Por qué o para qué releer libros
Los devoradores compulsivos de libros nos caracterizamos por ser
bastante despistados, olvidadizos, inquietos… por lo que el
ejercicio de la relectura nos resulta siempre una entretenida
tarea, bastante aconsejable y beneficiosa además para el buen
mantenimiento de nuestro (des)equilibrio mental y emocional.
En primer lugar, a mí al menos, me ayuda a saber cuánto hemos
cambiado los libros y yo. Un ejemplo claro de esto que digo lo he
experimentado esta misma semana durante la revisión de "Muerte en
Venecia" de Thomas
Mann.
La primera vez que leí esta novela, durante mi adolescencia,
recuerdo que no me provocó excesivo apasionamiento. Por aquel
entonces, para que una historia me interesase debía tener sobre
todo una buena trama, entretenida, en la que pasaran muchas cosas.
En ese sentido, la obra de Mann me pareció que se ponía interesante
demasiado tarde (durante los últimos capítulos) y que hasta llegar
a ese momento, la narración no sólo se me antojó poco emocionante
sino tremendamente aburrida también. La lectura de este libro
resultó una experiencia literaria bastante decepcionante para mí,
una desilusión; un libro del que no guardaba demasiado buen
recuerdo hasta este momento, en la que la cosa ha dado un giro de
180 grados.
En el año 2007, "Muerte en Venecia" se ha convertido para mí, de
modo inmediato, en una de las obras más apasionantes y emotivas que
he tenido oportunidad de leer en toda mi vida. He experimentado que
una conexión increíble y una identificación casi total con el
personaje protagonista: Otto Von Aschenbach. Como él, estoy
obsesionado con La Belleza y la busco en las personas y las cosas
como un modo de escapar de la decadencia / mediocridad con la que
me tengo que enfrentar cotidianamente. En ese sentido, mi libro
está repleto de párrafos subrayados, algo que no acostumbro a hacer
demasiado pero que, en este caso, ha sido poco más que inevitable,
debido al profundo impacto que me producía el descubrimiento de
sentencias tales como:
"… el arte es vida potenciada.
Procura goce más intenso, pero consume más deprisa. Imprime en el
rostro de sus servidores las huellas de aventuras espirituales e
imaginarias y, a la larga, engendra en el artista, por más que éste
viva exteriormente inmerso en una paz conventual, cierta
hipersensibilidad refinada, un cansancio y una curiosidad
nerviosa…"
No encuentro mejor modo, manera más exacta, de definir el estado
anímico que experimento con frecuencia, de un tiempo a esta parte.
Y podría seguir así escogiendo párrafos subrayados con los cuales
me identifiqué profundamente, en mayor o menor medida durante la
lectura del libro.
De igual modo, la muy reciente revisión de "Juan Salvador Gaviota"
de Richard
Bach, que fue uno de mis libros preferidos durante mis años
escolares, parece que ha perdido fuerza y bastante poder de
convicción para mí en la actualidad. Me sigue gustando pero no por
los mismos motivos que antes y, desde luego, la historia no me
parece ni la mitad de bonita que me pareció entonces.
Sin embargo ahora, una novela como "Muerte en Venecia", que en
aquella época no me llegó lo más mínimo, encuentro que tiene mucho
más puntos en común con lo que es mi forma de sentir y pensar en
este momento de mi vida que la fábula de la gaviota. Es decir la
novela de Mann conecta más con como experimento las cosas ahora y
tiene mucho más que ver con mis creencias o aspiraciones personales
actuales. Esto no quiere decir, que en la pequeña novela de Bach no
existan cosas que continúen llegándome o que incluso, en estos
momentos, reciba mucho mejor que entonces. Pero nada que ver con
las sensaciones experimentadas durante la lectura de este libro en
cuestión.
Todo esto demuestra que he evolucionado mucho como lector desde
entonces, ya que doy importancia a muchas más cosas aparte de la
trama o el argumento, me fijo mucho más en los detalles. Ya no me
motivan tanto que los acontecimientos narrados puedan aparentar una
cierta profundidad, sino que ésta debe ser real, auténtica, honesta
y sincera.
Pero no sólo eso: también he cambiado en el ámbito personal o
emocional ya que las cosas que me conmueven ahora no tienen nada
que ver con las que conseguían estimularme durante mi
adolescencia.
Y es que con los libros ocurre como con algunos amigos. Uno lleva
mucho tiempo sin verlos, años incluso… y cuando se produce el
deseado reencuentro comprobamos con cierta desilusión (o no) que ya
no somos los mismos. Y esto me sirve para enlazar directamente con
otras de las razones por las cuales pienso que es aconsejable
volver a leer libros: para comprobar qué tal se encuentran de
salud, cómo les ha afectado el paso de los años… es decir, para ver
qué tal se conservan después de tanto tiempo sin vernos.
Hay novelas por la que no pasan los años. Recibir de nuevo la
visita (literaria e inesperada) de "El lazarillo de Tormes" hace
muy poco, me sirvió para comprobar que sus andanzas seguían
manteniendo una enorme vigencia. Novelísticamente me pareció una
historia divertida y muy entretenida y que denotaba, sobre todo,
una frescura envidiable, a pesar de lo irregular de su estructura.
Y lo mejor de todo, el personaje protagonista, alguien capaz de
reírse no sólo de los demás (sus respectivos amos) sino también de
sí mismo. En definitiva: que el chico se conservaba divinamente a
pesar del enorme tiempo transcurrido entre la primera lectura que
hice del libro (cuando cursaba 3º de BUP, creo) hasta hoy.
También la relectura me sirve, pienso yo, para despertar la
memoria (literaria) dormida, para volver a recordarlos. Un ejemplo
claro: recientemente, ha sido publicada una edición conmemorativa
de "Cien años de soledad", la obra magna de Gabriel
García Márquez, por parte de la R.A.E. Pues bien, al
descubrirla en una librería en la que entré buscando no sé que
libro, estuve tentado de comprarla, pero no por simple capricho.
Sucede que intenté evocar algún acontecimiento de la novela en
cuestión y sólo conseguí rememorar el principio: cuando el coronel
Aureliano Buendía lleva a su hijo a patinar; y me sentí, por tanto,
con la obligación moral de volver a leerla, para así poder reubicar
tanto a los Buendía como a Macondo en el rincón más confortable de
mi memoria. Esto que digo me sucede con más frecuencia que la que
yo quisiera, por lo que para poder hablar (o escribir reseñas) de
libros que me gustaron mucho o que considero obras maestras, muchas
veces me veo obligado a volver a leerlos, ya que no consigo
acordarme de casi ningún detalle de ellos. Conservo, eso sí, el
recuerdo de la sensación placentera (o no) que experimenté tras la
lectura, pero poco más. Así que volver a recuperarlos, me sirve
también para fortalecer la memoria.
Y por último, la razón principal o que considero primordial para
aconsejar la relecturas de libros es por puro hedonismo, por darse
uno mismo el gustazo de recrearse con el reencuentro literario con
viejos conocidos, con argumentos que nos subyugaron en otro tiempo
y lugar, por tratar de recuperar sentimientos olvidados, despertar
sensaciones dormidas... en definitiva, por el simple placer de
gozar con la recuperación de esos libros que ya forman parte, desde
hace tiempo, de nuestra historia sentimiental o emocional; de
nuestra propia biografia personal.
Comentario de los lectores:
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