Anika entre libros

Entrevista a David Roas por "Distorsiones"

"Encuentro historias por todas partes, a veces las busco pero otras muchas veces se imponen. También cosas que te cuentan y ves claramente que ahí hay un cuento"

Firma: M. Dolores García Pastor / Fotos: autor / Marzo 2011

 

David Roas es, aparentemente, un inofensivo profesor de Teoría de la distorsionesLiteratura y Literatura Comparada que despliega todo su saber en las aulas de la Universitat Autònoma de Barcelona. Sus alumnos están encantados con él a juzgar por cómo acuden en masa a sus presentaciones. Pero cuando uno se entera de que además es especialista en literatura fantástica ya empieza a sospechar lo que puede esconderse bajo esa inocente apariencia. Si además ha leído su último libro podrá adivinar que Roas es un escritor capaz de encontrar las distorsiones que pueblan este universo para convertirlas en ficciones en las que sus personajes tan pronto se codean con el sobrino del diablo como se desdoblan para hacer el amor, va tan lejos que hasta nos mete en la piel del único astronauta que no pisó la Luna en aquel mítico primer viaje del Apolo XI. Hablamos con él de sus Distorsiones mientras nos tomamos un café.

 

ENTREVISTA

 

Veamos, defíneme distorsión.

¿Yo?

 

Tú.

A ver, ¿distorsión o distorsiones?

 

Lo que prefieras, no nos vamos a pelear por eso.

Distorsión es un punto de vista. La idea de esto es siempre el lugar donde yo me pongo a mirar el mundo. Creo que estoy distorsionado y el mundo también. Son dos y no hay manera de que encajen. A veces intuyes que puedes percibir y entender algo, pero no. Por eso siempre davidroas1acabo utilizando a Borges que es el que más me ha marcado a mí mismo y me ha enseñado a eso, a ver distorsiones en el mundo. Y no hay manera, sobrevives pero sabes que nunca vas a entender nada de lo que te rodea.

 

¿Vivimos en un mundo distorsionado?

Sí, desde luego, pero no solo por el mundo sino por nosotros. Yo tampoco lo busco, porque la verdad es que me daría bastante miedo encajar con el mundo. Eso sí sería la distorsión absoluta. Reivindico esa posición porque está muy bien y es la que te permite ver esas cosas raras, las cosas extrañas, sin buscar magias ni historias trascendentes. El mundo está loco y yo también.

 

¿Por qué eliges el relato para tus distorsiones? ¿Qué te ofrece este género que no te ofrezca otro?

Pues no lo sé, tal vez porque desde siempre he escrito cuentos. Tienen la distancia que a mí me gusta y el ritmo y la forma de trabajar el cuento… creo que poco a poco he aprendido a hacerlo, sin saber nunca por dónde voy porque yo cuando empiezo no sé la forma que va a tener y muchas veces ni cómo acaba, no llevo plano jamás. El cuento es una forma que me gusta.

 

¿Es el cuento un espacio de mayor libertad?

No necesariamente. Creo que las novelas que se están haciendo ahora son cada vez más libres. Por ejemplo, la que estoy haciendo yo mezcla discurso, formas, fotografía… hay de todo.

 

Pero es que tú estás distorsionado.

Eso sí. La verdad es que no lo sé. El otro día inventando frases de esas idiotas que uno dice en las entrevistas dije algo así como que el cuento era un arma de… cómo dije… investigación masiva o algo así, porque sí que es verdad que en el poco espacio de un cuento puedes jugar mucho.

 

¿Y por qué el género fantástico?

Ha sido un género en el que he estado siempre, desde niño. No es el único género que cultivo pero sí que pienso que los cuentos que mejor me salen, por ejemplo en este libro, son los fantásticos. Siendo muy niño leí los cuentos de Poe, aunque seguro que no me enteré una mierda cuando lo leí. Mi familia ha sido proletaria pero siempre ha tenido mucho amor por los libros. Las "Narraciones extraordinarias" una edición, que todavía tengo y que era alucinante. Sé que leí El gato negro, seguro que no entendí nada pero me acojoné y desde ese día siempre he ido saltando de época en época acompañado de un autor fantástico. Evidentemente los fantásticos me encantan, me fascinan, aunque también me cabrea mucho cuando veo los tópicos. Primero Poe, después vino Lovecraft, después vino Borges… sí que sabes que hay unos autores que en cada época me han ido marcando como también me marcó Bukovsky con diecisiete años. La gente lo tiene muy abandonado pero hay que volver a recuperarlo porque es otro gran cuentista. Lo fantástico es también esa sensación siempre de buscar la extrañeza en lo real y creo que es la mejor vía para investigar la realidad.

 

¿El cuento fantástico está encontrando su sitio?

Yo creo que sí. Fíjate los nuevos autores, yo ya los he bautizado. Ayer me publicaron en una revista inglesa un artículo en el que ya les he bautizado así, o "nos" porque ahí también estoy yo: los nuevos fantásticos. Porque realmente entre Olgoso e Iwasaki que son los mayores, digamos, los del 61 creo ellos dos, hasta los que son del 74-75 como Juan Jacinto Muñoz Rengel o Miguel Ángel Zapata hay una gran cantidad de autores. Prácticamente la nómina de Perturbaciones (Antología de Narrativa Fantástica). Ahí Juan Jacinto estuvo muy listo porque es brutal. También están los padres que son Cristina (Fernández Cubas), Merino… Pero solamente si cuentas del 61 al 75 la nómina es brutal y gente muy buena y sin repetirse, y sin caer en los topicazos ni en irte hacia un terror muy Stephen King. No he leído Aquelarre pero los que he podido leer, desde Care que juega a veces con miedos mucho más macabros o en sus novelas se mueve en diferentes planos de realidad o buscando en el pasado o como Ajuar funerario de Iwasaki que es un libro modélico, que siempre recomiendo a mis alumnos. Hay otros que estamos trabajando en el fantástico más cotidiano. Es una demostración de que lo fantástico sigue y sin tener que cruzar los caminos de siempre.

 

Hay mucha variedad y calidad.

Sí, desde luego. Es una estupenda nómina. Y además ninguno de ellos se ha quedado encasillado. Desconfío de los que hacen sólo una cosa, esos "especialistas". También ahora hay muchos autores muy vinculados davidroas2a lo que eran los viejos fanzines, a las revistas en la red que yo creo que es eso, "quiero ser Stephen King y solo escribo cuentos de terror" con zombis y no sé qué, sabes. Y lo fantástico también hay que idearlo porque enseguida envejece o enseguida te lo conoces. Yo viendo Walking Dead me río, da un poco de risa.

Pero sí, hay buena cosecha de escritores fantásticos y yo creo que durará. En septiembre hice un artículo para Ínsula, revista académica, "Lo fantástico del 80 a 2010. Narrativa, teatro, cine y cómic" junto con Ana Casas. Sólo en español. Y ahí ves que hay mucha gente trabajando en los últimos 30 años en lo fantástico. Desde Merino y Fernández Cubas, que son los primeros, hasta ahora. Vivimos buenos tiempos. Otra cosa es que las editoriales acompañen, o la crítica.

 

El relato de por sí ya está viviendo una buena época, incluso el microrrelato.

Sí, magnífica. Ahora se ha puesto de moda.

 

Quiero creer que es mucho más que una moda. ¿No es más bien es algo que lleva mucho tiempo latente y que ha encontrado su momento?

Por supuesto. El microrrelato es una forma que si la cultivas, es muy exigente, es muy exigente. Pero claro, ahora todo el mundo está haciendo concursos de ese género y eso es lo que puede un poco devaluar. Hay gente que se está arriesgando a hacer un libro entero de microrrelatos que es muy difícil porque te puedes estrellar. Cambiar cada página de narrador, de historia, de personajes… es muy cansado pero hay gente que lo hace y les sale muy bien.

 

¿Buscas el lado oscuro de lo cotidiano?

No, me busca él a mí (risas). Es lo que te decía antes de la mirada. Yo recuerdo las buenas microcolumnas de Millás, los articuentos. Lo que te estaban planteando no era una hiperimaginación brutal, no, no, lo que había era que saber mirar. Yo creo que está ahí, que el asunto es ese. Hay demasiadas cosas extrañas rodeándote siempre. Encuentro historias por todas partes, a veces las busco pero otras muchas veces se imponen. También cosas que te cuentan y ves claramente que ahí hay un cuento.

 

¿Salen ideas de tu trabajo de profesor?

Pues no. En la universidad me lo paso muy bien, yo soy de los pocos que hace el trabajo que le gusta y que quiere, tengo muy buen feed-back y cuando hago presentaciones mis alumnos están ahí. Pero no, yo creo que es más el día a día y sobre todo con las partes del mundo que a mí me angustian. Sólo hay una angustia verdadera y brutal en la que yo siempre pienso, la muerte. Yo soy optimista, muy Woody Allen, pero mi pensamiento antes de dormir siempre es ese. Pero no escribo sobre ello. Escribo sobre la vida de pareja, la religión… cosas que me rodean y me molestan o esas historias extrañas que te encuentras por la calle. Y ahora ya la gente me las ofrece, "mira, aquí tienes un cuento". ¡¡Veremos!!

Pero sí que notas que hay esos clicks que distorsionan y dices, coño, aquí hay por lo menos la base de un cuento. Yo tomo muchas notas que sé que luego no utilizaré. Pero más que buscar historias las encuentras. También me gusta el juego intertextual. Es decir, en mi otro libro hay una idea que a mí me obsesionaba que es Alicia a través del espejo. Me obsesionaba por qué Alicia no se quedaba a cuidar al rey, "si el rey se despierta te vas a morir". El cuento es sobre eso pero mostrando que el horror es quedarse ahí cuidando a alguien para que no se muera y no se despierte porque entonces no vives tú. Y eso sí que, a lo mejor dándolo en clase, porque es uno de los libros que trabajo mucho en él, sale algo. Pero con los alumnos raramente.

Una novela que empecé hace tiempo, un serial killer, sí. Empezaba matando alumnos en la universidad. Pensé que era un buen sitio, tan tranquilo, que un tipo podría hacer allí de todo y nadie lo cazaría. Ahora en un laboratorio de fonética, ahora en un pasillo…

 

¿Escribes los cuentos de uno en uno o pensando en el conjunto?

El primer libro que hice en el 96, Los dichos de un necio, que era de microrrelatos fue trabajar sin red porque no sabía lo que estaba haciendo. Empecé en el 91 a hacerlos, recuerdo que los fechaba, yo no sabía nada sólo que quería contar historias e investigar. Me salió la oportunidad y lo hice. Pero en el de Horrores cotidianos sí que había algo en común que yo notaba. Y en Distorsiones sí que todos giraban en torno a una distorsión pero general, siempre pensando en tipos que se enfrentan con una distorsión que les supera o mostrar distorsiones horrendas como son la religión, el holocausto… este sí que era muy cerrado.

 

Hay mucho de ti en los relatos.

Sí, a mí me gusta. En el cuento del tipo que no puede entrar en su casa la dirección que aparece es Provenza 397 la de donde yo vivía cuando lo escribí. A algunos de mis colegas los he transformado, hay un profe de física que en realidad es un profe de italiano de la autónoma, pero el Sobrino del Diablo es el Sobrino del Diablo (Juan Gómez, cantante barcelonés), Albert Sánchez Piñol está transmutado, Cristina Fernández Cubas es Christine Kubs…

 

Vamos, que tú no puedes decir aquello de "cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia".

Qué va. Hay incluso algún que otro señor Roas, en El sobrino del Diablo, y el que tortura al testigo de Jehová se llama D. El relato que más triunfa cuando lo leen por ahí es el de mi padre, el de mi libro de escolaridad (Idiosincrasia), en el que no he hecho nada, simplemente le he puesto un título y he escaneado un papel de 1973.

 

¿Y eso cómo se te ocurrió?

Yo guardo muchas cosas porque mi memoria infantil es malísima. En realidad en mi novela estoy jugando mucho con una proyección mía a jugar con el mal recuerdo que tengo de mi infancia. No fue ni mala ni buena, fue tan normal… Esta era una de las pocas libretas de escolaridad que tenía y un día, leyéndola, me descojoné con la respuesta davidroas3de mi padre. Admirable su lucidez con treinta años.

 

¿Cuáles son tus referentes literarios?

Los dos grandes autores a los que vuelvo y sobre los que he trabajado después, además con la gran suerte de haber podido investigar sobre ellos, son Poe y Borges. Ahora en mayo saco un libro sobre Poe en la España del XIX. Y a partir de ahí me han marcado muchos, aunque no en la manera de escribir. Bukowski me fascinó, Bernhard, Cortázar evidentemente. Cristina Fernández Cubas es una autora que idolatro y también he trabajado mucho sobre ella. Merino en España me gusta mucho, Iwasaki, Albert Sánchez Piñol que además de amigo me gusta mucho lo que hace. Y Woody Allen. En cada libro tengo algo siempre de él, alguna cita. Woody Allen tanto el director como el escritor. Pero entre todos ellos PoeBorges son los que no he abandonado, he seguido siempre leyéndolos y trabajándolos.

 

¿Tienes algún método de escritura?

No. Hay cuentos que nacen de una frase. Trabajo mucho las estructuras, me agobia que los cuentos suenen mucho unos a otros y, no forzadamente, pero sí intento buscar que las estructuras no sean iguales. También me gusta jugar. En el anterior libro hay un cuento que es una factura, en este la cartilla de escolaridad o los microrrelatos que es una forma narrativa, más que un género, que a mí me gusta mucho. Excepciones, el del tipo que no puede entrar en su casa, lo empecé a escribir en el 88 y la penúltima versión era de 2008. Entre 2008 y 2009 lo cerré, veinte años. Empezó siendo algo muy juvenil, lo mataba la policía y entonces lograba entrar, muy "Kafka tonto", lo ensayaba y lo ensayaba pero no acababa de encontrar y al final acabó convertido en lo que yo llamo un cuento fractal, ese personaje llama a otro y ese a otro y así. Algunos los buscas y otros, simplemente, salen.

Hay gente que sabe que cada mañana a las 9 se va a sentar frente al ordenador a ver qué. Yo lo entiendo. Yo puedo intentarlo un día pero actúo más a impulsos porque no vivo de ello y mi trabajo no es este. Pero la imaginación mía funciona así. Siempre que leo tomo notas o una frase del libro porque eso a veces te lleva a otro lado. Y mejor que no haya control, que no sepas en el fondo del todo cómo va a salir eso. Pero otras veces sí que has ensayado dos o tres folios. A veces no das con el narrador…

 

Muchas gracias, David, por este café distorsionado. Espero que lo hayas disfrutado tanto como yo y que lo disfruten también los lectores.

 

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