Se escribe para mirar morir una mosca
A veces basta la visión de una
mosca para entregarse con entusiasmo a la escritura. Le ocurre a
Marguerite Duras, quien descubre en su casa una
mosca y a través de la escritura le sigue el rastro hasta que
muere. Lo cuenta en su libro Escribir, en el que
habla de la escritura a la vez que de su vida. Porque para ella una
y otra son la misma cosa. Ha escrito:
Yo soy una escritora, no vale la pena decir nada
más.
Escribir no se hace nunca a dúo, proclama. Ella está sola, escribe
sola y se siente sola. No se recluye en casa como lo hace la poeta
Emily Dickinson de forma permanente en la suya. A
veces sale a la calle, sobre todo de noche, muy tarde, y acude a
cafeterías y bares para conversar y beber. El alcohol es una
compañía ineludible. Nunca falta tampoco en la maleta de
viaje.
También recibe visita en su casa. Escribe que con sus huéspedes
está menos sola pero, a la vez, más abandonada.
Pese a dolerse de su soledad, nunca ha deseado que alguien se
instale en su casa de Neauphle, una mansión de nada menos que 400
metros cuadrados. En el piso inferior dispone de una casita a la
que llama "despensa" y en la que pasa mucho tiempo.
Se escribe para mirar morir una mosca, dice
Marguerite Duras en su libro. Cuenta que, estando
sola en la despensa, envuelta en el silencio, ve y oye de pronto
los últimos minutos de la vida de una mosca común en un muro. Se
sienta en el suelo, quieta para no asustarla. Se ha acercado para
verla morir, pues la mosca corre el riesgo de quedar prisionera de
la arena y del cemento que se depositan en dicha pared debido a la
humedad del jardín. Observa atentamente cómo la mosca se debate
contra la muerte. Pasan diez, quince minutos, y la mosca parece
estar ya muerta, pero, de repente, vuelve a la vida.
Marguerite Duras dedica un amplio espacio en su libro a esta mosca
moribunda que termina expirando a una hora que ella registra en su
obra.
A través de la escritura deja constancia de que ha existido esa
mosca, de la duración y de la lentitud de su muerte, así como del
miedo atroz del insecto. También porque ella la ha mirado y visto
morir, ha podido escribir sobre ello. Y lo ha hecho sin saberlo.
Así escribe:
Sí. Eso es, esa muerte de la mosca se convirtió en ese
desplazamiento de la literatura. Se escribe sin saberlo. Se escribe
para mirar morir una mosca. Tenemos derecho a hacerlo.
Marguerite Duras relativiza, no obstante sus propias afirmaciones
en torno a la necesidad de registrar por escrito los detalles de la
vida. Dice:
Aún la veo, a la mosca, a aquella mosca, en la pared blanca,
aún la veo morir. Primero a la luz solar, y luego a la luz
reflejada y oscura del suelo enlosado.
También se puede no escribir, olvidar a una mosca. Sólo mirarla.
Ver cómo se debate a su vez, de un modo terrible y contabilizado en
un cielo desconocido y de nada.
Comentario de los lectores:
- Se escribe para mirar morir una mosca