LA MADRE OSA DE BALTIMORE
Dedicado a todas las madres en su
día
Esta semana daba la vuelta al mundo la imagen de una mujer
propinando tortazos a su hijo adolescente en medio de unos
tremendos disturbios en la ciudad norteamericana de
Baltimore, durante las protestas por la muerte en extrañas
circunstancias el pasado día 19 de abril de Freddie Gray, un joven
afroamericano que se encontraba bajo custodia policial.
Las cámaras de TV no enfocaban los enfrentamientos entre
manifestantes y antidisturbios, sino que seguían sin perder detalle
la terrible bronca que una madre enfurecida estaba echando a su
hijo al que, camuflado con una capucha y una máscara, había
reconocido tirando piedras a la policía mientras veía las noticias
en su casa. La mujer no lo pensó dos veces y se lanzó como
una madre osa a proteger a su cachorro y se metió en medio
de la refriega sorteando palos, cargas y pelotas de goma con el
único fin de sacar de ahí a su vástago antes de que fuera alcanzado
por una bala, acabar detenido en la comisaría por vandalismo, o
algo mucho peor.
Las imágenes no tienen desperdicio, la madre le arrea al
muchacho de dieciséis años repetidos cachetes en la cabeza, a la
vez que intenta quitarle la capucha y le grita de todo menos
bonito, mientras el chaval, que seguro que a quien menos se
esperaba encontrar en medio de la batalla campal era a su santa
madre, accede anonadado y cabizbajo ante tremenda bronca y se aleja
del lugar delante de ella sin creer lo que le acaba de pasar.
Esta mujer de Baltimore, Toya Graham, madre de otras cinco hijas,
dijo después a los medios que no se arrepentía de lo que había
hecho, que Michael es su único hijo varón y su instinto y
su deber era protegerlo y enseñarle que lo que estaba
haciendo no era lo correcto. "No quería que se convirtiera
en otro Freddie Gray", aseguraba. Además añadió que, harta de
conocer de primera mano los violentos altercados que desde hace
muchos años vive la ciudad en la que reside, asolada por la
precariedad laboral y el racismo que se ceba sobre todo en los
jóvenes negros, "cometer actos vandálicos frente a la policía no es
justicia".
Imagen: USMAGAZINE
La escena se vio en todo el planeta y a Toya Graham ya se
la considera La Madre del Año. Pero no han tardado las
voces discordantes y las críticas en aparecer poniendo los peros
por el hecho de aplaudir un comportamiento materno que podría
considerarse de maltrato. Cuando desde muchos ámbitos incluso
jurídicos dar una bofetada a un hijo es un delito, la actitud de
esta mujer, sin embargo, se ha alabado y se ha puesto como un
ejemplo de buena madre, incluso desde la propia policía de
Baltimore.
Visto así en seco, y desprovisto de todo condicionamiento
humano, emocional y circunstancial y con la frialdad de las leyes,
se podría decir que la paliza que le da la madre a este hijo en
plena calle podría constituir, efectivamente, un delito de
maltrato. Por mucho menos de eso, a padres les han caído a aquí en
España penas de alejamiento de sus hijos. Sin embargo, y aunque la
violencia jamás debería estar justificada, el comportamiento de
esta madre osa resulta fácilmente disculpable y entendible. Y desde
luego lo que hizo no puede considerarse maltrato, al menos
eso es lo que aseguran personas que sí han sido víctimas reales de
malos tratos infantiles y violencia de género. "Mi padre nunca me
pegó por meterme en una manifestación donde podía acabar con la
cabeza abierta" -me comentaba un amigo que sufrió palizas y malos
tratos sicológicos en la infancia- me pegaba en casa por la mayor
de las tonterías como sorber la sopa o mancharme la camisa. Todos
los días. Cualquier excusa valía".
En un país como Estados Unidos donde la policía no se anda con
tonterías y te mete un balazo por sacar el paquete de tabaco del
bolsillo y alega sin pudor haber actuado en defensa propia, donde
los derechos de los negros a estas alturas aún se siguen
pisoteando, donde ya van varios detenidos afroamericanos que
mueren por palizas de los agentes (eso sí son palizas y no las
collejas de esa madre osa), y las manifestaciones antirracistas se
suceden día tras día con extremada violencia con cientos de heridos
y detenidos, es normal que a esta pobre mujer le diera un ataque de
nervios al ver a su retoño haciendo oposiciones a cubrir una plaza
en Guantánamo por apedrear a la policía, y saliese de casa como un
Tyranosaurus Rex a querer arrancarle la cabeza y sacarlo de allí a
patadas.
Hay quien en un intento de criminalizar a la madre ha
sugerido que hubiera sido más razonable haberle cogido del brazo e
invitarlo amablemente a irse del lugar. Claro, y Papá Noel
existe.
Si eres un adolescente afroamericano de dieciséis años agobiado
por un futuro negro e incierto, y tienes delante de ti a los
antidisturbios con lanza pelotas apuntándote y la posibilidad de
tirarle ladrillos y piedras junto a los colegas, y ves a tu madre
con una sonrisa invitándote a marcharte a casa le dices, "ya voy,
mamá, después de que le abra la cabeza a ese madero". Pero si
aparece tu madre echando fuego por los ojos y espuma por la
boca, lanzando alaridos y collejas como zarpazos, yo al menos
tendría bastante claro lo que me asustaría más.
No hay nada más esclarecedor y honesto que ponerse en la piel de
los protagonistas de los hechos y pensar qué haría uno en su lugar.
No se trata de doble moral, no se trata de defender los
azotes como método de educación, que nunca lo son, se trata de ver
las cosas con sentido común y con la sensatez de ser madre, madre
osa, madre protectora, y sentir el terror real de ver cómo a tu
hijo se le puede fastidiar la vida en dos segundos por jugar a ser
un héroe, los que tarda una bala entrar en su cabeza
adolescente.
Hay que ser madre, o al menos ser una persona que tiene los pies
en la tierra, para entender a la madre de Baltimore y tener la
completa seguridad de que en ese momento hizo lo mejor que pudo
hacer por su hijo.
Luz
Bartivas