Álvaro Bermejo

Los papeles de Pickwick

Literatura tóxica

LITERATURA TÓXICA:

NATILLAS Y JARRONES CHINOS

Álvaro Bermejo

 

El título me venía royendo el tímpano desde que despegué de París: noche de bohemia en el Qartier Latin, con parada en el Cabaret Toxique implementado por una banda de poetas nómadas, sector delirante, en la línea de Louis-Ferdinand Céline y Fréderic Beidbeger. ¿Habrá algo equivalente en nuestras letras? No dejaba de preguntármelo, ya en Madrid, cuando incurrí en el error, craso error, de asomarme al escaparate literario nacional. Torres babilónicas de los últimos premios Planeta: vuelve Amarrosa transmutada en Clara Sánchez y, ¡horror!, otra ministra que escribe. Poco me faltó para confundir la ópera prima de Angelines González-Sinde, "El buen hijo", con lo último de Zapatero, y ambos con cualquiera de la catarata de memorias a medio camino entre las natillas grumosas y lo directamente excremental que intoxican el panel de novedades.

 

Pedro Solbes y Alfonso Guerra, José María Aznar y Miguel Ángel Revilla, salen de las cloacas de la Historia en plan Soy leyenda para decirnos que los buenos hijos fueron ellos, precisamente ellos. Nada que ver con ese estilo memorialístico británico, no citaré a Winston Churchill, cuyo timbre de honor consistía en quemarse a lo bonzo ya en la primera página. Pero, para natillas genuinamente purulentas, lo último de Naty Abascal -100% Naty-, donde la Morticia High Style del difunto Duque de Feria emerge del ataúd para revelarnos sus secretos de glamour, al estilo Carmen Lomana: "sería una frivolidad por mi parte donar a los pobres alta costura".  Bravo por la momia mejor vestida de la pasarela. Con eso y unos manolos ya ha puesto en su lugar a la infame Maria Antonieta, cuando, al verse asaltada por una turba de hambrientos, dejó aquella frase para la historia del humanitarismo detrítico: "¿Que no tienen pan? Pues que les den croissants".

 

Así está el panorama nacional: librerías saturadas de natillas y jarrones chinos. Las primeras empalagan, los segundos molestan en todas partes. Mala solución evacuarlos por la vía literaria. A este paso las librerías acabarán confundiéndose con retretes públicos para casos de urgencia, agravados por el colon irritable que parecen sufrir el conjunto de nuestras celebridades. Ya hasta Mario Vaquerizo -ese emblema de la Pléiade megaprogre, sector Santillana-, ha resuelto su orientación sexual leyendo a los clásicos: hace un par de semanas casi se hace un hueco en Babelia tras asistir a la presentación de un libro escrito por Piqué padre, el yerno de Shakira, para dejarnos bien claro que lo más plus pasa por cruzar a Camus con Kesha y cantar a dúo My crazy beatiful life.

 

Tanto quejarnos de que no se lee y nuestras celebrities embarcadas en este viaje al fin de la noche que, a fin de ejercicio, dejará bien alto el pendón Wert de índices de lectura en nuestro país. Si es que somos unos ingratos. Solo la envidia y el resentimiento nos impiden reconocer que se lo debemos todo a Jorge Javier Vázquez y a Belén Esteban, pues son ellos y no nosotros -mucho menos vosotros-, los que definen la altura intelectual de esta España rutilante  -¿quién dijo garbancera?-, y ultraposmoderna que se va a comer el mundo. Lo dijo Madame de Staël a propósito de Robespierre: "sus rasgos eran innobles, sus venas eran de un color verduzco, profesaba sobre la desigualdad de las clases y de las fortunas las ideas más absurdas".

 

Escritorzuelos de mierda, lectores de este blog con tantas y tan vanas pretensiones, ¿qué os creéis? Jonathan Franzen descubrió la fuerza tóxica del lenguaje, como una revelación, tras su paso por el club de lectura de Oprah Winfrey. Aquí aún no hemos leído debidamente ese maelstrom de Françoise Sagan -Toxique-, donde narra su cura de desintoxicación como morfinómana,  probablemente tras haber tenido un sueño premonitorio en el que se vio leyendo 100% Naty. ¿Necesitaría sentirse al borde del coma etílico para poder apreciar el valor de la literatura excremental?

 

Lo profetizó Louis-Ferdinand Céline: "Vuestra democracia, vuestra cultura, vuestros valores, no son más que los de una oligarquía de mierda". Y de natillas, le faltó por decir, natillas envasadas al vacío en jarrones chinos. Es justo lo que predicaban aquellos hipsters del Cabaret Tóxico: la literatura del futuro será tóxica o no será. Es lo que define el gran momento español: Estamos a un paso de hacer realidad el postscriptum de Bagatelas para una masacre, y nosotros, sin enterarnos. 

 

 

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