chicos que muerden

Opinión:

A raíz del éxito de la saga “Crepúsculo” de Stephenie Meyer, la literatura juvenil se ha visto inundada por cientos de vampiros lánguidos y blanditos que no hacen más que enturbiar un mito legendario. Desde entonces me he preguntado cuándo alguien tendría el valor de tomarse a risa todas esas obras, dar un giro y que lo disfrutáramos; “Chicos que muerden” es el que se ha atrevido.
 
Divertidísima historia la que nos ofrece Mari Mancusi y que inicia la saga Círculo de Sangre. Desde el principio queda marcado el tono de la novela: que te muerda un vampiro es un asco, pero que encima sea porque te ha confundido con tu hermana gemela, apesta todavía más. En esta historia no mola ser vampiro, el que te persigan para clavarte una estaca en el corazón no tiene nada de riesgo aventurero, los góticos que quieren ser vampiros necesitan que alguien les coloque el cerebro en su sitio, y el hecho de beber sangre da asquito. La trama entera es una especie de parodia, mezcla de esas novelas vampíricas romanticonas y bobas mencionadas al principio y de Buffy Cazavampiros, aquí nada es serio. Sunny quiere volver a ser humana porque el macizorro del instituto le pone –¡y mucho!-, Bertha la Cazavampiros es una adicta a la comida basura a la que le salen los michelines por la cintura de sus pantalones de cuero, el jefe supremo de los vampiros, Lucifent, es una ricura... de niño de 6 años, Magnus, el vampiro culpable de este embrollo, lleva mil años esperando a transformar a una humana y le toca cargar con una petarda, Rayne, la hermana gótica de Sunny, ha hecho un curso avanzado para convertirse en vampira y escribe un blog sobre ello, y los guardianes del Santo Grial son unos druidas emporrados que recuerdan a Gandalf en horas bajas; toda una hilarante galería de despropósitos que hacen que “Chicos que muerden” sea a los vampiros lo que “Monster High” de Lisi Harrison es a los monstruos.
 
La novela está escrita con un lenguaje muy sencillo y actual, plagado de expresiones en boca de cualquier adolescente del momento, mención especial merecen los monólogos que Sunny mantiene con ella misma, graciosos, caóticos, y capaces de hacerte reír a mandíbula batiente. A la altura de esta manera de expresarse y del tono del libro, está el romance que encontramos en el desarrollo –es LIJ, es casi obligado que haya una historia de amor-, una especie de ni contigo ni sin ti muy simpático y nada cursi porque a Sunny le repelen ese tipo de cosas.

El aderezo final es una sorpresilla muy bien guardada que, a buen seguro, dará mucho juego en sucesivas entregas, nos llevará a un cambio curioso en las características de los personajes, y nos llevará a conocer más de estos vampiros que se fríen como una salchicha si les da la luz del sol.
 
Así que si odias “Crepúsculo” hasta el infinito y más allá, si te gustan las novelas con vampiros descarados que se van de fiesta a macroconciertos Londinenses, si lo tuyo no son los dramas lacrimógenos, o simplemente quieres pasar un rato entretenido y muy divertido, “Chicos que muerden” es la novela que estabas esperando.
 
Patricia Rubiera