Maniquíes
Al día siguiente de finalizar las Navidades entramos de lleno en la
época de las Rebajas. La multitud se agolpa en las tiendas para
continuar comprando y comprando. En realidad, para consumir el
sueño diseñado por quienes obtienen a cambio colosales ganancias.
Se trata de personajes poderosos de poderosas maquinarias y que
saben que una mayoría de clientes se guía por la máxima "el hábito
hace al monje". Y, mientras se impone la uniformidad en la
vestimenta, crece la demanda de dejar de ser uno mismo y de aspirar
a convertirse en los otros. En los otros, que también renuncian a
su condición de seres vulgares y desean conquistar su fantasía
pagando prendas de vestir. Lo que importa es revolver en los
cajones de ropa y hacerse incluso con el atuendo más insospechado e
innecesario, con cualquier cosa que distinga del resto de mortales
que ansían idéntica distinción. Sometidos todos igualmente a los
dictados de la moda, resulta una paradoja. ¿Cómo elevarse por
encima de los demás que, asimismo, se rigen por los mismos patrones
para diferenciarse de las personas corrientes? Una trampa que ha
logrado describir el escritor Orhan Pamuk,
inspirador de este artículo.
Cuenta, en la voz de uno de los personajes de El libro negro, una
terrible historia de fabricación artesanal de maniquíes en Turquía,
condenada a una existencia subterránea. En uno de los capítulos
habla del maestro Bedii, cuyos maniquíes -una verdadera obra de
arte- fueron rechazados por las autoridades, por todos los dueños
de almacenes y los vendedores de ropa. La razón de tal rechazo era
que mostraban demasiado parecido en sus posturas y sus gestos con
la gente de la calle y no con la soñada de los países occidentales.
Sus maniquíes se parecían tanto a la muchedumbre que fluía por la
acera al otro lado del escaparate, eran tan turcos, tan auténticos,
tan ordinarios, que Bedii se vio condenado de por vida a crearlos y
a recluirlos en el oscuro sótano de su casa. No pudo competir con
los maniquíes importados de Europa. Tal vez, una copia de los
maniquíes ambulantes de carne y hueso en los que nos hemos
convertido nosotros, entes homogéneos y artificiales.
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