"ENCUENTRO EN
ELEUSIS"
Álvaro Bermejo
Fiel a su costumbre, Fernando fue el primero en subir a
acostarse. Poco le importó a Jorge. La noche bajo las estrellas
invitaba a soltarse a cantar. Afiló su perfil de tenor wagneriano y
entonó un Marechiare que hizo bajar a las chicas al patio. Antonio
alistó su cámara: noche de san Juan, comienza el verano en
Castilfrío. Con gin-tonics, pero también con mantas. La risa se nos
contagió a todos. Parecíamos un remake de la rabelesiana abadía de
Thelema -"haz lo que quieras"-, cruzado con las liturgias de
Eleusis, en honor a los viejos dioses.
Cuando Fernando Sánchez
Dragó concibió la idea de replicar en el alto llano numantino
el legendario círculo hermético fundado por Hermann Hesse y Carl G.
Jung en Montagnola, sabía que emprendía un viaje hacia lo
desconocido. Avanzó un epígrafe cargado de resonancias iniciáticas,
Encuentros en Eleusis, y convocó a sus amigos para hablar del
autoconocimiento. Su viaje hacia lo desconocido implicaba un viaje
a la Gnosis, pero también una utopía.
Desde entonces cada encuentro se salda con un lleno total
colmado a partes iguales por el nivel de las ponencias y el
entusiasmo de los asistentes. Entre lamas tibetanos y expertos en
Shiatshu, por aquí han pasado maestros de meditación como Ramiro Calle o Francisco
Seivane, librepensadores como Luis Racionero,
indagadores esotéricos como Javier Sierra, trovadores de la talla
de Aute. Si la
Soria mágica marca su epicentro, sus capítulos pueden desplazarse
hasta Xauen o Camboya. El próximo nos llevará hasta el corazón de
la Gran Pirámide, pero lo esencial de estas citas no son tanto sus
coordenadas como esa atmósfera de fraternidad donde nadie es más
que nadie y todos aprendemos.
No dejo de preguntarme si aquello que debatimos -los relatos
griálicos, el enigma de los cátaros-, nos retrataba como una
familia de prófugos felices, a semejanza de los protagonistas del
Decamerón, o tal vez como unos heterodoxos buscadores de las raíces
del sentido del mundo en un paraje apartado de él, y, sin embargo,
cien veces más vivo que el que discurría en las capitales del
vértigo a esa misma hora.
El carnaval de imputados, el ruido de las batallas
por el poder, ¿aportan algo a nuestra vida? Fernando Sánchez Dragó,
magister ludi de su loca Eleusis, segrega una sonrisa de
gato. Conócete a ti mismo, decían los sabios de Delfos. En el
silencio de la madrugada no podemos dejar de mirar ese cielo
cuajado de estrellas. Así es el misterio de la consciencia,
un astro errante en busca de algún mar.
Álvaro Bermejo
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