Tristeza
Nada mejor en esta época navideña que bucear en "El Elogio de la
Sombra", un ensayo literario del japonés Tanizaki
(1886-1965), editado en Siruela.
"El Elogio de la Sombra", tal y como parece vislumbrarse en el
título del libro, es un cuestionamiento de la luz como poderoso
aliado de la belleza en Occidente. Lo esencial reside, según este
escritor, en la captación del enigma de la sombra a través de sus
modulaciones y el juego de claroscuros que produce.
Tanizaki lo expresa en uno de
sus ejemplos de esta manera: "Lo mismo que una piedra fosforescente
en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya
preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su
existencia si se suprimen los efectos de la sombra."
Un buen motivo, la línea de razonamiento de Tanizaki,
para penetrar el tiempo navideño y su consiguiente metáfora de la
luz. Ir más allá de Tanizaki, sin abandonar el hilo de su
argumentación, para preguntarnos: ¿no será, acaso, el resplandor
propio de Navidad un desencadenante del estado triste en el que se
sumergen tantas personas en estas fechas? Porque, quizá, podría
hablarse de una tristeza que proviene de la luz. Una luz brutal,
que ilumina de golpe las ciudades en la misma proporción en que
elimina el silencio encerrado en el aire. Un silencio contenido en
la oscuridad serena y que habla a la sombra de la llama tenue de
una luminaria encendida por cada existencia. Única, irrepetible,
espléndida.
Por Navidades, los centros urbanos vomitan chorros de luz
eléctrica. Miles de bombillas parecen llorar millones de watios en
una iluminación artificial, chillona, exagerada. Un llanto de luz
rabiosa, gélida y superficial, cuyas lágrimas fosforescentes
estrangulan cualquier visión detenida de los lugares que ocupamos.
Espacios no nacidos para ser contemplados de una sola vez bajo
focos insultantes. Tampoco con objeto de engullir a una multitud
igualada en un consumo frenético y desenfrenado, en la desmesura de
un alborozo tan triste como falso. Entornos más bien hechos de
nuestra biografía incitada a gozar de la sutil y pausada evocación
de las cosas, de la gente, de las situaciones. Estancias donde se
amontonan pérdidas, frustraciones, carencias en el mismo saco de
jubiloso dolor inseparable de la delicia, de la esperanza, de las
ilusiones. Asimismo, auténticos aposentos de misterio, el cual se
va revelando en detalles a medida que es atravesado por la mirada
repleta de sueños. Un par de ojos dispuestos a la ensoñación que
segrega la modesta lumbre indirecta y difusa propagada por las
vidas singulares y discretas. Todo lo contrario del fatuo
espectáculo chorreante de luz en la época navideña. Un tiempo de
imprudente entrega colectiva a la orgía del ruidoso neón. Tal vez,
una parálisis temporal del viaje interior que da nombre a cualquier
existencia. Imposible de mostrarse en ámbitos ajenos a una claridad
incierta, a la penumbra capaz de dar color a las tinieblas.
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Junichiro Tanizaki
Comentario de los lectores:
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