Cuento 1.
ADA
Cuando se tiene ocho años, las tardes son lentas, y a veces,
cuando hay que coser y que bordar, se hacen interminables. Ada
levanta la cabeza de la tarea, mira por la ventana e intenta que el
tiempo pase lo antes posible antes de la merienda.
Entonces, escucha ruido en la puerta. ¿Es un caballo? ¿Puede ser
ese caballo pinto que monta su padre, y que le mordisquea la manga
del abrigo cuando se despiden?
Ada vive con su madre, y, por razones que pertenecen a los
mayores, y que no comprende (ella piensa que porque nadie se ha
preocupado por explicárselas) su padre no la visita a menudo. Para
compensar, cuando aparece le trae dulces, juguetes mecánicos y
vestidos y zapatitos dignos de una princesa. Aparte de esos
momentos de felicidad, parece tener asuntos más importantes de los
que ocuparse. Ada lo entiende, a medias. Ella sabe el día, que
prometía ser aburrido, se ha convertido en algo distinto y
brillante. Se alegra tanto solo porque su padre haya aparecido que
comprende que se lo rifen los mayores.
Esta vez su padre la abraza, y no le da ningún regalo. Ada
observa a su padre, el famoso y admirado poeta, y le parece el
hombre más guapo del mundo. Es Lord Byron, el poeta que todo el
mundo lee en Inglaterra. Se sientan en el jardín, con las manos
enlazadas, y Ada protesta cuando el le tira de una trenza.
-¡Papá!
-Calla, no protestes. Tienes que acordarte muy bien de este día,
¿Entiendes, Ada? Cada detalle es importante.
-¿Por qué?
-Porque cada segundo se va para siempre. A veces desperdiciamos
el tiempo sin darnos cuenta de que en cada momento están ocurriendo
momentos únicos. Mira, cierra los ojos. ¿Escuchas el viento entre
las hojas?
Ada cierra los ojos y presta atención.
-No oigo nada.
-Esfuérzate.
Entonces el viento comienza a acariciarle el pelo, a silbar
junto a su oído y a mover las ramas de los árboles.
-¿Dónde estaba el viento antes, papá? ¿De dónde ha salido?
-Ya estaba aquí, ha soplado durante toda la mañana. Pero sólo ha
existido de verdad cuando tú has prestado atención.
Ada cierra los ojos y apoya la cabeza en el brazo de su padre.
Le gustaría quedarse así para siempre, abrazada a él, muy lejos de
las riñas de su madre y de la institutriz. Como si su padre le
hubiera leído la mente, le dice:
-Ada, esta vez vengo a despedirme de ti por algún tiempo. Me
marcho a un país lejano, al sur, a Grecia.
Ada ha oído hablar alguna vez de Grecia, un país donde viven los
dioses.
-Vete a por un atlas, te enseñaré dónde está.
Cuando ella regresa, su padre se sienta en el suelo con ella,
sobre la hierba, y le habla de ese país donde él va a combatir en
una guerra. Los turcos amenazan esa tierra, y él quiere defenderla.
Le explica que viaja al país de la filosofía, del cielo azul, del
mar infinito, de los templos blancos.
-Pero en una guerra, papá, pueden herirte. ¡O pueden
matarte!
-Es verdad. Cuando alguien desea algo de verdad, las cosas
pueden salir mal. Yo siempre quise ser soldado - confiesa-, pero me
dijeron que era imposible, ¿ves? Por esto.
Su padre señala su pierna torcida. Ada sabe que ha cojeado desde
niño y que aunque finge que no le importa, no hay que bromear sobre
ello, porque le duele muy profundamente.
-He nadado más que ninguno de mis compañeros, y he sido mejor
que ellos en tiro al blanco y en esgrima, pero hasta ahora no me he
atrevido a hacer lo que realmente quería. Ahora me voy a Grecia a
intentarlo, porque una vida a medias no es vida. ¿Tú qué quieres
ser de mayor, Ada?
Ella no se lo piensa.
-Matemática, como Pitágoras. Me gustan los números, es lo que
más me gusta en el mundo. Pero mamá y miss Lizzy dicen que es
imposible, que una niña debe estudiar, pero que no podré trabajar
de mayor, sino que debo casarme, y que si no obedezco, me mandarán
con la tía Eleonora al campo.
-Serás matemática -afirma enfáticamente su padre, en aquella
tarde ventosa, con un atlas viejo húmedo de rocío en el suelo.
Ellos no lo saben, pero esa será la última ocasión en la que el
poeta y la futura inventora de la calculadora se vean-. Te ordeno
que seas matemática. Nunca permitas que te digan que hay algo
imposible, sólo porque quienes te lo digan sean unos cobardes.
--LORD BYRON fue uno de los poetas ingleses más importantes del
siglo XIX. Pertenecía a una familia noble que le dio una vida
acomodada. Sus poemas le dieron una fama que ahora compararíamos
con la de una estrella musical. Era un hombre muy atractivo y un
gran deportista, aunque tenía una cojera desde la
infancia.
Lord Byron vivió apasionados romances, y tuvo varios hijos, uno de
los cuales fue Ada. Viajó por toda Europa y cuando supo que los
griegos se rebelaban contra los turcos, decidió apoyarles, hasta el
punto de que fue nombrado Comandante en jefe de su ejército. Murió
muy joven, sin haber llegado a entrar en batalla, y a su entierro
en Londres acudió toda la ciudad para despedirlo entre
lágrimas.
-ADA BYRON fue la única hija legítima de Lord Byron. Sus padres
se separaron cuando ella tenía un año, y aunque su madre trató de
impedirlo, Ada adoró a su padre y mantuvo siempre un afectuoso
trato con él. Fue una joven encantadora y guapa, muy popular en
sociedad, que se casó joven pero nunca dejó sus estudios. Fue la
primera inventora de un lenguaje de programación, y la precursora
de las máquinas analíticas que darían lugar a la calculadora y al
ordenador. Murió joven, y está enterrada junto a su padre en
Londres.
Espido
Freire