaba siendo un self-made man al revés.

 

En "Enterrar a los muertos", "Dientes de leche" o ahora "El día de mañana" muestra debilidad por la historia, por el pasado como argumento. ¿La historia es un buen filón literario?

La Historia con mayúscula está llena de magníficas historias con minúscula. En general, la realidad es una magnífica despensa para el escritor: en ella siempre encuentras buenas historias que contar (y no sólo un buen bistec, como dijo Woody Allen).

 

En la novela, no sólo hay una biografía del protagonista y sus hechos, sino también el retrato de una época y una sociedad. En conjunto, el panorama es bastante sórdido. ¿A quién salva de ese periodo?

Creo que, a pesar de todo, la novela es optimista. Hay personajes positivos que se sobreponen a las adversidades, como Carme Román, que junto a otros jóvenes que aparecen en la novela forma parte de la generación que ayudó a traer la democracia. Y el único personaje que pertenece a una generación posterior, Toni Coll, transmite también esa sensación de que la sordidez del franquismo murió a la vez que el dictador y de que las generaciones posteriores tenían por fuerza que ser mejores, más cultas, más libres.

 

Carme Román es un personaje entrañable, una mujer soñadora y marcada, una víctima y un espíritu combativo. ¿Qué abundaban más: los Justo Gil o las Carme Román?

Por suerte, había más personas como Carme que como Justo. Por eso a la postre la democracia acabó triunfando.

 

A pesar de cubrir un periodo tan amplio y de abordar la transición, no hay personajes políticos en la obra, o al menos no hay políticos reconocibles. ¿Quiso que la historia se centrara en personajes anónimos?

Siempre he escogido como protagonistas a personas corrientes, casi anónimas. Para contar los grandes hechos de las grandes figuras ya están los historiadores y los autores de biografías. A la gente corriente sólo le hacemos caso los novelistas.

  

Su novela coincide en el tiempo con otras que abordan un periodo pison-portadasimilar: "Operación Gladio" (Benjamín Prado) o "Todo está perdonado" (Rafael Reig). ¿La literatura tiene alguna cuenta pendiente con la transición política?

Todas las generaciones tienen que ofrecer su propia versión sobre la historia colectiva, y especialmente sobre los acontecimientos y las etapas que han contribuido a configurar la sociedad. La España actual quedó en gran medida diseñada en aquella época. Era inevitable que quienes vivimos aquellos momentos siendo jóvenes volviéramos a ellos para tratar de contarlos.

 

También es una novela sobre el amor, sobre el amor como elemento que redime al hombre de la maldad. Incluso late en la mente retorcida de Justo Gil. ¿Es un modo de presentar alguna faceta positiva del protagonista?

Es verdad que en esta novela hay varias historias de amor, y que incluso Justo Gil, aunque sea de una manera retorcida, es capaz de sentir amor. Cualquier personaje, por abyecto que sea, puede tener de vez en cuando buenos sentimientos. Justo nunca deja de tenerlos: la nostalgia por una inocencia perdida, su peculiar enamoramiento, cierto afán de redención... La primera obligación de un novelista es prestar atención a la complejidad del alma humana. Al menos, ésa es la primera obligación de un novelista realista, que es lo que en definitiva soy.

 

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