Sugiero leer "El Evangelio según Jesucristo", de José Saramago
Creo con absoluto convencimiento, que frente a este libro poderoso,
verdadero prodigio de la narrativa ecuménica, estamos ante la obra
capital del vasto y fecundo universo literario de José
Saramago.
El genial escritor, cuyo nombre junto a los de Guimaraes Rosa y Fernando de
Pessoa, constituyen el labrantío indiscutible del cual han
brotado en una expansión de feracidad y opulencia, las mejores
letras de todos los tiempos en idioma portugués.
Autor de formidables obras tales como "Historia del cerco de
Lisboa", "Alzado del suelo", "El año de la muerte de Ricardo Reis",
"Memorial del convento", "Todos los nombres", "La caverna", "Casi
un objeto", "La balsa de piedra", "Ensayo sobre la ceguera", entre
otros, le fue concedido el Premio Nobel de Literatura en 1998, cuya
obtención fue aclamada fervorosamente por la crítica mundial, en
justa reparación a las severas críticas del gobierno portugués y
del propio Vaticano, que llegó a definirlo como "un comunista
recalcitrante" a partir de la publicación en 1991 de "El Evangelio
según Jesucristo". Estos episodios de censura y hostigamiento,
llevaron a Saramago a radicarse de manera definitiva en Lanzarote,
Islas Canarias, donde actualmente reside con su mujer, la
periodista española Pilar del Río.
Ateo por convicción, considerado blasfemo y sacrílego por los
círculos religiosos, Saramago no desconoce la magnitud
histórica del personaje, y lo inserta en los evangelios, como un
ser humano, distante del hombre-Dios autoproclamado y reconocido
por sus seguidores como el Mesías, el Enviado, el hijo del Padre
Celestial en la tierra, a la cual ha llegado para redimirla de sus
pecados a costa de su propia sangre. A partir de la narración
bíblica, relatando en tercera persona, y centrando de modo especial
en las distintas etapas de la vida de Jesucristo, de las que
procuran menor información los textos evangélicos, Saramago nos
muestra un Jesús absolutamente terrestre y despojado del aura de
divinidad que lo eleva por sobre el pueblo de Galilea, nos recrea
al Jesús de la revelación, al Jesús hombre con sus miedos y
dilemas, al hombre gozoso con la delectación carnal que exacerba
María de Magdala, mujer que Saramago "utiliza" para dar a su
evangelio una versión más humana que las transcripciones canónicas
o apócrifas. Es esta mujer quien detiene a Jesús ante la
resurrección de Lázaro, gritando "Qué pecado ha cometido mi hermano
para tener que morir dos veces". Saramago se atreve a enfrentarnos
con un Jesús y un evangelio al alcance de nuestro entendimiento y
muy cercano a nuestra certidumbre. Más allá, muy lejos de la
desnaturalización o la lectura bíblica, el Jesús transformador,
carga sobre sus hombros una cruz construida con el dolor y el
estremecimiento de las revelaciones que le señalan un camino
hinchado de preguntas sin respuestas. Su clamor al Padre se eleva
por sobre los montes de los que sólo recibe el eco, se encrespa con
las olas del mar que no puede aplacar con un simple movimiento de
sus brazos, y su gemir postrero le convierten en un hombre poderoso
y a la vez indefenso, cuya grandeza trasciende con su misma muerte,
con su propia sangre derramada.
Este Jesucristo de Saramago, hijo de Dios nacido de mujer,
es el restaurador del espíritu, el de la condena a la opresión y a
la injusticia, el que cuestiona la ignorancia y el bárbaro
discurrir de los hombres en un mundo que sólo de sus leyes se
sustenta, este Jesús creíble, inseguro y sólido, terrenal y eterno,
muere, renace y vuelve a la vida en la pluma del gran escritor,
para testimoniar su existencia necesaria, la que nos estremece y
nos alienta a la toma de conciencia frente a una figura que ha
cambiado el pensamiento de gran parte de la humanidad. Esta visión
subjetiva de Saramago está revestida con los atributos de lo
natural y lo admisible, porqué en definitiva Jesús, por sobre todas
las cosas, aún por sobre los ortodoxos textos religiosos bíblicos y
extrabíblicos, fue un hombre, un congénere, que amado o rechazado,
vuelve a nuestra presencia con los espíritus inmortales de la
tierra, y pese a la intolerancia y condenación de la Iglesia para
con este libro inconmensurable, no resulta arriesgado proclamar que
a partir del mismo, existe un "evangelio" cuyas consecuencias
pueden revolucionar, conmover o escandalizar al cristiano de
nuestros tiempos. Lo que es seguro, es que luego de su lectura, de
ninguna manera podrá resultarle indiferente.
Obra extraordinaria y perturbadora, necesariamente debe ser leída
prescindiendo de toda connotación religiosa, dejando a un lado
todas las admoniciones y condenas, que el puritanismo y la
hipocresía eclesiástica se han apresurado en proclamar.
Grandiosa, superlativa, única, "El Evangelio según Jesucristo",
nos sacude, nos conmueve y nos lleva irremediablemente al debate de
la fe en el marco de nuestras íntimas convicciones. Su lectura y su
presencia en toda biblioteca resulta una necesidad perentoria e
inexcusable.