Nos queda la palabra (Homenaje al poeta Eugenio de Andrade)
Quiero tomar prestado, en mi primera participación en esta web
literaria, el título de un poema del español Blas de Otero y que no
es otro que el famoso "me queda la palabra" porque, posiblemente,
sea un fiel reflejo del sentimiento de vacío, compartido por muchos
dentro y fuera de Portugal, tras la muerte del poeta
Eugenio de Andrade.
Es cierto que el cuerpo ha desaparecido, pero nos quedará siempre
el verbo. Ese verbo a veces no bien comprendido, incluso muchas
veces rechazado y algunas también denostado de forma mal
intencionada porque, como él mismo decía, nos pueden quitar la vida y eso es muy
poco.
Portugal perdió en pocos un muy breve plazo de tiempo algunas de
las voces más significativas, aunque por motivos muy diferentes, de
los últimos años de su historia. Con muy escaso margen el general
Vasco Gonçalves y el ex secretario general del Partido Comunista de
Portugal, Álvaro Cunhal, protagonistas de la Revolución de los
Claveles han decidido no seguir adelante.
En el caso de Cunhal, también meritorio escritor, fallecido con 91
años, es imposible sustraerse a su personalidad, que es un
referente, incluso desde el más profundo desacuerdo, ya que su
trayectoria siempre estuvo del lado de los más
desfavorecidos.
Lo mismo su puede decir de Vasco, un militar que en su día
entendió que había que cambiar el orden establecido y sacar al país
de las tinieblas. Ambos, cada uno a su manera, fueron un poco
poetas.
Y precisamente también con los desfavorecidos estuvo siempre aquel
al que muchos consideran la mejor voz lírica de Portugal del último
siglo, Eugenio de Andrade, aquel a quien no gustaba la fama, el
bullicio, los homenajes y que consciente y coherentemente los
rehuía. Prefirió no destacar en un mundo en que sobresalir se ha
convertido en lo más esencial, aunque en la mayor parte de las
ocasiones no hay nada que decir, nada que comunicar.
El poeta de la voz luminosa, el poeta solar, fueron algunos de los
títulos que Andrade recibió a lo largo de su vida que, por lo que
refiere al aspecto literario, se inició, al menos de forma pública,
en 1948 con la publicación de "Las manos y los frutos", cuando
tenía 25 años y que Andrade, cuyo verdadero nombre era José
Fontinhas, consideró su obra estelar.
Tal vez no le faltó razón, porque hasta ahora ya se han realizado
20 ediciones y todavía causa admiración entre los lectores. A
partir de entonces viajó por España y Francia y fue uno de los
mejores traductores de Federico García Lorca. Por esos
años también a otra de las grandes figuras de las letras lusitanas
que es Sophia de Mello Breyner y comenzó a trabajar como inspector
de Servicios Médicos y Sociales, una actividad que ejercerá durante
los siguientes 35 años, lo que fue impedimento para proseguir su
carrera literaria que se vio recompensada en muchas ocasiones,
aunque no pudo obtener el Nóbel de literatura, a pesar de que fue
candidato en varias ocasiones.
Posiblemente Andrade en su sabiduría sería consciente de que los
premios no son siempre un adorno necesario y si una fuente de
conflicto que hay que esquivar.
Despedimos el cuerpo, pero nos queda la palabra porque ésa es
eterna.
A. Mendes (Aveiro)
Comentario de los lectores:
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