Anika entre libros

Semana del libro

Jaume Cordelier, enero-marzo 2009 / Foto: Anika Lillo


Un amigo de Barcelona me cuenta decepcionado que la "Setmana del Llibre en Catalá", que se abrió el 6 de marzo, no se celebra en esta ocasión en el centro de la capital catalana sino que se ha trasladado a Sant Cugat con lo que, según él, se pierden bastantes posibilidades de que continúe sirviendo para lo que fue pensada, es decir, la posibilidad de que durante algunos días los lectores pudieran encontrar algún libro descatalogado o difícil de conseguir en los centros comerciales o librerías.

Ciertamente, no es lo mismo tener que trasladarse a Sant Cugat, que tener los libros en pleno centro de Barcelona, aunque si se tiene interés en buscar algún libro en concreto el esfuerzo tampoco será tanto.

Lo curioso es que no se ha celebrado en Barcelona por los problemas de siempre: las rencillas estúpidas entre los organizadores, los libreros, los autores, las editoriales y algún otro personaje que sólo ve en los libros una forma de hacer Librosnegocio. Esto es lo verdaderamente lamentable y más en un país en el que la afición a la lectura está bajo mínimos, como lo demuestran las estadísticas año tras año.

Es evidente que hace ya varios años que las ferias del libro han dejado de ser eventos culturales para pasar a formar parte de los actos sociales, en los que parece que es más importante ver quien se da un paseo por la misma o si algún elemento de la familia Borbón compra en algún puesto editorial, que saber qué novedades editoriales son apreciables verdaderamente.

Nada me extrañaría que dentro de no mucho tiempo en vez de ocupar las secciones culturales de los medios de comunicación, pasasen a ecos de sociedad, o peor aún, a las llamadas revistas del corazón, con sus titularcillos ridículos: "fulanita nos enseña su última adquisición en la Feria del Libro de Madrid o mengano y zutana se separan por culpa del color de la librería..."

Muchos van a estos eventos sólo con la intención de lograr una buena colección de firmas para presumir, con la absoluta seguridad de que ese libro jamás será leído y, por supuesto, si hay fotógrafos pues mucho mejor. Y el autor posiblemente es consciente de esa barbaridad pero, como tiene que vivir, pues ha de adaptarse.

En fin, no merece la pena insistir en algo sobre lo que otros han escrito mucho más y mejor. Así que mi amigo catalán puede darse con un canto en los dientes por el hecho de que finalmente Sant Cugat se haya decidido a acoger la semana del libro en catalán, ya que por lo menos, este año ha sobrevivido.

 

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