Anika entre libros

Entrevista a Eloy M. Cebrián por su obra

"Confío en ser capaz de convertir la escritura en una segunda actividad, y creo que ya estoy en camino de lograrlo."

Firma: Anika Lillo / Fotos: autor / Mayo 2004

 

Eloy M. Cebrián nació en Albacete en 1963, se licenció en Filología y actualmente enseña inglés en un instituto de su ciudad y da algunas clases de Literatura en la UNED. Mientras tanto se ha dedicado a escribir con unos resultados magníficos. Sus relatos han aparecido en revistas de creación literaria y antologías, ha colaborado en la prensa de su ciudad y en el periódico de tirada nacional El País, y ha publicado libros que le han aportado bastantes premios.

Se estrenó con Memorias de Bucéfalo (1998, Diputación de Albacete), una obra de corte histórico para jóvenes lectores. En el año 2000 gana el Premio Marco Fabio Quintiliano de Cuento (Ayuntamiento de Calahorra, La Rioja). En febrero del 2003 obtiene el Premio de Novela Francisco Umbral del Ayuntamiento de Majadahonda por la novela El fotógrafo que hacía belenes (de próxima aparición en la Editorial Algaida), y en octubre del mismo año recibe el Premio Jaén en su modalidad de novela juvenil por la obra titulada Bajo la fría luz de octubre, recientemente publicada por Alfaguara. Ha sido finalista del Premio NH de Relatos en dos ediciones consecutivas (2003 y 2004). También lo fue del Premio El País-Aguilar de Relatos de Viajes (2003).

Desde el 2000 codirige la revista de creación literaria El Problema de Yorick.

 

 

ENTREVISTA

 

Eloy, estoy sorprendida ¿Casi todas tus obras están premiadas o han quedado finalistas?

No puedo negar que he tenido suerte en esto de los premios, pero en realidad es que estoy lejos de haber conseguido el "pleno". De mis cuatro novelas, dos han recibido premios y las otras dos se han quedado compuestas y sin novio (aunque una de las no premiadas sí que fue publicada, que es el mejor premio que puede recibir un libro). Relatos habré escrito unos veinte, si bien es cierto que algunos no me parecieron en su momento lo bastante buenos como para enviarlos a concursos. Uno de ellos fue premiado y se publicó en una pequeña antología a cargo de un Ayuntamiento. Otros tres, que sólo consiguieron ser finalistas, corrieron sin embargo mucha mejor suerte en lo tocante a su publicación. Dos han sido incluidos en estos libritos que regalan en los hoteles NH a todos los clientes, lo que supone tiradas de 80.000 ejemplares. El tercero apareció en un suplemento del diario El País, por lo que el número de lectores potenciales es enorme.

No, la verdad es que no puedo quejarme. Pero es cierto que he concursado con mucha asiduidad. Imagínate que, cuando mi hijo me veía liado con fotocopias, plicas, etc., gritaba "¡Mamáaaaa! ¡Ya se ha escapado otra vez el loco de los concursos!". Es como aquella historia del tipo que se ponía en la puerta de El Corte Inglés y le pedía a todas las mujeres que salían que se fueran a la cama con él. Tal vez una de cada 5.000 le decía que sí, pero con eso le bastaba para ligar varias veces a la semana. Es una cuestión de poner las leyes de la probabilidad a tu favor.

No, ahora en serio. En los fallos de los premios literarios (suponiendo que sean limpios, que esa es otra historia) existe siempre un importante factor aleatorio. Dentro de ciertos límites razonables de calidad, es necesario concursar a muchos premios para tener opciones de ganar alguno de vez en cuando. De todos modos, estoy a años luz del récord alcanzado por mi paisano, Manuel Terrín Benavides, que lleva ya ganados casi 1.300 premios literarios. Yo creo que si ganara un libro contando cómo lo ha hecho se convertiría en un superventas.

 

Cuando empezaste a escribir ¿podías imaginar tantos premios en tu haber?

Qué va. Hace unos diez años, cuando empecé a escribir, ni siquiera podía imaginar que llegaría a terminar alguna novela, y mucho menos que sería publicada. Ya sé que lo que voy a decir suena a tópico, pero los premios nunca hay que considerarlos una meta, sino un camino. La situación ideal es llegar a un punto en tu carrera literaria en que puedes estar razonablemente seguro de publicar lo que escribes sin necesidad de concursar ni competir con nadie. De momento, estoy muy lejos de alcanzar ese nivel. Lo que creo que sí he conseguido es que mi nombre suene en algunas editoriales, y eso supone una posibilidad razonable de que te lean y te tomen en serio.

El panorama literario de este país es muy hostil para los nuevos autores. Las editoriales apuestan por valores seguros (es decir, no apuestan). Incluso los autores consagrados recurren a los premios literarios para lanzar sus nuevos libros. Los lanzamientos literarios más importantes del año se promocionan mediante los grandes premios, que no se ganan, sino que son fruto de negociaciones entre editoriales, autores y agentes. Ese es territorio vedado para los nuevos autores, aunque sean talentos literarios de primera fila.

Tampoco suele funcionar lo de enviar originales directamente a las editoriales. La primera vez que pisé la oficina de un editor y vi las pilas de originales que había por todas partes se me cayó el alma a los pies. Parecían esas montañas de legajos que describe Saramago en "Todos los nombres". Me di cuenta de que, entre esos cientos de kilos de papel, hasta la obra más brillante pasa desapercibida.

Las personas que hacen informes de lectura suelen estar desbordados y mal pagados. Si tu libro no entra en la editorial arropado por cierto currículum, premios, obras publicadas, las posibilidades de éxito son casi nulas. Por eso los premios literarios son tan importantes para los nuevos autores. Naturalmente, nadie va a ganar el Planeta con su primera novela, pero sí tener la suerte de hacerse con algún premio más pequeño que incluya la publicación del libro. Y de este modo puede empezar a cimentarse una carrera literaria. En esto no existen las loterías. Salvo que salgas por televisión, claro. Pero eso no tiene nada que ver con la literatura.

Publicar con asiduidad es tan difícil como aprobar una oposición de juez o notario, y requiere un esfuerzo y una dedicación similares. Llegar a ser un autor de éxito, requiere además que una editorial confíe en ti lo suficiente como para gastar millones en tu promoción. Pero eso es industria, y creo que aquí estamos para hablar de literatura.

 

¿Se recibe igual el primero que el último o todos tienen algo especial?

El primer premio literario es como la primera vez que haces el amor. A la larga comprendes que no fue gran cosa, pero cuando ocurre es lo mejor del mundo. En realidad mi primer premio lo gané en el instituto. Años más tarde gané el concurso de una asociación cultural en un pueblecito de Alicante. Confieso que hubo algo de tongo. Era un premio de relato en catalán y yo en esa hermosísima lengua estoy casi pez. Un amigo valenciano parlante me ayudó traduciendo mi relato y luego nos fuimos de comida y juerga los dos con el dinero que me dieron. Tuve que inventarme una excusa para no ir a la entrega, porque entonces se me habría visto el plumero.

El que considero en realidad mi primer premio fue el "Marco Fabio Quintiliano" del Ayuntamiento de Calahorra, y lo recuerdo con muchísimo cariño. Cuando te llega la noticia es cuando te das cuenta de que a alguien puede gustarle lo que escribes, además de tu familia y tus amigos, claro, que no tienen más remedio que leerte y animarte, los pobrecillos. Pero cuando quien te lee es un jurado de gente a la que no conoces, gente que supones competente y con criterio, y tu relato se selecciona entre un montón de trabajos presentados... En fin, es algo muy difícil de explicar. Te sientes en el cielo. Es como cuando nace tu primer hijo.

 

Vamos a dejar los premios a un lado y centrarnos en tu obra… ¿Por qué literatura juvenil?

Cuando empecé, tenía la falsa creencia de que la literatura juvenil debía de ser por fuerza más fácil para un principiante que la literatura para adultos. Después me di cuenta de que estaba equivocado. Para empezar, la mayoría del público adolescente es reacio a la lectura. En segundo lugar, la narrativa juvenil precisa sencillez y concisión, y eso para un escritor que tiende a ser torrencial, como es mi caso, supone un esfuerzo enorme (aunque también una magnífica forma de ejercitar el estilo). En tercer lugar, el mundo de la literatura juvenil sufre aún más presiones editoriales que el de la literatura en general. Yo jamás pude sospechar que en la España de hoy una novela pudiera ser rechazada o censurada porque en ella se refleja el lenguaje de la calle, porque se menciona la homosexualidad, o sencillamente porque los personajes experimentan impulsos sexuales y hablan de ellos. Pero es así.

Gran parte de las editoriales que publican literatura infantil y juvenil en España están en manos de la iglesia católica, y las que no lo están se someten igual a la presión de los padres y de los colegios privados. Existe una especie de código de autocensura, como esa Ley Hays en el Hollywood de los años 30. El resultado es un tipo de literatura ñoña y simplona bastante desvinculada de la realidad. Y encima con pretensiones pedagógicas, como una especie de "Ábrete Sésamo" ideado para adolescentes. Esto sería aceptable si los adolescentes fueran seres cándidos y asexuados. Sin embargo, por lo que veo cada día en mi instituto y lo que recuerdo de mi propia adolescencia, la realidad es justo la contraria.

Curiosamente, esta tergiversación, que convierte las lecturas juveniles en simples apéndices de los libros de texto, rinde buenos beneficios a las editoriales. Los libros juveniles permanecen en los catálogos años y años porque los alumnos de secundaria los tienen como lectura obligatoria, y los profesores somos reacios a cambiar las lecturas cuando nos funcionan bien. La cuestión es que son un buen negocio. Este es el motivo por el que muchos autores mantienen dos líneas de producción: su obra "seria" y su obra "juvenil", que les supone una excelente y constante fuente de ingresos.

Yo querría mantenerme lejos de esa mentalidad. Mis novelas juveniles lo son por su brevedad y sencillez, y no por otro tipo de concesiones. Sólo en una ocasión escribí una novela pensando expresamente en el público juvenil, y resultó la menos juvenil de todas. El resto de las veces he empleado la forma que me parece más adecuada para la historia que voy a contar. A veces el resultado es apto para que lo lean chavales, que son lectores todavía en formación. Otras, no tanto. Ahora bien, si una novela no puede ser disfrutada por lectores de todas las edades, no creo que merezca la pena como obra literaria. Pero tampoco quiero convertir esto en una profesión de fe. No soy ni más puro ni más íntegro que nadie. He hecho ya algunas concesiones y no puedo descartar que en el futuro tenga que hacer algunas más. Siempre necesitaremos a las editoriales, y ellos son los que ponen el dinero.

 

Tus obras están recomendadas como lecturas en institutos y también por algunos portales pedagógicos ¿qué sensación te produce saber que eres parte educativa de los niños y jóvenes al margen de la pizarra y las lecciones?

Es algo muy gratificante. Sólo espero que no me odien, como yo llegué a odiar a algunos de los autores que tuve que leer en instituto (entre ellos al pobre Fernando de Rojas, que con el tiempo resultó ser un escritor como la copa de un pino, fíjate por dónde). Pero de momento estoy teniendo suerte. Parece que "Bajo la fría luz de octubre" está gustándole a los chicos, al menos a la minoría que tiene afición por la lectura. Y además creo que les está enseñando un par de cosas interesantes sobre nuestro pasado reciente y por qué somos como somos.

De todos modos, hasta el momento he tenido más contacto con lectores adultos que con chavales. El libro ha sido elegido por bastantes clubes de lectura, y algunos me han invitado a participar en las reuniones para debatirlo. Estos encuentros con los lectores han supuesto para mí algunos de los momentos más hermosos de mi vida como escritor. Ya te he comentado antes que no creo en la literatura exclusivamente juvenil.

 

La última de tus obras, "Bajo la luz de octubre", habla de los años anteriores y posteriores a la Guerra Civil ¿cuáles son los ingredientes para que a los jóvenes no les resulte aburrida?

Los mismos que debe reunir cualquier novela de corte histórico escrita para adultos: que produzca una sensación de frescura, de cotidianidad, de inmediatez. Que el marco histórico aparezca de forma natural, y no metido con calzador. Por lo demás, los requisitos que debe reunir una novela de este tipo para ser entretenida son los mismos que debe reunir cualquier otro libro: agilidad, ritmo narrativo, personajes que estén "vivos", con los que el lector se pueda identificar...

Creo que la literatura debe transmitir emociones. O más bien provocarlas en el lector. La emoción no debe mostrarse abiertamente, porque entonces se corre el riesgo de caer en el sentimentalismo o la cursilería. La contención es siempre la mejor norma de estilo. Los chavales, además, rechazan cualquier cosa que les huela a sensiblería. Y en esto demuestran tener muy buen gusto.

Por otra parte, creo que Maruja, la niña que narra y protagoniza la novela, es un personaje con el que no es difícil identificarse. Si logras que el lector experimente simpatía por el personaje-protagonista, el resto es más sencillo. Lo acompañarán a través de todas sus peripecias, sufriendo y alegrándose con él. Sabemos que leer es una forma de vivir otras vidas. Me gusta pensar que cualquier lector que se adentre en esta novela vivirá con Maruja y con su familia durante estos años terribles y asistirá, con la misma impotencia que ellos sienten, a la tragedia de ver cómo su mundo cae hecho pedazos.

 

Además eso... te pones en la piel nada menos que de una niña de siete años. ¿Te ha resultado fácil? Cuéntanos el secreto para hacerte "pequeña" y "niña" sin tener efectos secundarios… ? :)

Bueno, me ha quedado esta manía por las coletas y los vestidos de volantes, pero lo doy por bien empleado.

Ahora en serio. Curiosamente lo de contar los hechos a través de los ojos de una niña ha sido lo más fácil. Porque resulta que Maruja existe de verdad. O mejor debería decir "existió". Era mi propia tía, Maruja Cebrián, la hermana mayor de mi padre. Y el resto de los personajes son mis abuelos, mi padre, mis tíos. Ya ves, no he necesitado investigar mucho, porque lo que cuento es la historia de mi propia familia. Una más de esos millones de historias que, sumadas, compondrían la gran epopeya de nuestra guerra civil.

La novela está basada en los recuerdos de mi tía, que recogí en una serie de conversaciones que mantuve con ella. A veces la narración es sorprendentemente fiel a lo que ella me contó, incluso a su forma de narrarlo. Otras veces se aleja de los hechos y entra de lleno en el terreno de la ficción, aunque conservando siempre la exactitud del marco histórico. Lo que procuro mantener en todo momento la mirada limpia de la protagonista, con frecuencia empeñada por la amargura, pero nunca por el rencor.

De todas formas, quiero aclarar que la novela no la cuenta exactamente una niña. Se trata de una mujer mayor que hace inventario de sus recuerdos. Cuando se trata de recuerdos infantiles, la narración es más ingenua, y adquiere complejidad conforme la protagonista crece y se vuelve más consciente de lo que ocurre a su alrededor. Yo creo que es exactamente así como funciona la memoria. Por decirlo de un modo sencillo, nuestros recuerdos crecen con nosotros. En esto el libro es también muy fiel a la narración que hizo mi tía. Ella, por cierto, murió de repente el 30 de diciembre del año pasado, con 80 años de edad, más o menos un mes después de que se publicara la novela. Como te puedes imaginar, la publicación del libro para ella fue toda una experiencia, sobre todo por lo que supone de homenaje a su padre, mi abuelo.

 

¿Toda tu obra está dirigida a un público joven?

No, voy alternando. Yo calificaría "Memorias de Bucéfalo" y "Bajo la fría luz de octubre" como literatura para todos los públicos. Existe otra novela inédita que sí concebí como literatura netamente juvenil, con personajes adolescentes etc. "El fotógrafo que hacía belenes", con la que gané el premio Francisco Umbral, es una novela pensada para adultos, aunque no veo por qué no podría leerla un chaval a partir de quince o dieciséis años.

Todo depende del grado de madurez personal e intelectual de cada uno, y para eso no hay edades fijas. Además, cuando uno es joven es cuando más capacidad de asombro tiene. Con el tiempo ya no nos conmovemos con nada. Es cierto que esta novela tiene algunos contenidos fuertes, pero a mí me parece que un chico joven a quien le guste leer historias policíacas y tenga sentido del humor disfrutaría con ella.

 

Según he leído, moldeas tus relatos mientras vas al trabajo o mediante conversaciones con amigos y familia... ¿no existe una musa que te inspire?

Existe una musa que me deja tiempo para escribir, a costa muchas veces de cargar con mis responsabilidades y con mi mal humor. Es mi mujer, naturalmente. También hay por casa un duendecillo que se ha convertido en mi fan número uno y que me anima a seguir escribiendo. Se trata de mi hijo, Miguel. El pobre se ha llevado más de una voz por entrar a contarme algo mientras yo intentó trabajar. Tiene nueve años, y ahora está empezando a hacer sus propios pinitos como narrador. Por suerte, no siempre les damos malos ejemplos a los hijos.

La única musa que existe es la propia vida, tener siempre los ojos muy abiertos y estar dispuestos a reflexionar sobre lo que vemos y lo que nos pasa. La vida es siempre la sustancia de la que se nutre la literatura, incluso aquella que prescinde del realismo. Queramos admitirlo o no, siempre escribimos sobre nosotros mismos.

 

Aunque enseñes inglés en el instituto, tus alumnos conocerán tu faceta de escritor… ¿te han pedido algún autógrafo?

Muchas veces me han traído libros para que se los dedique. Esto siempre me deja con la mosca detrás de la oreja, sobre todo si se trata de alumnos que llevan el inglés suspenso. Una vez me apareció un alumno con un ejemplar de "Memorias de Bucéfalo" con la portada completamente destrozada. Le pregunté qué había pasado y me dijo que lo había estado mordiendo su perro. La dedicatoria fue fácil: "Espero que este libro te guste tanto como le ha gustado a tu perro".

A veces he pedido colaboración a los chavales para que me dieran su opinión sobre algún libro antes de ponerlo en circulación. Son buenos críticos, porque juzgan sin prejuicios y valoran los libros por la cantidad de entretenimiento que encuentran en ellos. Siempre he creído en la lectura como goce, aunque está claro que el placer que encontramos en los libros depende de nuestra edad, de nuestra formación y de nuestro bagaje como lectores.

Pero volviendo a tu pregunta, te diré que lo que más sorprende a mis alumnos es cuando me ven en televisión. Una vez fui a recoger un premio a La Casa de América y varias cadenas recogieron la noticia. Eso de tener un profesor que sale por la tele les gusta mucho. El motivo por el que salga ya les importa menos. Yo creo que les divertiría mucho más verme aparecer en "Tómbola" o en "Gran Hermano".

Por cierto, el otro día a mi mujer, que enseña Latín en un instituto de un pueblo, le preguntaron si era verdad que su marido era famoso. La pobre no sabía qué contestar.

 

En tu bibliografía no suele aparecer "¿Quién no se ha enamorado alguna vez de su profesor?"... ¿es esta obra una rareza?

No. Es sencillamente esa novela juvenil inédita de la que te hablé. Se me ocurrió escribir un libro que retratara a los adolescentes tal y como son, o al menos tal y como yo los veo, y alguna conocimiento tendré de este asunto, porque por mi trabajo convivo con ellos varias horas al día.

Como ya te adelanté, el resultado es impublicable como novela juvenil. Para empezar, el tema es "espinoso" (trata de la relación entre una chica de primero de bachillerato y un joven profesor de filosofía). En la novela hay sexo y los personajes hablan como cualquier chaval de un instituto. Y además rehuye el moralismo y la pedagogía. Lo que te he dicho, completamente impublicable. Aunque esto no lo supe, inocente de mí, hasta algunos años más tarde, tras tener ocasión de hablar con algunos editores especializados en narrativa juvenil.

De todas formas el título que has mencionado, que es efectivamente el que aparece en los buscadores de internet, es fruto de un error. El título real es "¿Por qué se fastidia todo al cumplir los 17?". Hace unos años, desesperado porque no conseguía colocar la novela en ningún sitio, la envié a una de estas editoriales virtuales que pronto demostraron ser un fiasco. Cuando hicieron la promoción del libro en los buscadores, le dieron ese título por un motivo que desconozco. Hace mucho tiempo que el libro no está en internet, pero sigue apareciendo la referencia. La mayor grandeza (y la mayor miseria) de internet es que todo el mundo puede acceder a ella. Por eso es terreno abonado para la falta de rigor.

 

Tu primera novela, "Memorias de Bucéfalo", puede descargarse en internet ¿es importante para ti que la gente lea gratis con tal de que lea?

No fue idea mía que la novela pudiera descargarse de internet. Aunque sí di mi conformidad. Ahora estoy bastante arrepentido, y no porque la gente la descargue gratis, que me parece estupendo, sino porque, transcurridos algunos años, no estoy demasiado contento con ese libro. De hecho, hace un par de años volví a redactarlo de cabo a rabo, fundiendo los dos volúmenes en una sola novela y mejorando el ritmo y la construcción de los personajes.

Me parece estupendo que la gente lea gratis. Es más, creo que el acceso gratuito a la lectura es un derecho elemental que hay que proteger a toda costa. Por eso estoy en contra del canon que se quiere establecer para el préstamos de libros en bibliotecas.

Dicho esto, también creo que la ley debe salvaguardar el derecho de los autores a recibir un beneficio económico por la difusión de su obra. Estoy seguro de que es posible encontrar fórmulas que satisfagan a todo el mundo.

 

Hablando de internet, tú mismo diriges junto a Antonio García Muñoz la revista de creación literaria "El problema de Yorick"… mi primera curiosidad, aunque te parezca mentira es... ¿cómo se os ocurrió ese nombre para la web?

En el Hamlet de Shakespeare, Yorick es el difunto bufón de la corte. Su calavera, que es la única parte de su persona que aparece en la obra, sirve para hacer una reflexión sobre lo frágil y efímero de las cosas humanas. Curiosamente, el efímero Yorick se convierte en inmortal tras aparecer en un soliloquio que Hamlet pronuncia. Quizá el arte sea la única posibilidad de permanencia que está a nuestro alcance.

Y tras soltarte esta explicación, rebuscada y pedante donde las haya, te confieso que el título se nos ocurrió una noche que nos fuimos de marcha haciendo combinaciones de palabras al azar. Lo divertido es buscarle explicaciones distintas cada vez que nos preguntan. Una vez que me preguntaron lo mismo en una cadena de televisión local dije que el nombre había sido inspirado en el transcurso de un sueño y me quedé tan ancho. Es parte del juego.

En "Bajo la fría luz de octubre" la protagonista habla con el fantasma de su abuela muerta. A la gente le choca que esto ocurra en una novela basada en hechos reales. Me preguntan si mi tía veía de verdad a su abuela, y yo les contesto que sí, que naturalmente. Lo que me callo es que la abuela de mi tía estaba aún viva. Ya lo ves, los escritores somos mentirosos por naturaleza.

 

La revista también la hacéis en papel ¿qué ofrece "El problema de Yorick" al lector?

En realidad la revista sólo la hacemos en papel. La página web es un vehículo promocional y una forma de abrirnos al mundo. Temíamos que si nos anclábamos en nuestra ciudad, estaríamos condenados al provincianismo, y creo que hemos conseguido evitarlo. Es cierto que la revista está implantada en la ciudad de Albacete, y es lógico que así sea, pero en este momento, más de la mitad de las colaboraciones nos llegan de fuera.

Hemos publicado algunos contenidos en pdf en la página web para que los posibles lectores se hagan una idea de lo que van a encontrar, pero no se trata en modo alguno de una revista on-line. Ni siquiera creo demasiado en las revistas on-line, y menos aún en los libros virtuales. Soy muy conservador en este asunto, y creo que el hecho literario va unido al libro y al papel. Nos sentimos muy felices con la trayectoria de nuestra revista.

"El Problema de Yorick", que empezó como un fanzine hecho con fotocopias, ha alcanzado las 150 páginas de extensión con una buena calidad gráfica. En cuanto a lo que intentamos ofrecer, es fundamentalmente variedad y entretenimiento. En la revista hay prosa y poesía para todos los gustos. Siempre incluimos algún autor consagrado para que la revista tenga cierto empaque, pero intentamos dar cabida al mayor número posible de gente que empieza, porque creemos que esta es la esencia y el principal valor de las revistas literarias. También publicamos obra gráfica en forma de ilustraciones, casi siempre creadas ex profeso para nosotros.

Al principio todos los números eran monográficos (Borges, género erótico, literatura fantástica, literatura infantil, etc). Ahora vamos alternando un número monográfico con otro "abierto". La fórmula única del monográfico era complicada a la hora de solicitar colaboraciones y tendía a agotarse. También hemos reducido la periodicidad de semestral a anual. De otro modo nos sentimos desbordados.

El proyecto de "Yorick" incluye también la publicación de libros en pequeñas ediciones. Tenemos ya dos poemarios en la calle y contamos con poder publicar otro con el próximo número. Todo esto, naturalmente, lo hacemos además de nuestro trabajo y nuestra actividad como escritores. Pero nos divertimos tanto y hemos hecho tantos amigos gracias a la revista que damos todas esas horas por bien empleadas.

Por cierto, la ciudad de Albacete es un caso peculiar en esto de las revistas literarias. El que una pequeña ciudad de provincias cuente con una docena de revistas literarias en activo dice mucho de la inquietud cultural de esta ciudad, y de su potencial como semillero de escritores. Además, nos enorgullecemos de tener el buque insignia de las revistas literarias nacionales: "Barcarola", donde han publicado no sé cuántos premios Cervantes y premios Nobel. Y hasta para mí han encontrado sitio. Fíjate por dónde.

 

¿Sabes? He conocido profesores que hablan pestes de internet porque consideran que sus alumnos pierden el tiempo en los chats y no aprenden nada...

Estoy completamente de acuerdo. Y además fusilan los trabajos de clase por el sistema "copy & paste". A veces basta con escribir una frase completa del trabajo de un alumno en Google para que aparezca la web de donde lo han copiado. A pesar de todo, yo sigo maravillado con la red como fuente de información y como instrumento de comunicación. Nuestra revista, sin ir más lejos, sería inimaginable sin la red. Y mi tarea como escritor se complicaría muchísimo. Pero creo que es un instrumento que necesita cierto grado de madurez, y que se presta mucho al abuso y a la irresponsabilidad.

Buscar información en internet es tan sencillo que cada vez cuesta más trabajo convencer a los chavales de la importancia de manejar bibliografía. El problema es que dan por bueno todo lo que encuentran, sin discriminar. Internet podría ser un fenomenal vehículo para extender la cultura y se está convirtiendo en un enorme escaparate de lo más vulgar y lo más chabacano, por no entrar en otros terrenos. Exactamente lo mismo que ocurrió con la televisión.

 

Son pocos los escritores que viven de los libros… ¿si te convirtieras en uno de esos afortunados abandonarías la docencia?

Me temo que eso no va a ocurrir nunca, de modo que prefiero no delirar. A los cuarenta años uno debe ir aprendiendo a mantener los pies en la tierra. Confío en ser capaz de convertir la escritura en una segunda actividad, y creo que ya estoy en camino de lograrlo. De eso a vivir de la literatura hay un abismo que muy poca gente puede salvar.

Por otro lado, en ese lejano supuesto, no creo que me costara demasiado abandonar la docencia. Tal y como están las cosas hoy en día en los colegios y los institutos, lo único que los profesores pedimos es que los años que nos faltan para la jubilación transcurran lo más rápidamente posible, y con el menor número posible de sobresaltos. Disfrutar con este trabajo ya es cosa de otros tiempos. A los políticos se les llena la boca al hablar de educación, pero las leyes de reforma que se promulgan lo único que demuestran es un profundo desconocimiento de la realidad de las aulas. Las hermosas palabras no van a arreglar los problemas en la escuela ni nos van a ayudar en nuestro trabajo, al menos mientras las aulas sigan llenas de niños que no quieren aprender, y a los profesores se les siga usando como guardianes de guardería, carne de cañón y cabezas de turco.

Hace ya años que la escuela se ha convertido en un campo de batalla, y mi gremio no hace otra cosa que batirse en retirada. Y lamento ser tan apocalíptico, pero es así como la mayoría de los docentes vemos la situación.

 

"El fotógrafo que hacía belenes" está todavía por publicarse... ¿qué nos cuenta esta novela y a qué tipo de público va dirigida?

No, aún no se ha publicado. Y ni siquiera se me ha comunicado una fecha probable. Y teniendo en cuenta que el premio se falló en febrero del 2003, la cosa es preocupante. Esto nos da la pauta de cómo funcionan muchos premios literarios en este país, pero de momento prefiero no decir nada más.

En cuanto a la novela, creo que gustará, si es que ve la luz de una dichosa vez. Es una parodia del género negro ambientada en una ciudad muy similar a la mía. El protagonista es un fotógrafo aficionado al belenismo, un personaje solitario y desvalido que se ve envuelto en una rocambolesca trama policíaca. Su compañero en este enredo es el inspector Facundo Moya, policía fascista y brutal que sin embargo no es en absoluto un "Torrente", sino el único héroe en un libro repleto de payasos e impresentables. Me divertí mucho escribiendo este libro. A veces reía a carcajadas mientras le daba el teclado. Eso no quiere decir que mi sentido del humor lo tenga que compartir todo el mundo. Me reí mucho, por ejemplo, con esa escena de El Padrino 3ª parte en la que tiran a un obispo por el hueco de la escalera. Pero de pronto descubrí que era el único que se estaba riendo en todo el cine.

En fin, es una novela bastante gamberra e irreverente. Una especie de esperpento en la que satirizan los prototipos sociales que más rabia me dan. Por dar alguna pista, creo que tiene muchos puntos en común con "La conjura de los necios", de John Kennedy Toole. También con Eduardo Mendoza. Al menos yo quiero pensar que los tiene.

 

Consideras a Borges tu maestro ¿por qué él y no otro?

Hay muchos autores que han pasado a la historia de la literatura. Pero Borges es una literatura en sí mismo. Él compedia todas las tradiciones y las renueva. Es a la vez lo más moderno y lo más tradicional. Un clásico que va más allá de las modas. La primera vez que leí un cuento de Borges me quedé completamente fascinado. Fue "La Biblioteca de Babel", que aparecía en mi libro de literatura del instituto, uno de aquellos soberbios libros de Anaya que hacían Lázaro Carreter y Vicente Tusón.

La cuestión es que no dejado de leerlo desde entonces y las fascinación persiste y se renueva, porque conforme crezco como persona y como lector voy añadiendo lecturas distintas a las ya hechas.

Creo que es Steiner quien dice que la esencia de un clásico es que genera un amplio espacio de interpretación entre el texto y el lector, definición que la obra de Borges cumple a rajatabla.

Por cierto, mi primer premio literario de cierta importancia lo gané con un pastiche borgiano titulado "El quinto lector", cuyo protagonista era el propio Borges en su juventud. El problema de Borges, como el de otros grandes novelistas (por ejemplo García Márquez), es puede llegar a absorberte demasiado. Entonces corres el riesgo de volverte imitativo. Uno aprende a escribir imitando modelos, pero antes o después debe empezar a sonar tu propia voz, eso tan difícil de definir que se llama "estilo".

 

Aparte de Borges, ¿qué otros/as escritores/as te gusta leer?

Leo todo lo que puedo, y de todos los géneros y estilos imaginables. Leo mucha narrativa latinoamericana (el boom continúa, sin la menor duda). También novela española contemporánea (Muñoz Molina, Marías, Millás y de Prada son auténticos maestros). Siempre he sido un fan de la literatura fantástica y de ciencia ficción. Stephen King me parece un genio de la narrativa y, separando el trigo de la mucha paja que hay en su obra, creo que cualquier escritor puede aprender mucho leyéndolo. Ray Bradbury y Philip K. Dick resultan esenciales para entender la novela norteamericana contemporánea, y su influencia desborda ampliamente el género que cultivaron.

Hablando de novela fantástica, me parece soberbio José Carlos Somoza, un español de origen cubano que se ha convertido en el gran renovador del género.

Me encantan los narradores norteamericanos y británicos: Irving, Eugenides, Chabon, MacEwan, Self, etc. Las novelas de Michel Houellebecq contienen una devastadora y fascinante visión del mundo. También la novela policíaca me interesa ahora. Ahora mismo estoy leyendo la última del inspector Wallander, del sueco Mankell.

Y entre tanta novela, procuro dejar siempre un hueco para la poesía, porque estoy convencido de que leer poesía es una de las mejores formas de mejorar la prosa. Antonio Cabrera, Carlos Marzal, García Montero y Eloy Sánchez Rosillo son probablemente mis poetas españoles favoritos. Lo que apenas leo es ensayo. Sólo por motivos de trabajo.

 

¿Relees o crees que tenemos muy poco tiempo y muchas obras por descubrir?

Es realmente frustrante si uno se para a pensarlo. La literatura es virtualmente infinita, y la vida muy corta (y más corto aún el tiempo que podemos dedicar a la lectura). Seguramente, no llegaremos a encontrar nunca ese libro perfecto que incluye y supera a todos los demás, el libro infinito que buscan los habitantes de la "La Biblioteca de Babel" en el cuento de Borges. Pero nos consolamos pensando en lo mucho que vamos a disfrutar con la búsqueda.

Cuando era más joven releía constantemente. Ahora apenas lo hago. Solamente a Borges y a García Márquez. Tal vez cuando llegue a determinado punto de saturación empiece a releer otra vez. Seguramente, la única forma de que un libro deje un poso significativo dentro de uno es releerlo.

 

Hablando de tiempo ya he abusado mucho del tuyo... pero antes de despedirnos me gustaría que nos adelantaras tu nuevo trabajo.

Estoy trabajando en una novela para adultos que lleva como título provisional "Los fantasmas de Edimburgo". A pesar del título, no tendrá nada que ver con la literatura fantástica, sino más bien con la crítica social en clave de humor. En este sentido, creo que tiene muchos puntos en común con "El fotógrafo..". Me gustaría que fuera un libro extenso, como esas torrenciales novelas americanas ricas en personajes e incidentes que tanto me gustan. En fin, en eso estamos.

 

Eloy, muchas gracias por esta conversación y por tu disponibilidad.

Gracias a ti, Anika. Ha sido un auténtico placer. Sólo espero no haberme puesto demasiado pelma.

 

Ni mucho menos :) siempre es interesante conocer las inquietudes de los demás. Gracias por todo.

 

ver + Eloy M. Cebrián

 

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