Mar de letras
La literatura es el resultado de
una actitud de entrega total hacia el mundo. Se trata de una huída
de cualquier frontera lingüística, un ejercicio de tensión con uno
mismo, una ventana abierta contra el olvido. En la palabra escrita
habita la construcción de una realidad perdurable y solitaria del
pensamiento. Es necesario vagar por los márgenes y por el desierto.
Tener la osadía de querer perderse, de dudar. Abrazar el deseo de
devenir imperceptible, romper con el lenguaje a cada paso para
volver a crearlo a cada instante. Se llega a producir un rescate
ante la voz de auxilio de la memoria adormecida de la
infancia.
Tanto la escritura como la lectura, tienen un importante
componente de silencio, de soledad. La escritura hace que las
palabras perduren, fijando el pensamiento para siempre. De esta
manera la batalla ante la frágil frontera de la memoria queda
desdibujada entre fragmentos de líneas apresuradas.
La literatura está llena de pedazos de vidas rotas. Vidas rotas
expuestas en el escaparate. Fabular una vida fuera de esta. El
llegar a ser consciente de tener la necesidad de ir construyendo
cada día unos "mientras tantos" podría ser la clave que mueve a
ciertas personas a entregarse a la vida literaria. La escritura
tiene mucho de urgencia.
Una urgencia momentánea que se transforma pronto en calma. Pero en
un instante, urgencia. Atrapar ese momento para siempre.
Urgencia.
Tomo prestadas palabras de Pessoa en "La educación del
estoico" para ilustrar esta idea: "Aún
me atormenta perder una idea, que se me escape de la memoria una
frase pendiente de escribir, no retener un punto de vista. Sé muy
bien que muchas veces no conseguiría dar un cuerpo real a esos
esbozos. Pero existen unos celos de mí mismo, una avaricia de lo
abstracto..." .
Comentario de los lectores:
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