Presentación de Los soldados de Cataluña, de Eduardo Mendoza, en Barcelona
Desayuno de prensa por la publicación de "Los soldados de Cataluña", de Eduardo Mendoza, en Barcelona, 20 de abril de 2015, organizado por la editorial Seix Barral.
El lugar escogido era una sala interior de la librería LAIE situada en Pau Claris, 85. Las 11 de la mañana un buen momento si no fuese por los golpes, sin ritmo ni gracia, que se transmitían desde el edificio contiguo. Dado el ambiente literario, alguien dijo que podría tratarse de un escritor que hubiese sido emparedado. Entre tanto, nuestra anfitriona por parte de la editorial, Ana Turón Jiménez, hizo cuanto pudo para que estuviésemos a gusto y predispuestos con buen ánimo hacia la presentación.
Un revuelo entre los asistentes marcó la llegada de Eduardo Mendoza. La terraza, que constituía la comunicación entre la sala con el resto de espacios, se llenó enseguida con los fotógrafos de prensa y algunos aficionados, como es mi caso, para captar la imagen de un Eduardo Mendoza sonriente y entregado a su público. Como el frente estaba completo, me fui por los lados a fotografiarle. Al poco estuve acompañado por alguno de los profesionales; supongo que me había adelantado en coger una buena posición.
Tras las fotos nos situamos de nuevo en la sala. Inició la presentación la editora Elena Ramírez con el contraste entre los informes de la censura y la sugerencia sobre el cambio del título original, "Los soldados de Cataluña", por otro más acorde con el contenido de la novela.
Pronto, Pere Gimferrer, el otro editor de Seix Barral, marcó el ritmo de la presentación, incitando con sus comentarios las intervenciones de Eduardo Mendoza.
Como consecuencia del primer informe de la censura, entre la editorial y el escritor barajaron otros posibles títulos, entre los que destacó otro distinto al definitivo y del que Pere Gimferrer se acordaba muy bien: "Puños y besos".
Si bien este último produjo risas generalizadas, la opinión preponderante entre los asistentes era poco proclive a aceptar su utilización para esa novela. Tampoco para ninguna que fuese medianamente seria.
Entonces apareció la pregunta sobre el título original: ¿de dónde venía, cuál era su origen? A eso Eduardo Mendoza respondió que venía de una copla, aunque era mas conocida por una típica rondalla infantil que empezaba "Quiero ser tan alta como la Luna". A algunos de los presentes les sonó como algo exótico, normal por su edad; otros en cambio la teníamos todavía en la memoria, sino completa, sí esa parte. Aunque también es cierto que costaba afirmar a qué guerra se podría referir, en lo que sí coincidíamos es en que se había hecho popular tras la Guerra Civil Española.
Realmente, aparte los temas de la novela, el tema principal era el cambio del título y, en paralelo, la dificultad de encontrar cada vez uno adecuado, reconocida por el propio Eduardo Mendoza, que adujo que también a él le costaba mucho dar con esas palabras que otorgan la identidad a una novela.
Al interesarnos por aquellos tiempos en que la escribió, Eduardo Mendoza dijo que tal vez por tener 26 años entonces, se atrevió con esa trama tan compleja. También que al principio era mucho más extensa, pero que como resultado de cada visita a una editorial, iba quitando páginas hasta que llegó a la versión final. Claro que en el interín, algún personaje podía quedar reducido a ser anecdótico y resultar extraña su aparición en un momento dado, para desaparecer sin más.
Tras firmar con Seix Barral se trasladó a Nueva York y residió allí un tiempo, por lo que estuvo al margen del éxito editorial de la novela, ya que solamente había recibido algún comentario de conocidos que le decían que la habían visto en alguna librería. Tampoco las experiencias directas fueron halagüeñas que digamos.
Por momentos se le notaba como la mirada se volvía hacia su interior. Así nos contó que al volver a España y pasar por la editorial para cobrar los derechos de autor, le extrañó que le enviasen al banco, lo que le parecía una molestia innecesaria para la modesta cifra que se esperaba. Con la intención de invitar a sus amigos, llegó al banco y le sorprendió que el cajero, al pedirle que le diese lo que tenía ingresado, le dijese que no convenía ir con tantos billetes encima.
Al conocer la cifra fue cuando pudo empezar a pensar en dedicarse a la literatura como medio de vida, aunque tardó en escribir su siguiente novela, pues primero tenía que superar la presión de haber conseguido el éxito con la primera.
Si ya hubo antes algún momento en que se le notaba la mirada perdida, poco a poco los recuerdos se adueñaban de Eduardo Mendoza, que seguía a medias y un poco a remolque los comentarios y las preguntas de Pere Gimferrer, que no le daba tregua y no soportaba que se hiciese el silencio en la sala.
Si hubiera sido una entrevista personal, para mí ese momento hubiese representado el mejor momento, ese en que la mirada del escritor se hunde en su interior y revive la época en que escribió el texto.
Pero era un acto público y que necesita mantenerse en movimiento para que no se dé por finalizado. Por eso la insistencia de Pere Gimferrer que no daba tregua y parecía que prolongaría la presentación todo lo que le pareciese oportuno.
Finalmente no sé cuánto más pudo durar, se había cumplido mi tiempo disponible y me fui lo más discretamente que pude.
Comentario de los lectores:
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