Amo a los novelistas que se juegan el cuello en cada línea. Que
agarran al lector por las solapas y lo alzan en el aire mirándole a
los ojos. Que también agarran a Lovecraft por y lo alzan en el
aire. Con cierta ternura. Que crean una página gloriosa
describiendo el impacto de una bengala contra la cabeza de la merca
(para entender esto hay que leer la novela). Que en 2013 escriben un western con
pistoleros e indios pero sin pistoleros ni indios, y lo bautizan
western boreal. Que prestan al lector un potro desbocado sin silla,
por si se atreve. Que llenan de llamaradas el cielo. ¿O es que no
lo veis arder? El cielo está ardiendo desde esta noche. Arde de
noche y de día y cuando no es de noche ni de día. Emilio
Bueso. El mundo en un puño y, en el puño, esta
novela.
Fernando Marías