Sugiero leer "La construcción de la torre" de William Golding
Es muy cierto que cuando un lector desea comprar un libro de algún
escritor famoso, del cual no ha leído nada todavía, suele actuar en
consecuencia con los cánones que mandan los antecedentes, ya sean
éstos provenientes de recomendaciones literarias, lista de más
vendidos entre otros, y generalmente se termina cayendo en la obra
emblemática del autor.
Yo entiendo que es un hecho repetido hasta el cansancio el conocer
al autor a través de su obra capital, de su libro estandarte, de su
creación más conocida y famosa. Y no creo pecar por exageración, si
digo que la mayoría de los lectores que en algún momento han
accedido a una obra de William Golding, sin dudas lo han hecho
a través del híper conocido "El señor de las moscas",
film incluido, para mayores datos.
He leído cuatro libros de este Nobel inglés con el cual no me
llevo muy bien, y estimo que no es por culpa del autor; tal vez no
logre comprender toda la alegoría y metafísica que exudan sus
novela, como por ejemplo me ocurre con el precitado "El señor
de las moscas", obra en la cual no he logrado conciliar la
pretendida y tal vez acertada parábola respecto de la requisitoria
opuesta a una educación represiva, que da como resultado la
agresividad criminal, el terror ancestral y el deseo de dominación
de una treintena de chicos en una situación límite, que sobreviven
en una isla desierta a un accidente aéreo.
Pero cuando menciono "La construcción de la
torre", estoy hablando con total convicción de una
verdadera obra maestra, que lamentablemente no ha sido engrandecida
- tal como se merece- por el sistema editorial ni por la crítica,
un libro que por sí solo, puede conferir a su autor la condición de
soberbio y talentoso narrador.
La novela, de mediana extensión, con una escenografía literaria
invariable y casi monocorde, aunque en ningún momento pierde la
sustancia de la gran creación, nos habla de Jocelin, un religioso
medieval que sueña con una orden de Dios, en la cual el Creador le
ordena levantar una torre muy alta, 120 metros lo menos, la cual
debe construirse en la catedral, a pesar de que la antigua iglesia
no tiene cimentaciones ni bases para soportar el peso de semejante
estructura. Alucinado por su misión celestial, Jocelin persiste
incansable, y arrastra a cuantos le rodean a una tempestad de
dificultades, para retar a la gravedad, a la muerte de los
trabajadores y a su propia obsesión.
Esta historia tiene lugar en un ámbito y tiempo determinados en
los cuales se perciben la injusta estructura del régimen feudal y
el poder abusivo de clérigos y abades, que confusamente iluminados
por su pretendido deber de hacer cumplir las decisiones de Dios, no
vacilan en abocarse a obras y hechos que no pueden ser concebidos,
sino a través de un verdadero milagro. Este es el caso de Jocelin.
El dinamismo interno de este hombre se manifiesta en un conflicto
entre lo religioso y lo patológico del alucinado constructor, que
puede ser un santo, un hombre de Dios, un visionario o un soberbio
fanático, un falsario inconsciente. La ambigüedad se extiende hasta
el final de la obra y la narración permanece abierta y no se
degrada jamás en alegoría ni moraleja, cuanto por el contrario,
podemos asistir quizás a la mejor y más aguda metáfora de la
condición humana, escrita por este William Golding, que aquí sí, frente a
este libro estupendo me inclino ante su nombre.
Una obra poderosa, contenida en apenas doscientas páginas que se
recorren con ansiedad en busca del final; un libro que recomiendo
entusiastamente, en especial para lectores formados que suelen
degustar de la gran literatura.
Comentario de los lectores:
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