Entrevista a Antonio G. Iturbe por "La bibliotecaria de Auschwitz"
Cada vez que digo que estoy leyendo una historia sobre la II Guerra Mundial, sobre el holocausto, los campos de concentración, supervivientes, etc, alguien me dice que el tema está trillado. Lo último que me dijo alguien es que detestaba las novelas que utilizaban este tema tan doloroso para vender libros. Son puntos de vista. No obstante esto no ocurre con "La bibliotecaria de Auschwitz". Cuando le dije a este lector que el libro de Antonio G. Iturbe no era una narración ficticia sino la verdadera historia de una superviviente que tuvo la osadía de proteger una pequeña biblioteca clandestina en Auschwitz, y que además era una adolescente en aquel momento, su punto de vista cambió. Eso es otra cosa, me dijo.
En esta biografía novelada conocemos a Dita, su entorno, las motivaciones de unos y otros para sobrevivir, los momentos más angustiosos que se podían experimentar cuando sabían que sus vidas podían tener fecha de caducidad, el agotamiento hasta la extenuación... y entre todas estas vivencias, una bellísima historia de amor a los libros.
Hablamos con Antonio G. Iturbe sobre "La bibliotecaria de Auschwitz" (Planeta, 2012; Booket 2013) y su protagonista, Dita.
ENTREVISTA
La primera pregunta surge a partir de una reflexión ¿Por qué crees que hay gente que dice que de la II Guerra Mundial y el nazismo ya está todo escrito? (Sobra decir que estoy en completo desacuerdo)
Nunca está todo escrito de ningún tema. Porque en realidad no existen los temas, sino las miradas. Y haya tantas miradas como personas. Cuantas más aportaciones a un asunto, más probabilidades tenemos de que la visión sea más completa.
Tú has contado la historia de Dita ¿puedes adelantar a los lectores quién era Dita y darle sentido al título de tu novela?
Dita era una muchacha de catroce años que llega al campo de exterminio de Auschwitz Birkenau en 1943 y le encomiendan una tarea bastante rara: cuidar de unos pocos libros desvencijados que han llegado al barracón 31 de manera azarosa. Los libros en un campo de exterminio son un material que quema entre los dedos.
En "La bibliotecaria de Auschwitz" se habla de libros vivientes y no te refieres precisamente a libros de papel… ¿Qué son y cómo nacen?
En el barracón 31 decidieron organizar una escuela. Como tenían pocos libros, se les ocurrió que algunos de los maestros que conocían bien el contenido de algún libro, lo fueran explicando, rotando por las diversas clases, que en verdad no eran otra cosa que isletas de taburetes una junto a otra. Uno sabía muchas historias de indios americanos, otra se sabía muy bien "El asombroso viaje de Nils Olgersson"... se adelantaron una década a los "libros vivientes" descritos en "Farenheit 451"
El lugar donde se alojaba tenía, a priori, aspecto de ser un lugar más o menos estable, pero escondía sus peligros. Cuéntanos qué había detrás de ese barracón "seguro" y por qué se creó.
El barracón 31 había de ser un aparcamiento de niños, para que estuvieran entretenidos y no molestaran a los padres durante la jornada mientras trabajaban en los talleres. Prohibieron hablar de política, historia, religión, únicamente debían de entretener a los niños. El responsable que nombraron, un interno llamado Fredy Hirsch, incluso con el aliento del Doctor Mengele en el cogote, tuvo el coraje de convertirlo en una escuela.
¿Los habitantes allí también tenían fecha de caducidad? ¿Se salvaba alguno quizás?
Algunos sobrevivieron. Lamentablemente, muy pocos.
Dita conoció a Josef Mengele porque merodeaba mucho por ahí ¿cómo le describía?
Mengele era un tipo frío, de un cinismo impresionante. Mandaba a diario a cientos de persona a la muerte y jamás se alteraba. Se paseaba por el campo de exterminio tarareando arias de ópera como si paseara por un parque.
Se sabe que Mengele distribuía a las personas en dos filas, izquierda y derecha, los que vivían y los que morían (directos a la cámara de gas), y cuentas una anécdota que salvó la vida de una mujer ¿este hecho también fue real?
Si te refieres a la escena de la madre de Dita, es verídica. Otras escenas no son tan exactas y algunas son proyecciones de la ficción, pero justamente esa sucedió exactamente tal cual se relata en la novela. Es tan alucinante que no hubiera tenido capacidad para inventarme algo así.
En contraposición, la historia de dos hermanas, una que lleva una vida más o menos soportable (aunque sufrida) y otra que es elegida para trabajar hasta la extenuación. ¿Por qué, si eran casi iguales, se hacían estas distinciones?
El azar era un factor que pesaba como una losa. De repente podían decidir que cien internos iban a ir a la cámara de gas. Empezaban a contra hasta 100 y el 101 sobrevivía. La lógica del exterminio tenía unos mecanismos distintos a nuestra lógica civil.
Cuentas alguna historia de amor, pero se trata de amores imposibles ¿lo que sucedió allí era más habitual de lo que imaginamos?
Sí. Se habla poco de eso, pero también hubo amor en Auschwitz. Incluso en un vertedero nacen flores hermosas. La historia de René y Viktor Pestek es verídica y la de Rosenberg con Alice, también. Había amor y también sexo, mucho más de lo que se suele contar. Los matrimonios buscaban la manera de encontrarse y el sexo era también una mercancía con la que comerciar, como los mendrugos de pan.
Esto daría pie a afirmar que no todos los que estaban colaborando con el nazismo eran nazis ¿Crees que cambiaban al ver las atrocidades o lo eran para sobrevivir al fervor popular nacionalsocialista?
Es evidente que el tsunami del nazismo arrastró a mucha gente. Gente joven deslumbrada por aquellas promesas de la gran Alemania, por la parafernalia de los uniformes y las grandes proclamas. Pero eso no los excusa. Eligieron el lado
Me ha sorprendido que una mujer fuera criticada por otras sólo por el hecho de querer sobrevivir y aceptar la amistad de un soldado o enamorarse. Eran víctimas como ella, y de haber tenido la oportunidad la mayoría probablemente hubiera hecho lo mismo ¿es que la condición del ser humano es siempre igual de horrible y faltó empatía incluso entre las víctimas?
A veces se habla de los judíos internos en un campo como una masa homogénea y no lo era. Llevaron allí a todo el mundo: gente de estatus alto y bajo, conservadores y progresistas, religiosos y menos religiosos. Y, como en todo, había gente buena y gente despreciable. El hecho de ser víctima no te convierte en un ser bondadoso.
Dicho lo cual, el asunto de René con Pestek es moralmente complejo. Es comprensible que los prisioneros vieran en él lo evidente: un cabo de las SS, por tanto, un criminal que estaba matando a su familia, humillándolas y torturándolas. Cualquiera que fuera condescendiente con uno de esos criminales, no podía ser bien visto. Y es lógico que así fuera. Lo que sucede es que ellos veían a Pestek como un SS y René probablemente llegó a vislumbrar algo más: el muchacho húngaro sensible metido dentro de aquel uniforme manchado de sangre.
También hay quien decide rezar en momentos de angustia y alguien que comenta "¿rezar a quién? (…) Cientos de miles de judíos llevan rezándole desde 1939 y no los ha escuchado". ¿Por qué crees que se sigue creyendo en Dios incluso allí? Observando esa situación, es más fácil pensar que no existía ningún dios.
Respeto mucho todas las creencias personales. A mí también me cuesta creer en un Dios que permite todas esas atrocidades. Alguien dirá que después del sufrimiento les espera el cielo. No sé si el cielo basta para compensar el dolor de una madre que ve cómo matan a su hijo.
Elisabeth Volkenrath, supervisora de las SS nazi que Dita conoció bien, era polaca. Los polacos, como los gitanos, gays, judíos y disidentes políticos eran presos (se dice que los alemanes mataron alrededor de 1,9 millones de polacos no judíos), pero Elisabeth era una malvada nazi. También hubo judíos luchando en las filas del bando alemán (ver "La tragedia de los soldados judíos de Hitler" de Mark Bryan Rigg) ¿No está esta historia nuestra llena de contradicciones?
Es que las personas somos una pura contradicción. Una guerra hace que esas contradicciones lleguen al paroxismo y todo resulte demencial.
Antonio G. Iturbe charlando con Dita Kraus
(fotografía exclusiva de su archivo personal cedida para Anika Entre Libros)
Tuviste oportunidad de conocer a la verdadera Dita, a la que has dedicado "La bibliotecaria de Auschwitz". ¿Le sorprendió que quisieras contar su historia?
Sí le sorprendió. A ella le parecía que no había hecho nada destacable. Me decía que ella cuidó de los libros porque le mandaron que se ocupara de ellos, si le hubieran dado una escoba, se habría puesto a barrer el barracón. Es una mujer de una humildad extraordinaria.
¿Cómo veías a Dita cuando te hablaba del pasado? ¿La veías enfadada, triste… qué te transmitía tantos años después de los sucesos?
Una entereza que el algún momento se convertía en silencio. Es una mujer muy fuerte, muy entera, pero podía sentir su dolor. La vi más afectada hablando de Berger Belsen que de Auschwitz.
Dita se casó con otro superviviente, de hecho a día de hoy es más conocido que ella porque ya había escrito algunos libros ¿no?
Así es, Otto Kraus. Llegó a ser un escritor notable, un hombre de una erudición y sentido del humor maravillosos. Escribió una estupenda novela sobre el Campo familiar: "The Painted Wall".
Bueno, tú has hecho que hoy Dita Kraus, antes Edita Adlerova, sea famosa. Creo que te ha acompañado en alguna presentación de tu libro ¿es cierto?
Tuve el honor de que viniera a Barcelona a la presentación del libro en España. Incluso a su edad, tuvo la generosidad de hacer el esfuerzo de venir. Es una mujer maravillosa.
Anika con Antonio G. Iturbe
En esta novela -basada en hechos reales- hablas del holocausto, y en tu relato de ficción publicado en "Shukran", de Chernóbil ¿las tragedias humanas son lo que más te interesan a la hora de escribir?
Pues la verdad es que no. No me había percatado de esas coincidencias. Yo llego a Auschwitz no tras la pista del holocausto, sino tras la pista de los libros. Y lo de Chernobil, bueno, fue algo casual: me pidieron que escribiera de algo de lo que no sé nada: muertos vivientes. Y como yo necesito siempre un dato para impulsarme, lo encontré en Chernobil: porque allí la radiación, que mata hasta las bacterias, hace que la carne no se corrompa.
Como lectora de libros que hablan del nazismo te doy las gracias por darme a conocer su historia. Como entrevistadora, te las doy por responder a mis preguntas. Un abrazo.
Gracias a ti por tu interés. Un libro sin lectores es como molino sin aspas.