Anika entre libros

Entrevista a Carmen Amoraga por "El rayo dormido"

"Esta no es una novela sobre la Guerra Civil, ni sobre la Guerra Mundial, sino sobre las pequeñas guerras internas y particulares de cada uno de nosotros"

Firma: Lidia Casado / Fotografía: Xavier Torres Bacchetta / Fotografía con libro: Alba Fité / Julio 2012

 

Promocionar una novela ya es una tarea dura de por sí… pero si además estás embarazada de ocho meses, las presentaciones, entrevistas, firmas de libros, etc. pueden llegar a ser agotadoras. Aún así, Carmen Amoraga (Picanya, Valencia, 1969) no ha perdido la sonrisa ni la cercanía en ningún momento. Tratando con ella descubre una de dónde saca la inspiración para hacer personajes tan reales, tan cercanos y tan entrañables; personajes como los de su última novela, "El rayo dormido".

En ella, Amoraga dibuja dos tramas diferentes pero entrelazadas: la que vincula a José Emilio, en la Guerra Civil, y Antonio, desde la guerra española hasta la actualidad y, por otro lado, la que narra el reencuentro de dos viejas amigas a través de las redes sociales. Historias que tratan de reescribir la Historia y poner a los héroes anónimos en su lugar. Historias de guerra, sí, pero, sobre todo, de sentimientos.

 

ENTREVISTA

 

¿De dónde surgió la idea para escribir "El Rayo dormido"? ¿Cómo encontró la historia… o cómo la historia la encontró a usted?

Creo que siempre son las historias las que te encuentran a ti. Al menos, en mi caso, siempre ha ocurrido esto, incluso en este caso, que la novela ha tenido dos fases. En un principio lo que quería era centrar la historia en el reencuentro virtual de Carmen y Natalia, dos amigas que se distanciaron por algo que cada una interpretó a su manera y que hizo que cada una de ellas viviera la vida de forma distinta, que fue algo que me pasó a mí misma a través de Facebook. Y quería, además, escribir sobre la crisis, sobre cómo afecta especialmente al periodismo y a los periodistas, y cómo la sociedad no es consciente de hasta qué punto estar mal informada o desinformada repercute en el día a día…

Pero un día le dediqué más tiempo a hablar con una persona mayor, a la que conozco de toda la vida, y me habló de la Nueve, me contó que había trabajado con el Che Guevara, me dijo cosas que yo debía saber y no sabía… Y eso, aparte de cambiarme toda la novela, me hizo querer dar las gracias a todas aquellas personas anónimas, desconocidas, que jamás han visto su nombre en un libro de historia, que desde un bando o desde el otro, hicieron un sacrificio tremendo pensando que el mundo carmen-amoraga2sería un lugar mejor.

Al margen de la ideología de cada cual, y yo desde luego tengo muy clara cual es la mía, tenemos que reconocer que lo ha sido. Mi mundo ha sido mejor que el de mis padres e infinitamente mejor que el de mis abuelos, y ninguno de los derechos de los que yo disfruto y ellos no, es un regalo, sino el fruto de un esfuerzo, de una lucha y de muchas renuncias. De ahí que haya dos personajes en principio tan antagónicos como Antonio Almenar y José Emilio Almenar, un republicano y un cura, en la Guerra Civil.

Antonio, tras la guerra, cruza la frontera a Francia y después de estar en campos de concentración acaba en la Legión Francesa, de ahí al Ejército de la Francia Libre de De Gaulle y de ahí, a la Nueve. ¿Por qué quise contarlo? Porque la persona en la que me he inspirado para crear el personaje de Antonio, un amigo de mi familia, me habló de ella y no tenía ni idea de lo que me estaba contando. Me pareció tan increíble no saber nada, tan terrible… que pensé que lo único que yo podía hacer era que mi novela hablase de esa gente, de esos héroes, de esos 150 republicanos españoles que fueron fundamentales en las tropas aliadas, los primeros en liberar París de los nazis, los militares más temerarios, y los primeros en ser borrados de la historia nacional e internacional. Cuando acabó la II Guerra Mundial sólo quedaban vivos 16. De ellos, sólo 4 vivían cuando en 2004 Francia les rindió el único homenaje que han recibido. Hoy solo viven dos. Me parece terrible.

 

Por cierto que he leído en el Club de Lectura de Facebook que el título del libro sí que la encontró a usted por casualidad…

Sí, también me encontró. Otras veces me he dado cuenta de que tenía el título de la novela al leer algo que estaba escribiendo, como en "Algo tan parecido al amor", o lo he sacado de un poema, como en "El tiempo mientras tanto". Pero en este caso fue a raíz de un incendio que hubo el verano pasado en mi pueblo de vacaciones, en Artana, en Castellón. Todos creíamos que había sido intencionado porque no había llovido, no había pasado nada, ningún accidente, nada. Y en realidad, lo había provocado un rayo latente, silencioso o dormido, que es un rayo que impacta dentro de un árbol, se le queda dentro y lo va quemando, poco a poco, mientras por fuera el mundo parece seguir en orden. Pensé que eso es lo que nos pasa a las personas, y lo que les pasaba a los personajes de mi la novela: dejamos escondidos, dormidos, silenciosos, los rayos que más daño nos hacen, y creemos que nunca saldrán fuera. Pero salen, y nos queman, y nos causan dolor. Pero, al contrario que ocurre en la naturaleza, siempre salimos más reforzados después de enfrentarnos a ese rayo.

 

Las redes sociales, Facebook en concreto, cobran una gran importancia en la novela: es la manera en la que Carmen y Natalia se comunican a lo largo de la obra. ¿Por qué este guiño tan actual a un fenómeno tan relativamente reciente? ¿Es usted aficionada a las redes sociales?

Sí, mucho. Creo que facilitan mucho las relaciones sociales, y agilizan y democratizan el flujo de la información. Permiten comunicarte con personas que de otro modo no estarían a tu alcance; permiten compartir información, inquietudes, sentimientos… y al fin y al cabo, todos queremos que nos escuchen, que nos entiendan, necesitamos sentir que lo que hacemos provoca reacciones en el resto, y las redes sociales hacen que esto sea posible.

Ahora bien, también se corre el riesgo de creer que ese mundo virtual es lo mismo que el real, porque no es así. Un amigo de Facebook es eso, un amigo de Facebook y un tweet no es siempre una noticia, aunque circulen al mismo nivel que los comunicados del TSJ, por ejemplo.

 

El de Facebook no es el único guiño a la actualidad de la novela. Entre las referencias actuales está, por ejemplo, la crisis económica, acicate para que Natalia, periodista en paro, escriba la historia de elrayodormido-portadaJosé Emilio y de Antonio.

Natalia se enfrenta a la crisis como una oportunidad de reinventarse. Creo que es la única forma de salir de esto, a nivel individual. Tenemos que ser conscientes de que la vida no va a seguir tal como ha sido hasta ahora. Y ahora, estamos gobernados por un partido que no solo no cumple lo que prometió durante las elecciones, sino que está haciendo justo lo contrario, lo que no dijo. Está siguiendo un programa que entonces estaba oculto para los ciudadanos y ciudadanas que llevará a desaparecer la clase media y que ahoga a las clases más bajas y que, en cambio, permite vivir con impunidad a los evasores fiscales, por ejemplo. Y contra eso parece que no podemos hacer nada. Pero uno a uno podemos hacer muchas cosas: protestar, recordar esto cuando tengamos que volver a votar y, por supuesto, reinventarnos, buscar nuevos proyectos que nos ilusionen, como hace Natalia.

 

Así pues, la novela se mueve en dos planos temporales: el presente y el pasado de la Guerra Civil española y de la II Guerra Mundial. Uno de los objetivos de esa revisión del pasado es, además de hacer memoria (que siempre es un buen objetivo), devolver la gloria a personajes cuya pequeña historia cambió el rumbo de la Historia, como es el caso de Antonio, integrante de la Nueve, la primera unidad francesa (conocida como La Nueve, en castellano, precisamente por estar formada por republicanos españoles) que entró en París en agosto de 1944 para liberar la ciudad de los alemanes. ¿Por qué cree que la participación española en la II Guerra Mundial, en general, y en este episodio, en particular, ha sido tan olvidada?

En el caso de La Nueve, se dan varios condicionantes. Primero que España vivía en una dictadura a la que no le venía bien dar la categoría de héroes a quienes para ellos eran el enemigo. Luego, que en realidad, aunque fueran españoles, formaban parte de una compañía francesa y los franceses querían ser quienes liberasen su país, por tanto, tampoco les venía bien dar esa dimensión heroica a un grupo de extranjeros (no sólo pasó con los españoles, también ocurrió con otras nacionalidades). Y, fundamentalmente, por nuestra dejadez. La dictadura terminó, pero… poco nos ha importado a quienes hemos venido después poner en su lugar a estas personas, como a tantas otras. Nos hemos centrado en unos pocos aspectos de la recuperación de la memoria histórica y hemos dejado a un lado el resto.

 

Antonio fue un héroe, aunque nunca se le haya tratado como tal, como también lo fue el otro gran protagonista de la novela: José Emilio; un cura con corazón republicano que entiende la religión católica como la entendió Jesús más que como lo hace la propia Iglesia. ¿Cómo llegó José Emilio a esta novela?

Casi de la misma manera que Antonio. Pocos días después de esa larga conversación con la persona que me inspiró el personaje de Antonio, tuve que asistir como concejala a un acto en mi pueblo en el que se celebraban los veinticinco años de sacerdocio del párroco de nuestra iglesia, y en ese acto se le regaló una estola de un cura asesinado en el pueblo durante la Guerra Civil. Y así supe que la calle en la que yo suelo aparcar el coche le debe su nombre a alguien que fue matado injustamente, igual que lo fueron tantas personas del otro bando. Me sentí igualmente avergonzada por desconocer este suceso, y eso me hizo pensar que quizá ya ha llegado el momento, literariamente hablando, de reconocer en nuestras obras que todas las partes hicieron cosas de las que no se puede estar orgulloso.

Es más: como persona progresista, de izquierdas, republicana, me duele más lo que no se hizo bien en el bando republicano. Por eso introduje el personaje de José Emilio, que no es real, que no es el cura de mi pueblo, pero que representa a tantas personas que también fueron asesinadas injustamente por pensar de otra manera.

 

La parte histórica de la novela cuenta con detalle muchos episodios de las citadas guerras, así como sobre cómo se vivió la república y los primeros años del enfrentamiento español en Valencia. ¿Cuánto tiempo le llevó la fase previa de documentación? ¿Cómo la llevó a cabo?

He tardado mucho más en buscar documentación y en procesarla que en escribir la novela. Pero por suerte, hay mucho escrito de este periodo. No solo libros, también periódicos de la época, y muchos testimonios de personas vivas. He entrevistado a mucha gente, y también he recuperado viejas entrevistas de mi época de periodista en el periódico Levante-EMV, en Valencia, donde coordinaba un suplemento de tercera edad que incluía entrevistas a personas mayores. Muchas de ellas me contaron historias apasionantes que aparecen ahora en esta novela. En cuanto a la parte de La Nueve, he consultado muchos libros, pero el imprescindible ha sido La Nueve, los olvidados de la historia, de Evelyn Mesquida. Lo recomiendo para cualquier lector interesado por el tema.

 

Uno de los factores que da realismo y verosimilitud a la novela es la introducción de personas reales, con un papel históricamente relevante, en la trama. Así, desfilan por estas páginas desde Robert Capa hasta Rafael Alberti, pasando por Santiago Carrillo, Che Guevara, Raymond Dronne o Hemingway, por poner sólo algunos ejemplos. Son muchos los personajes que aparecen y están tan bien integrados en el argumento, que su inclusión en la novela es totalmente natural, no parece forzada. ¿Cuál fue el motivo para incluirlos en ella?

Sólo uno: ¡me apeteció incluirlos! Me pareció fascinante que estos personajes vivieran en Valencia, o que se cruzaran con el Antonio original, en la realidad. Y no quise dejar pasar que aparecieran en la novela.

 

Aún así, y a pesar de que ha hilvanado perfectamente la Historia y la historia, usted parece muy preocupada por deslindar lo que es ficción de lo que fue realidad. Por eso, incluye al final un apéndice carmen-amoraga3en el que aparece un listado con los personajes históricos que van surgiendo en la trama y un par de documentos más también totalmente reales. ¿Hay que dar al César lo que es del César?

Sí, por supuesto. Quería, y quiero, dejar muy claro que esta no es una novela sobre la Guerra Civil, ni sobre la Guerra Mundial, sino sobre las pequeñas guerras internas y particulares de cada uno de nosotros. De ahí el índice. Porque hay muchas licencias que comparten espacio con hechos reales, y no quiero que los lectores se confundan, ni que piensen que me he confundido yo.

 

Gracias a personas anónimas y quizá no demasiado reconocidas por la Historia, como Antonio, nuestro mundo ha sido mejor que el de nuestros padres y nuestros abuelos… pero, ¿cómo cree que será el mundo de nuestros hijos, con los servicios sociales y culturales de todo tipo que se está llevando por delante la crisis?

Será un mundo distinto. No sé si peor. Pero distinto, seguro. El modelo económico y social va a cambiar, ya está cambiando, pero yo me niego a certificar el fin del Estado de Bienestar. Y además, esto no es una cuestión de la crisis, sino de las prioridades de quienes ahora nos gobiernan. Por eso, me niego a creer que nuestros hijos van a vivir en un mundo en el que la cultura, la educación, la sanidad, la información, no van a ser universales. Hay mucha gente, muchos Antonios, que se han dejado la vida para que ahora, en cuatro días, todo se vaya a la mierda. Somos muchos, somos mayoría quienes compartimos este pensamiento, y no dejaremos que algo tan terrible ocurra.

 

Natalia comparte muchos rasgos biográficos y personales con usted y Carmen y usted hasta comparten nombre… ¿hay mucho de usted en esta novela?

Siempre hay mucho de mí en cada novela, en cada personaje. Pero creo que esta es mi novela menos "autobiográfica". ¡Espero que sea un signo de madurez literaria!

 

Estilísticamente, la novela mezcla diferentes coordenadas espaciales (se sitúa en Valencia, en París, en diversas ciudades europeas…) y temporales (el segundo cuarto del siglo XX y la actualidad), distintos narradores (Natalia narra en primera persona pero también hay un narrador omnisciente que sabe mucho más que los personajes a los que está retratando) y diversas técnicas literarias (diálogo, entrevista, descripción, narración, cartas -bueno, en este caso, mensajes a través de Facebook-, artículos periodísticos…). ¿Es una manera de reivindicar la fortaleza de la novela actual, entendida como mezcla de géneros? ¿Un reflejo de su manera de trabajar como periodista? ¿Una metáfora de la riqueza y variedad de la vida actual?

La verdad es que cuando me senté a escribir la novela, después de haber pasado casi un año documentándome, no me planteé nada a nivel teórico. Es casi como si hubiera ido escribiéndose sola, tal como pedían los personajes, o las historias que contaban.

 

¿Qué ha aportado su experiencia como periodista a su labor literaria?

Tal vez una forma distinta de ver el mundo, que se complementa mucho con la de mi experiencia como escritora: se ve el mundo para contarlo después.

 

Otro de los temas actuales que aparecen en su novela es la soledad de los ancianos en nuestra sociedad, la falta de cariño que padecen, el ser apartados de la vida activa. ¿Darles voz y vida en esta novela es una manera de hacerlos visibles, de reivindicar su papel en la sociedad, no ya sólo pasada, sino presente y futura?

Por ese trabajo del que hablaba antes, el del suplemento de mayores, pasé unos cinco años merendando todas las semanas con personas mayores para las entrevistas, y generalmente las encontraba muy solas. No solas en el sentido de que nadie fuera a verles, que muchos, también, sino solas en el sentido de desaprovechadas. Esa experiencia vital, esa sabiduría… sin que nadie, o poca gente, le diese el valor tan brutal que tenían… me daba un coraje tremendo. Me encantan las relaciones intergeneracionales, y ese apasionamiento de Natalia hacia ellos es muy mío.

 

La Historia está muy presente en su novela, pero también la historia, las vivencias cotidianas; las traiciones, los sentimientos, las pasiones del día a día. De hecho, hasta la guerra está tratada desde el punto de vista de las vivencia personales, de las emociones que sintieron los protagonistas de la Historia ("hábleme de lo que sintió", le pide Natalia a Antonio cuando recuerda su participación en la guerra). ¿Es una manera de reivindicar lo sentimental frente a lo bibliográfico, la experiencia personal frente a la memoria colectiva?

Es que creo, de verdad, que al final es lo que cuenta, lo que importa. Todos podemos aprendernos la fecha de inicio de una guerra, el número de víctimas, la fecha de la boda de nuestros abuelos… pero ¿y los sentimientos? ¿por qué preguntamos tan pocas veces por ellos? Realmente son lo más importante.

 

Dentro de este mundo de sentimientos que refleja, realiza casi casi un estudio sociológico sobre el amor, llevando hasta la novela diversos tipos de amor y de pareja. ¿El amor tiene más de una cara?

Más de una cara, más de una fase, más de un momento…. Las personas cambiamos tanto que es absurdo pensar que nuestro amor permanece tal como era el primer día. Eso por no mencionar lo obvio: que hay tantos tipos de amor como de personas.

 

Si me tuviera que quedar con una enseñanza, con una moraleja, con una instrucción para mi vida de todas las ideas y reflexiones que transmite y despierta su novela, escogería dos: que los polos opuestos suelen estar mucho más cerca de lo que parece y que cada persona vive, recuerda e interpreta lo que le ocurre de una forma particular que a lo mejor nada tiene que ver con cómo lo experimentó alguien con quien compartió esa vivencia. ¿Con cuál se queda usted?

¡Con los dos! Fueron esas dos ideas, justamente, las que tuve al empezar a escribir, primero la de los recuerdos, cuando la novela solo iba a tratar de Carmen y Natalia, y después la de los polos opuestos, cuando Antonio y José Emilio tomaron cuerpo.

  

ver + Carmen Amoraga

 

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