Premios Planeta 2018 - 1. El planeta de los brownies
Premios Planeta 2018.
Ante todo, los que me conocéis, ya sabéis que mis crónicas son fotográficas y anecdóticas peeero… últimamente estoy muy dispersa. Es como si estuviera "un poquito" abducida, y entre que como poco -y aquí te mueves mucho (bueno, eso los demás, yo no tanto jeje)- y a mí me cuesta centrarme… ambas cosas me han afectado estos tres días en Barcelona. Pero vamos allá, que con todo se puede.
En esta crónica me enrollo menos y voy más a los hechos y a las fotos (una, que va aprendiendo...) ^.^
Esta es la Crónica de los Planeta de los Brownies.
Para el viaje me llevé solo una novela esta vez porque el año anterior no pude ir a causa de tres tendinitis (solía llevar mucho peso), así que me hice con una maleta muy chula (síii, no se podía cerrar porque los perros de mi hermana habían "masticado" un trocito de cremallera) y solamente me llevé "Veinte" de Manel Loureiro. Y con eso y dos móviles iba tan chula. No necesité la cámara buena de otros años, habría sido imposible con mis tendinitis no curadas. ¡Ah! Y otra cosa, llevaba la maleta y el bolso lleno de brownies individuales en paquetitos independientes que están de vicio. Si me veis más gordi no os extrañe, me paso el año zampando brownies (de 2 a 4 al día, tampoco es tanto ahora que lo pienso, pero un michelín sí me ha salido).
Al cambiar esta rutina parece que afectó a otra cosa. Resulta que siempre me llevo libros de misterio paranormal y esas cosas que me flipan tanto, y también suelen ocurrirme cosas divertidas que 'achaco' a espíritus o vete a saber qué, pero que en todo caso son excitantes, divertidas, y ocurren en los hoteles, y este año no llevé libro 'paranormal' y no ocurrió nada (Bueno, tampoco es que sea muy normal la pandemia que se ha inventado Loureiro). Al menos, que yo sepa, no vi ni presentí fantasmas, si no contamos con los de carne y hueso, que tampoco (pasé literalmente de los políticos). Ya os lo he dicho, estoy tan dispersa que soy incapaz de ver fantasmas. Igual es eso, que no vi a ningún político (aunque escuché un apellido y a la mente me vino "Vade retro!").
El viaje transcurrió sin problemas y la llegada al hotel también. Es bonito darse cuenta de que uno forma parte de algo: ya conoces a gente de otros años, te reconocen, te alegras de verlos y ellos se alegran de verte a ti. Pero yo sigo un poco abducida y aún me cuesta abrirme a más gente. Parece mentira, eh… Luego esté con quien esté soy un terremoto, no paro de reír ni de charlar, pero al principio siempre me cuesta. ¿Se contradice no querer llamar la atención con llamarla por propia naturaleza? Ahora entiendo a mi hija pequeña, coño… :/
No os pondré muchas fotos de hotel porque es el mismo de la otra vez, todo lujo y con esos ascensores cabrones que torturan a los que tenemos vértigo. Me decía alguien que quería que le tocara ese ascensor y no lo consiguió en todo el tiempo, y yo, que lo rehúyo, siempre tenía que rezar para que no me tocara. Ah, pero ya sé el truquito: llega, mecagoentóloquesemenea, corro y meto la mano sin entrar (ni mirar) en el ascensor, toco algún piso, saco la mano tirando leches, se va y llamo a otro ascensor. Jeje. Me tocó el 5º piso.
Lo más guachi de la habitación -que es tremeeeeenda, me flipa- era esto que veis en la imagen. Y no era lo único, había otro estante lleno de detalles que podías coger y disfrutar (para gozo exclusivo del paladar). Pero para mí esto era lo más guay: en un cajón una botella de vino -me encanta el tinto- para cuatro, con sus copitas y todo lo necesario para abrirlo y que no esté de adorno. Y la nevera de abajo, tan mona y llena de luz y colores…
¿Lo aproveché? Pues no, que lo cobran luego…
Respecto al hotel, una última cosa que contaros en principio: la enorme puerta giratoria de la entrada en ocasiones se negaba a abrirse si iba yo sola. No es nada raro, pero mandawebs… No voy a crecer más para que me detecte el sensor por mucho que se empeñen las puertas automáticas… (esto me pasa en grandes centros comerciales, farmacias, allá donde vaya; a veces me toca hacer aspavientos para que me detecte ¡qué cuadro!)
Lo más destacable del almuerzo, el aperitivo que nos dan a prensa y medios de comunicación para no caernos desmayados en la rueda de prensa que viene después, fueron estas piruletas. La amarilla era de parmesano -rica pero seca y dura, claro (el parmesano es mi queso favorito)- y luego estaba la naranja que obviamente no probé porque o era zanahoria o era calabaza y ninguna de las dos cosas me volvía loca.
Había otras cosas pero como soy tan sibarita, o me das algo que lleve chocolate y nata o me das algo que se me caiga la baba porque lo demás a veces no puedo ni probarlo. Hacen mezclaíllos, meten cosas raras juntas en canapés extraños de colores, y cuando los tengo delante me dicen que lleva algo que no me gusta y ya me han fastidiado. Resultado: siempre acabo medio muerta de hambre en los premios. Como mujer precavida que soy ANTES de ir ya me comí un brownie en el hotel.
Como coincidí de nuevo con Diego Palacios, que fue mi paparazzi oficial el primer año y me lo pasé tan bien con él, nos hicimos la foto oficial.
Y después del almuerzo vino la rueda de prensa donde como cada año escuchamos casi los mismos datos y los mismos temas, retuiteamos algo que nos llame la atención, y nos dan información de las novelas presentadas al premio Planeta, centrándose en los argumentos de las finalistas (esta parte le tocó a Juan Eslava Galán). Luego hay ronda de preguntas (contestaron José Creuheras (al que siempre le cambio el apellido por Crehueras), Jesús Badenes, Rosa Regàs, Carmen Posadas, Fernando Delgado y Eslava Galán cediéndose el turno para no hablar siempre el mismo aunque no tuvieran demasiado clara la respuesta).
En esta ocasión no se produjeron muchas preguntas pero como no podía ser de otra forma metieron la política (aquí te meten el tema político con calzador, no te libras nunca). Pero este año cada vez que se nombraba a un político o el tema iba sobre tal, yo me dejaba abducir (¿por los extraterrestres?) y mi cabeza se iba a otra parte.
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Comentario de los lectores:
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