Reflexiones y ruegos a una editorial nueva
El pasado 24 de abril asistí como panelista a una charla-debate en
la Feria del Libro de Buenos Aires. El tema central era la
presentación en sociedad de Editorial Otras Letras, primera empresa
editora latinoamericana especializada en literatura de temática
LGTBI, ya con una buena trayectoria como librería on line y, en
breve, inaugurando flamante local en el corazón de la capital
argentina.
Tanto ponentes como público
lanzamos a la palestra diferentes puntos de vista sobre el llamado
"mundo editorial". Desde los tópicos más explícitos
(comportamientos, distribución, contratos, relación con lxs autoxs,
Etc) hasta alguna que otra confidencia sabrosa de experiencias
personales de quienes, mal o bien, llevamos algunos años en
relación con editoriales grandes o pequeñas, especializadas o no,
nacionales o internacionales.
De regreso a casa tomé conciencia
de que al calor de la charla compartida, muy jugosa por cierto, me
había dejado en el tintero (mea culpa, tengo el mal hábito de no
escribir notas cuando me invitan a estos eventos) una reflexión,
más aún, un ruego, que era precisamente aquello que deseaba aportar
como invitada.
¿De que se trata? Pues de un sentimiento que, me consta,
compartimos buena cantidad de autorxs y no precisamente desde la
alegría o el placer. Publiquemos en editoriales multinacionales o
de pequeña magnitud, quienes nos dejamos la piel en el fascinante
deseo de crear mundos de palabras, más que frecuentemente
percibimos una desasosegante sensación de desafecto, cuando no, y
aunque suene un tanto potente, de maltrato.
Y no me refiero solo a peculiaridades tales como el exiguo
porcentaje percibido sobre precio de venta, las irregularidades de
distribución, las liquidaciones de regalías con frecuencia
sospechosas. ¿Cómo probar y dar por bueno sin más que se han
vendido 40, 400 o 4.000 ejemplares de tu obra? ¿De donde proviene
ese infaltable número mágico de "5001" ejemplares vendidos, cifra
harto recurrente en el abono de derechos? ¿Ese "1" solitario qué
simboliza, a cuáles razones responde? ¿Por qué no 5.232 o 5206?.
No, damas y caballeros, son "5001". Caramba con la insistencia ¿Se
trata, tal vez, de un cálculo a voleo, una recóndita trampa, una
cábala esotérica?.
Y más. ¿Por qué se nos descuenta de las magras ganancias los
ejemplares deteriorados cual si fuera culpa nuestra esa librería
que ha sufrido una inundación y devuelve a la editorial X número de
libros empapados, o la avería del camión de la distribuidora que
encharca de aceite Repsol buena parte de su mercancía?.
Sería largo y prolijo enumerar la cadena de pequeñas (pero grandes
por sumatoria) afrentas que padecemos la mayoría de autorxs por
parte de de ciertas editoriales con sus preceptivas excepciones,
claro está. Porque las hay, y constituyen un oasis bienhechor en
esa suerte de desbarajuste incoherente donde el último orejón del
bote es paradójicamente el motor de la cadena financiera y
comercial: quienes creamos y proveemos la materia prima
esencial.
Porque también es humillante enviarle a tu editor/editora un buen
número de mails o realizar costosas llamadas telefónicas y recibir
la callada por respuesta, mendigar la liquidación semestral o anual
de regalías según marca el contrato firmado por ambas partes y
tampoco tener respuesta, u obtenerla meses después. Que te
soliciten, todo mieles y elogios, un manuscrito para "estudiar su
eventual publicación, sería un honor contar con Ud. en nuestro
catálogo", enviarlo con lógica expectativa...Y ya no saber más nada
sobre el destino del mismo, porque ese quien "mieles y halagos" no
está, o sigue estando pero cuando procures interesarte por la
"marcha del proceso de estudio del departamento de lectoría" habrá
olvidado que alguna vez te amó y entonces…¿Para que contestar mails
de cualquiera?.
Como toda generalización, soy consciente de que estas jeremiadas
largamente contrastadas entre colegas admiten muchas excepciones y
hay empresas modélicas en su trato con sus autorxs, pero no son
mayoría, lamentablemente. No entendemos tampoco por qué no se
distribuye ni se vende (¿Por qué, pues, lo han publicado?) y otros
enigmas de difícil decodificación. Solemos, entonces, arribar a un
estado tal de confusión que ya no sabes siquiera si eres la autora
o autor de tal libro porque éste se ha evaporado hacia alguna
galaxia ignota y tú sin saberlo, verlo ni beberlo. O está, se vende
como churros pero ya no es tuyo y no te pagan regalías. O se vendió
pero no se vende pero se venderá, tal vez, en Santillán de lo Alto
en algún momento de algún año.
¿Y qué decir de las "editoriales Guadiana", esas que hoy están, te
editan, mañana bajan fulminantemente la cortina sin decir agua va,
tu novela queda anonadada en el "Limbo de Los Libros no
Bautizados", pero, abracadabra, y para tu pasmo, meses después ahí
lo ves tan campante a la venta por Internet en librerías de
Bucarest, California o Barcelona? ¿Y mis derechos de autoría donde
están, quién se los embolsa si ya no hay editorial, ni relación
contractual, ni tan siquiera una coqueta misiva tipo "fue muy
bonito mientras duró pero chica, la vida es breve"? ¡Esto es un
agujero negro, Stephen Hawking!
Por tanto, (y por fin entro en harina) a una editorial nueva le
pediría que cuide, apoye, mime y respete a su razón de ser: las
escritoras y escritores que dan sentido a su existencia como
empresa. Somos su principal y máximo capital. Les propondría que su
norma de oro sea la cordialidad, el respeto por la persona y por
los términos del contrato firmado. Que su preocupación central sea
el bienestar de sus autorxs. Más que ganar dinerales en ventas (lo
cual, seamos realistas, es bocado para pocos y ya nos gustaría) nos
importa y mucho percibir el justo valor y aprecio como seres
humanos.
A una nueva andadura editorial le rogaría, además, y con especial
énfasis, que retome el antiguo arte, tan en desuso, de la buena
educación. Las dudas se solventan, los problemas se resuelven de
común acuerdo, las deudas se pagan, las liquidaciones de derechos
no se falsean, los libros editados se venden y distribuyen
correctamente, la promoción de las obras ha de ser la prometida y
si más, tanto mejor. Las cartas, mails y llamadas telefónicas se
retribuyen con la debida cortesía. Esto se llamaba y llama buena
educación y respeto por lxs demás. Muy en especial cuando "demás"
somos nada más y nada menos quienes engrosamos sus arcas.
Le auguro y deseo el mejor de los éxitos a la nueva editorial
Otras Letras, y me dice la intuición que sus dueñxs comprenden y
comparten estas premisas, en tanto a mi experiencia personal se une
la de tantxs autorxs con mucha más calle en estas lides que mi
modesta persona y quienes, si no fuera porque la pasión puede más
que nuestra voluntad, abandonaríamos la literatura en busca de
ocupaciones más lucrativos y mucho más acordes con el buen
entendimiento y la normalidad que deben regir entre seres
civilizadxs, cualquiera sea su cualidad en forma y fondo.
Comentario de los lectores:
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