Entrevista a Alejandro Varderi por "Viaje de vuelta"
Alejandro Varderi (Caracas 1960). Autor venezolano residente en Nueva York. Se doctoró en Literatura Hispanoamericana por la New York University. Ha publicado las novelas Para repetir una mujer y Amantes y reverentes. Entre sus libros de ensayos se encuentran: Anotaciones sobre el amor y el deseo, Severo Sarduy y Pedro Almodóvar: del barroco al kitsch y Anatomía de una seducción: reescrituras de lo femenino.
Trabaja como profesor de literatura y cine en The City University of New York. Como narrador forma parte, entre otras, de las antologías Cuerpo plural y Nuevos narradores del Distrito Federal (FUNDARTE, Caracas). Colabora regularmente en la prensa y publicaciones especializadas de Venezuela y U.S.A.
Hablamos con Varderi sobre su último libro publicado, "Viaje de vuelta" (Tarannà Ediciones). Se trata del tercer volumen de un ciclo narrativo que lleva por título Origen-Final, y donde también se incluyen: Para repetir una mujer, Amantes y reverentes y Bajo fuego (en preparación). Estos libros pueden leerse de forma independiente.
ENTREVISTA
¿Por qué has elegido el tema del exilio como eje central de esta novela?
Para quienes crecimos en la precariedad latinoamericana, donde los países se hunden violentamente a causa del terror político y los avatares económicos, el exilio es un estado natural porque la vida se forja a base de constantes pérdidas: libertad personal o poder adquisitivo al interior de un marco que rápidamente se deteriora; apenas nos descuidamos y el poder nos hurta el país que conocimos.
En mi caso particular el exilio es una vocación y una herencia. Una herencia porque mi padre ha sido siempre un exiliado de su casa, de su familia y de su país; y una vocación porque se encuentra marcado por un desarraigo lingüístico previo al del inglés pues fue el catalán, antes que el castellano, la lengua con la cual empecé a forjar esa memoria que Viaje de vuelta espejea, a partir de la historia de una familia catalana uno de cuyos miembros, en pleno "tiempo de silencio" durante la dictadura franquista, decide exiliarse en Venezuela. De hecho, ello se asocia directamente a mi experiencia personal.
Nací en Caracas pero mis padres me llevaron muy pequeño a vivir a Barcelona, con lo cual no supe de aquella ciudad hasta siete años después. Fue como si me hubiesen escatimado una geografía que no obstante iba creciendo adentro sin darme cuenta; creciendo por detrás de la que acogió aquella edad, vivida fundamentalmente con mis abuelos en el barrio gótico, entre la catedral y la iglesia de Santa María del Mar.
¿Qué relación tiene con el resto de títulos del proyecto Origen-Final?
Para repetir una mujer, mi primera novela, toca como de pasada esos años donde los miedos guardan la forma de una escalera y los placeres tienen que ver con mi fascinación por los paraguas abiertos y el orden dentro de armarios de doble luna; espejos para reflejar mi asombro ante algunos lugares entrevistos del otro lado: el solar frente a nuestra casa donde una vez hubo un edificio que las bombas incendiarias destruyeron durante la Guerra Civil; el claustro de la catedral, testigo del diario ritual de alimentar con pan duro a los gansos creciendo tras las rejas junto a la fuente y los altares; la cascada, el mamut de piedra y la glorieta modernista del parque de la Ciudadela, escenarios de juegos públicos y secretos… las primeras tentativas por ensayar el asombro ante otro cuerpo, otro lenguaje.
La conjunción entre miedos y placeres tuvo su culminación en el sueño. Acostumbraba soñarme cayendo por la escalera que comunicaba el apartamento con la entrada principal, pero siempre despertaba al perder el equilibrio; finalmente caí rodando hasta el rellano, y me llevé por delante macetas y el paragüero: hubo que llevar a componer el mango dorado del de mi tía, así como el tajo que se me había abierto en la cabeza. Al sanar la herida regresamos a Venezuela y entonces un panorama distinto cobró sentido cubriendo con su exhuberancia la precariedad de aquellas cicatrices.
Amantes y reverentes, el segundo volumen de esta saga familiar, se centra justamente en la ciudad de Caracas donde viví parte de la infancia y de la adolescencia. Allí, además de constatar que bajo la luz del trópico los colores podían ser mucho más colores, y que cualquier proyecto emprendido quedaba por lo general inconcluso, aprendí a robar el tiempo para la literatura; primero para la lectura de los clásicos bajo una mata de mangos a la hora de la educación física, después para la escritura: en el laboratorio de inglés, en las clases de contabilidad social cuando estudiaba Economía, o entre un análisis financiero y otro mientras trabajaba en el departamento de fianzas de una compañía de seguros; tiempo hurtado y recuperado, motorizando la doble vida del autor, y que según Kafka tenía como única salida la locura.
Amantes y reverentes recoge, pues, experiencias de los años setenta y ochenta del pasado siglo, cuando los procesos culturales eran sumamente intensos y, a nivel literario, se vivía una época de gran efervescencia en cuanto a la creación de revistas y talleres. En este sentido, yo soy también el producto de un taller literario; de la experiencia compartida de escritura automática, colectiva e individual, de un grupo, un laboratorio de literatura que entre 1976 y 1981 editó una revista (La Gaveta Ilustrada) y creyó, con Lautréamont, que "la poesía debe ser hecha por todos".
¿Cómo has enfocado el siguiente libro: Bajo fuego?
Bajo fuego se devuelve nuevamente a la ciudad de Caracas, desde febrero de 1992, es decir desde el primer intento de golpe de Estado de Hugo Chávez, hasta los primeros años del nuevo milenio cuando, ya como presidente, Chávez ha comenzado a afianzar su "Revolución Bolivariana", además de hacer pública su intención de permanecer en el poder "hasta que el pueblo quiera". Aquí me interesa destacar el modo como los venezolanos viven los procesos políticos y la polarización social que todo ello conlleva.
Nueva York, otra ciudad que espejean los volúmenes anteriores, también está presente en Bajo fuego donde recorro la topografía urbana, antes y después del 9/11, para reflexionar sobre el impacto que, a nivel urbano y humano, tuvieron sobre Manhattan los ataques terroristas.
¿Piensas añadir más títulos a la serie?
Es probable que haya un cuarto volumen pero esto me lo dirá la escritura misma. No tengo un plan previo trazado para otro título; prefiero dejar que sea la escritura la que me dicte el camino a seguir a medida que avanzo en el tercero.
¿Cuánto has puesto de ti a la hora de crear a Nicolás? Da la impresión de ser tu alter-ego.
Mi poética, es decir el discurso que se ocupa del hecho literario aspira a ser, como quería Todorov, un producto del puro lenguaje, contaminado por la historia personal, vivida o soñada pero lo suficientemente lejana ya para que haya dejado de pertenecerme como anécdota, y empiece a interesarme como materia transformable con la cual trabajar, a fin de recrear mi propio pasado o inventar otro. Escribo entonces seducido, no tanto por la fantasía del ser escritor, sino para consignar muchas cosas que hubiese querido tener y ser pero que nunca tendré ni seré; algo así como si la literatura fuese la prueba sensible de no haberlo perdido todo.
¿Te has inspirado en personas y en anécdotas reales, sucedidas a tu propia familia, a la hora de crear personajes o situaciones?
Cada personaje y situación es el producto de mucha gente real e imaginaria. Hago entrevistas, investigo, tomo notas de lo que me pasa y le pasa a quienes me rodean, y voy abriendo carpetas donde, poco a poco, se van perfilando los personajes y las situaciones. Me atrae en tal sentido, la literatura testimonial, la biografía y el diario, que leo con gran interés y también enseño en los cursos que dicto en la universidad.
¿Por qué has optado por el flashback como técnica narrativa?
Estos racontos al pasado me permiten subvertir la cronología de los eventos que pretendo contar. Se rompe así la linealidad histórica, y a mi entender el texto cobra agilidad permitiéndome jugar con el tiempo en su sentido proustiano de Tiempo, es decir, de lugar donde los recuerdos se devuelven hasta nosotros, y la memoria nos permite recobrarlos a través de la escritura, antes de que ese mismo Tiempo se retire del cuerpo y se pierdan para siempre.
¿Por qué razón has mezclado conversaciones o expresiones en catalán con otras en castellano?
Ello es el resultado de ese desarraigo lingüístico del cual te hablaba antes. A pesar de haber vivido por años en Venezuela, en casa siempre usamos el catalán como primera lengua, con lo cual ésta se convirtió en el puente entre las dos geografías. Con Viaje de vuelta he querido rendirle pues un homenaje a la lengua de mis padres, y recobrar el sonido de frases, giros del lenguaje que estimulan mi memoria como un canto.
En cierta ocasión afirmaste: "la finalidad de mi proyecto narrativo es trazar el vivir de la gente en la intimidad. Escribo sobre la gente que, cortando un tomate, piensa en alguien que ama". Me gustaría que me explicaras un poco esto.
Aun cuando me remito con la escritura a ciertos momentos históricos que me interesa destacar, la Historia con mayúscula no me atrae per se: prefiero centrarme en el modo como ella afecta la cotidianeidad de los personajes; relatar esas petites histoires de las cuales estamos hechos todos y que, en el fondo, son las que mueven y alimentan la otra Historia.
¿Qué diferencias fundamentales tienen las familias que protagonizan la novela, por un lado los Ribot y por otro los Grau?
A pesar de que no hay diferencias fundamentales, pues ambas están imbuidas por ese tarannà propio de las familias catalanas, quizás la primera es socialmente un poco más "representativa", en el sentido de que algunos de sus miembros han accedido a los sectores medios de la burguesía, en tanto que los Grau se han mantenido fieles a su condición menestral.
Noto un cierto desencanto en Nicolás y en Maria Eugenia en relación a la Barcelona actual.
Ello se debe a la nostalgia con que ambos evocan la Barcelona de una infancia, real o imaginaria, pero infancia al fin, que no coincide con la surgida con los Juegos Olímpicos del 92; la "Barcelona postmoderna" que, según Vázquez Montalbán, quiere "contener el perfume moral de la perplejidad cultural", es decir, asumir un eclecticismo donde todo cae y todo vale, perdiendo en el camino su identidad histórica en aras del pastiche propio de otras megalópolis. Un proceso por lo demás imposible de detener y, a fin de cuentas, necesario si Barcelona quiere, por un lado, absorber e incorporar al contingente migratorio creciente, y por otro, satisfacer las necesidades de un ciudadano cada vez más exigente y globalizado.
¿Has pretendido hacer una novela triste (en el buen sentido de la palabra)?
No creo en una literatura feliz. Ella, como la vida, está sujeta a los avatares propios de un devenir sobre el cual no tenemos control alguno. Esos "instantes de oro", tal cual llamó Octavio Paz a los momentos venturosos, son muy fugaces. Pensar lo contrario es para mí vivir en simulacro; y vivir en simulacro, como indica la autora venezolana María Fernanda Palacios: "no basta; y hay que darse de ojos con las cosas, hay que dejar que el mundo nos derrote alguna vez en la cara, que la arena soñada nos rompa la boca".
¿Por qué no hay un solo personaje al que le salgan bien las cosas? ¿Por qué esa sensación de fatalidad en todas las vidas de los miembros de cada una de las familias: incesto, suicidio, lesbianismo no asumido del todo, soledad, aislamiento, muerte (por sida, por enfermedad)?
Quizás porque en la desventura, en el fracaso, es cuando emerge nuestra intimidad de la manera más descarnada. Caen las máscaras y nos mostramos tal cual somos: vulnerables, temerosos, a merced de la intemperie y los elementos. Es ahí, en ese punto, donde a mi entender la escritura se hace también más fértil, pues me permite sorprender a los personajes en situaciones que los sacan de la inconciencia en que viven el día a día.
Con respecto a otros libros de tu extensa producción literaria, me llama la atención Severo Sarduy y Pedro Almodóvar. Del barroco al kitsch en la narrativa y el cine postmodernos. ¿Consideras a Pedro Almodóvar más kitsch que barroco?
El barroco como estética del exceso se encuentra ubicado entre el Renacimiento y la Ilustración, y por tanto explica los procesos culturales pertenecientes a ese período histórico. Prefiero mejor hablar del neobarroco, que en nuestra contemporaneidad se apropia de la estética barroca, además de incorporar las manifestaciones de la cultura popular y privilegiar las diferencias tanto sexuales como de género; en tal sentido Almodóvar es para mí neobarroco. Por otra parte, el kitsch, entre otros fenómenos, hace suyos rasgos como el esteticismo, la ironía, la teatralidad y el humor propios de la sensibilidad camp, con lo cual el cine de Pedro Almodóvar también participa de la estética kitsch.
Por otro lado, has escrito también artículos sobre cine y parece que te interesa especialmente el cine de Almodóvar. ¿Cuáles son en tu opinión los elementos más interesantes e innovadores del realizador manchego?
Lo más innovador e interesante de su cine se encierra, a mi entender, en su primera etapa desde Pepi, Luci, Bom hasta Mujeres, por el modo como se remitió de una manera desenfadada y audaz a personajes, temas y situaciones hasta entonces no abordados por el cine español. A partir de ese punto el cine de Pedro Almodóvar se fue normalizando, se volvió más complaciente y perdió su carácter trasgresor, si bien profundizó en la deconstrucción psicológica del melodrama -influenciado sobre todo por el neorrealismo italiano y el cine de Hollywood de los años cincuenta- a través de la exploración de las relaciones familiares y de pareja dentro de la sociedad española contemporánea.
¿Hay en tus novelas alguna influencia del cine que ves o que te gusta?
No encuentro una influencia directa del cine en mi narrativa, pero puedo decirte que sí veo mucho cine europeo, latinoamericano y asiático. El cine norteamericano independiente de John Sayles, David Cronenberg, Todd Haynes, y David Lynch, entre otros, también me estimula por su poder de reflexionar en torno esta sociedad donde vivo y donde, con sus pequeños logros y sus grandes fracasos, mi trabajo literario sigue adelante, aunque siempre con muchos viajes de ida y vuelta.
Pues esto es todo. Muchas gracias.
Gracias a ti por interesarte en mi novela.
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