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moralistas franceses

Ficha realizada por: Joseph B Macgregor

Título: moralistas franceses
Título Original: (moralistas franceses: máximas, pensamientos y caracteres)
Autor: VV.AA
Editorial: Almuzara


Copyright: Introducción de Alicia Yllera
Edición de José Antonio Millán Alba
Traducciones de Salustiano Masó y José Antonio Millán Alba ISBN: 978-84-96968-28-8
Etiquetas:

Argumento:

Autores: Blaise Pascal, Duque de La Rochefoucauld, Jean de la Bruyère, Nicolas de Chamfort, Marqués de Vauvenargues y Joseph Joubert

Reunión de seis ensayos -en un único tomo y en una edición muy cuidada- firmados por los autores considerados dentro del llamado grupo de los "moralistas franceses" cuya obra abarca desde la segunda mitad del siglo XVII hasta el final de la Revolución Francesa aproximadamente (entre los años 1665 a 1688):

Pensamientos de Blaise Pascal
Máximas y Reflexiones diversas del Duque de La Rochefoucauld
Los caracteres o las costumbres de este siglo de Jean de la Bruyère
Frutos de la civilización perfeccionada de Nicolas de Chamfort
Reflexiones y máximas del Marqués de Vauvenargues
Pensamientos de Joseph Joubert

En una época en la que aun no estaba desarrollada ni la psicología como medio para indagar en la mente humana ni la sociología o la antropología para profundizar en la relación del hombre con la sociedad, los escritos de estos "moralistas franceses" vienen a suplir ese hueco aún no cubierto por ninguna disciplina científica o filosófica.

Hay que aclarar que en este caso el término "moralista" no posee el sentido peyorativo ni las mismas connotaciones que suele otorgársele habitualmente. Por lo general, la imagen del moralista aparece asociada con aquel que se dedica a hablar o reflexionar sobre la moral y se dedica a dar consejos o preceptos morales o éticos a los demás. También un hombre moral sería aquel cuya actitud sirve como ejemplo para los demás.

Sin embargo, lo que intentaban reflejar autores como La Rochefoucald, De la Bruyère o Chamfort era todo lo contrario: dogmatizar lo menos posible. De ese modo, para estos ensayistas "moral" no equivalía a un conjunto de normas y principios que toda persona debe seguir para ser un buen ciudadano. Por el contrario, en cada una de las obras incluidas en este libro, podremos comprobar como el interés que movía a estos autores era el de hablar sobre los usos y costumbres del hombre de su época – o al menos de su mismo círculo social: la nobleza y la aristocracia – centrando sus máximas, reflexiones o sentencias en la descripción de vicios y virtudes de la sociedad que les tocó vivir.

Hablaríamos más bien entonces de una "ciencia moral", centrada en el estudio de los aspectos más "costumbristas" o sociales del ser humano, dando a los juicios de valor una menor prioridad y, por supuesto, sin intentar trasmitir ningún tipo de enseñanza moral.

Para ello, estos autores huyen del tratado denso, repleto de extensas o interminables disquisiciones y prefieren cultivar formas breves y fragmentarias (máximas, caracteres, sentencias, pensamientos, etc.) con las que intentan hacer reflexionar a sus lectores, invitándoles así a participar activamente durante la lectura; exigiendo su colaboración. Y para ello, nada mejor que la brevedad y la concisión.

Sin embargo, pese a que en un principio pudiera deducirse lo contrario, estas reflexiones sobre el hombre de la época no estaban hechas a modo de denuncia; es decir: no se intentaba con ello, destruir a las clases privilegiadas ni incitar a la revolución. De hecho, a algunos de estos ensayistas les movían más bien razones de índole religiosa o filosófica más que social.

Así, en el caso concreto de Pascal, sus Pensamientos surgieron en contra de la doctrina de los jesuitas y apoyar las tesis jansenistas. Estos últimos defendían -en contra de la idea jesuita- la austeridad, el retorno a las Sagradas Escrituras, a los Padres de la Iglesia, la defensa de la filosofía agustiniana (la creencia por tanto del Pecado Original o de la Gracia Divina) y al parecer Pascal estaba muy de acuerdo con ellos.

Los "Pensamientos" forman parte de una obra incompleta ya que se trata en realidad de una serie de apuntes y anotaciones que Pascal tomó con objeto de elaborar un tratado definitivo, "Apología de la religión cristiana", con el que trataba de defender las tesis anteriores o, en otras palabras, concluir que la religión cristiana es la única verdadera. Por ello, su mayor interés a través de esta obra era intentar convencer de esto a los "incrédulos". Sin embargo, falleció sin haberla concluido.

Para Pascal, el hombre es un miserable (en ausencia de Dios) y sólo gracias a la razón podemos ser conscientes de nuestra miserabilidad. Por otro lado, afirmaba que el ser humano es incapaz de crear una moral universal sin la ayuda divina. Así, cuando el ensayista reflexiona sobre los vicios humanos, lo hace para dejar patente que el hombre es débil y contradictorio, se deja dominar por las pasiones, por la rutina, por el amor propio… y en este maremagnum de vicios públicos y privados, Dios es lo único que parece dar sentido al absurdo de una vida miserable.

Enlazando con todo lo anterior, las máximas de La Rochefoucauld se centran en describir la falsedad de aquellas cualidades consideradas como virtudes por los paganos; es decir términos como moderación, castidad femenina, liberalidad, sobriedad, justicia, interés por saber, amistad, generosidad, sinceridad, etc. no son más que simples máscaras con la que las personas escondemos nuestros defectos. Así, para los paganos la amistad responderá siempre a intereses creados, no será sincera. La Rochefoucauld no hace más que poner al desnudo a aquellos grupos sociales que, por aquel entonces, hacían de la falsa apariencia un modo de vida, ya que en opinión de este autor los cristianos estaban exentos de tal cosa ya que sólo este colectivo estaba en posesión de la verdadera virtud, aunque al igual que a Pascal, al autor lo mueve un interés más ambicioso; es decir: ambos no buscan tanto reflejar en sus escritos la época que vive sino hacer un discurso universal que sea de utilidad para toda la humanidad.

También en los retratos o caracteres de La Bruyère se habla de los vicios humanos aunque el autor lo hace a través de la descripción de una serie de personajes reales y conocidos por él, ocultos bajo un seudónimo (los caracteres), que en su opinión resultan representativos de estos (la necedad, la vanidad, la avaricia, la superstición, el capricho, el orgullo, la ostentación, etc.) ya que se corresponden con una serie de tipos humanos (el halagador, el pícaro, el impertinente, el rústico, el complaciente, la coqueta, etc.). Completa estas caricaturas sociales con máximas, sentencias o reflexiones centradas en idéntica temática.

En ese sentido, el texto de La Bruyère es mucho más concreto y parece estar centrado en su entorno más inmediato, lo que no quiere decir que las cosas que expone no tengan una validez universal. Pero hay un interés también por su parte de describir todo aquello que le resulta ridículo y absurdo en los miembros de la alta nobleza o aristocracia que tan bien conocía.

En ese sentido, Chamfort parece coincidir plenamente con La Bruyère ya que en su obra "Frutos de la civilización perfeccionada" comparte con éste esa concepción de la virtud asociada inevitablemente a la falsa apariencia, aunque en comparación resulta un autor mucho más pesimista con el género humano y con un marcado carácter nihilista en sus escritos.

Debajo de esa civilización "perfeccionada", que sirve para dar título a su obra, sólo hay corrupción, competitividad, nula sensibilidad y exceso de vanidad y frivolidad.

Mucho más amable e tolerante con los defectos humanos resultan ser por el contrario el Marqués de Vauvenargues que en sus "Reflexiones y máximas" aboga por la defensa de las pasiones o el amor propio como instintos nada negativos, sino que más bien sirven para potenciar la naturaleza humana, para hacernos mejores. De igual modo, considera la clemencia, generosidad e indulgencia como las virtudes más frecuentes en el ser humano; es decir tiene un sentido bastante más optimista de las personas que el resto de "moralistas".

Por último, los "Pensamientos" de Joubert, reflejan los de un hombre de profunda sensibilidad, que era básicamente un idealista. Sus máximas poseen un carácter más filosófico y poético que las de sus predecesores ya que se centran en teorizar brevemente sobre estética literaria o se trata de sentencias más o menos filosóficas en las que Joubert reflexiona sobre diversos aspectos de la realidad.

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Opinión:

Opino que ninguno de los ensayos, incluidos en este volumen, me parece apto para leerlo en una tarde tonta, ni siquiera en una semana ni en un mes.

"Moralistas franceses" es de esos libros que yo llamo de "mesita de noche", es decir que uno gusta leer antes de dormir ya que lo abra por la página que sea siempre va a encontrar algo interesante, divertido o digno de reflexión.

Básicamente, apenas comparto las tesis de muchos de ellos, sin embargo eso no es óbice para que uno pueda disfrutar mucho con la lectura de estas máximas, pensamientos, reflexiones o caracteres, aunque muchas puedan contradecirse unas con otras o complementarse.

Había en todos estos autores un intento -pienso que bastante conseguido- de hacer participar a sus lectores de sus ideas pero con intención también de hacer arte, de crear literatura de tal modo que en el caso de Le Rochefoucauld podemos encontrar máximas que me parecieron pura poesía:

"Si hay un amor puro y exento de mezcla con nuestras demás pasiones, es aquel que se oculta en el fondo del corazón y que nosotros mismos ignoramos"

"No hay simulación que pueda ocultar por mucho tiempo el amor donde existe, ni fingirlo donde no lo hay"

"Nunca se es tan feliz ni tan desgraciado como se piensa"

También podemos encontrar reflexiones sobre la creación literaria no faltas de razón, por ejemplo en La Bruyère:

"¡Qué suplicio oír declamar enfáticamente un discurso huero, o decir unos versos mediocres con todo el énfasis de un poeta ramplón!"

"Debería gustarnos leer nuestras obras a los que saben lo suficiente para corregirlas y estimarlas.

No admitir consejo ni corrección sobre la propia obra es pedantería.

Es menester que un autor reciba con igual modestia los elogios y la censura de sus obras
"

"Cuando la lectura de una obra eleva nuestro espíritu y nos inspira sentimientos nobles y esforzados, no hemos de buscar otra norma para juzgarla; es buena y hecha por la mano de un artista."

De igual modo, los retratos que hace de los tipos humanos este autor resultan tan válidos como los que aparecían en las obras de Molière, por lo que tienen mucho de sátira teatral también.

Es decir, hay un interés por parte de estos autores de hacer (buena) literatura a la par que hacer reflexionar sobre aquellos temas que los inquietaban, lo cual convierte todos estos ensayos en textos que hay que paladear sin prisas para ser gozados en total plenitud.

Joseph B Macgregor

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