Mi primer amor, Gamoneda y el bookcrossing
Aparentemente nada que ver.
Mi primer amor tocaba "Candle in the wind" de Elton John, sentado en un piano de cola mientras atardecía y yo imaginaba una vida llena de versos y música sin fin. Escribí por aquel entonces poemas a todas horas, muy cursis en su mayoría, pero qué se puede esperar de una aprendiz de poeta de quince años. Cuando me partió el corazón, mis versos pasaron a estar escritos en árboles, mis lamentos en papeles que rompía y lanzaba al viento y hasta llegué a guardar poemas de desamor en botellas que lanzaba al mar; mensajes dolientes que quién sabe a qué playa perdida llegaron. Tal vez alguien los leyó, o tal vez llevan años viajando contra viento y marea.
Gamoneda, gran genio literario, estaba trabajando en su próxima obra poética, con el título provisional de Canción errónea. El pasado febrero, en su viaje para recibir el Premio Ciudad de Barcelona por el libro Un armario lleno de sombras, donde recoge sus memorias, perdió la carpeta donde guardaba los manuscritos de sus poemas, plagados de notas y apuntes. Algunos de ellos los había pasado al ordenador, pero muchos otros no. Una pérdida irrecuperable. Se me ocurren varios destinos para esa carpeta negra, todo depende de quién la haya encontrado:
- "Mamá, ¿quieres esta carpeta para guardar tus cosas? Se la ha dejado un señor muy majo en el taxi y como no pone nombre ni dirección pues no se la puedo devolver. Parece buena, es una lástima tirarla". -
- ¿Y todos estos papeles llenos de tachones? Bueno hijo, los guardaré que me vendrán muy bien para los bocadillos de tu hermano.-
Tal vez, el vecino/a de asiento del avión que llevaba a Gamoneda a la Ciudad Condal, descubriese la carpeta y el descuido, pero en un acto instintivamente cleptómano decidiese, sabiendo la identidad del propietario, guardar ese gran tesoro para descubrir sus palabras en solitario. Hecho (presunto, todo hay que decirlo) que me lleva al tercer concepto.
Bookcrossing. A estas alturas es difícil que no se conozca este término que resume el acto de "liberar" libros en puntos determinados para que otras personas los encuentren y los lean. Se supone que el que los lee los volverá a liberar y así se formará una espiral literaria que llevará las palabras hasta el último confín y fomentará la lectura, algo que tanto se necesita. Obviamente, el hecho de que el ser humano adora quedarse aquello que se encuentra, no se pasa por alto, pero lo importante del hecho liberador de palabras, es que los libros pasen de unas manos a otras, que sean leídos por más de una persona.
Las palabras, habladas o escritas, tienen poder. Fue una lección que aprendí en algún momento de mi vida. Deben viajar, crecer, comprometerse y llegar lo más lejos posible, a cuantas más personas mejor, si lo que significan, lo que dicen puede aportar algo interesante y tal vez decisivo a otras vidas.
No sé si mis poemas lanzados al mar llegaron a algún corazón herido que comprendió que no era el único y decidió crecerse y salir de su pena. No sé si quien encontró y leyó los versos de Gamoneda se sintió tan inspirado que cambió su vida y decidió hacer cosas que nunca antes había pensado. Y no sé si un libro dejado en un parque o en una parada de autobús, ayudó a alguien a reflexionar, le descubrió otros mundos y otras palabras que no imaginaba.
Hay algo que sí sé. Las palabras tienen poder, y tú puedes contribuir con las tuyas. Lee, escribe, regala libros. Libérate y libera las palabras. Pueden tener destinos increíbles, como las que me inspiró mi primer amor, como las que guarda la carpeta de Gamoneda, como las que cada día deja en algún lugar el Bookcrossing, porque todo finalmente y de algún modo, está relacionado.
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