Para ti, mi amor
Se había salvado. Por los pelos se había salvado. No formaría parte
de la lista de mujeres asesinadas a manos de sus parejas. Ella lo
sabía. Sabía que esta vez no y la próxima tampoco. Tomó a tiempo
decisiones y él, por fin, se hallaba entre rejas. Sin conseguirlo,
intentó matar a otra mujer que cayó en sus brazos después de ella
haberse esfumado, sin dar portazos ni explicaciones. "Donde hubo,
nada queda", habría querido decirle, o hablarle del amor que
destruye, pero ¿quién, sí, quién se atreve a enfrentar las palabras
a la amenaza del cuchillo?
"Para ti, mi amor", le había dicho mucho antes él a ella, después
de haber ido al mercado de pájaros y haberle regalado algunos. Y
cierto tiempo más tarde: "Fui al mercado de flores y compré flores
para ti, mi amor". Eso fue al comienzo. Con el paso de los años,
fue al mercado de chatarra y compró cadenas, pesadas cadenas,
volviendo a decirle con el cariño habitual: "Para ti, mi amor". Y
todo aconteció tan rápido -pensaba ahora mientras caminaba por las
calles- que, por no sufrir, casi llegó a amar la condición de
prisionera.
A punto estuvo él de matar a la otra pobre mujer y ahora cumplía
prisión también por lo que habría podido hacerle a ella, después de
haberla llamado en tantas ocasiones puta perra y haberla insultado,
amenazado y empujado.
Reflexionaba caminando con el libro bajo el brazo. Poco antes se
había reconocido en el poema de Jacques Prévert,
titulado Para ti, mi amor, escrito cuando ella tenía la
edad de tres años. Se detuvo en una esquina, abrió el libro y
releyó los últimos versos: "Después fui al mercado de esclavos// Y
te busqué// Pero no di contigo// mi amor." "Menos mal", pensó, "que
yo ya me había esfumado".
Comentario de los lectores:
- Para ti, mi amor