Los niños de Terezin
Ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial: los nazis convirtieron
la ciudad checa Terezin, Theresienstadt, en una estación de
tránsito donde los judíos fueron internados antes de su exterminio.
En el campo de concentración de Terezin más de 15.000 de los
prisioneros fueron niños de 7 a13 años. Sólo 100 de ellos pudieron
escapar de la muerte.
Se dispone de alrededor de 4 mil dibujos pintados por los niños en
su confinamiento, así como de algunos de sus poemas, diarios,
escritos. Una memoria que se creyó de un pasado abominable y que,
al día de hoy, se torna en símbolo de la memoria del porvenir: un futuro,
cuyo presagio se ha visto cumplido en la repetición de una masacre
infame en la escuela de Beslan. Un crimen contra la humanidad que
dota a la desesperanza de una nueva dimensión. Un mayor retroceso,
si cabe, en la evolución humana. Una vuelta hacia el mundo de las
bestias, donde la injusticia y la guerra se vengan en primer lugar
con el asesinato a sangre fría de los seres más inocentes: niños
reducidos a cenizas por las mismas llamas que les prometieron una
vida eterna. La máxima expresión de la ignominia, dibujada en la
candidez colorida de los infantes de Terezin: niños capaces de
pintar un sol sonriente y una naturaleza verde intacta pese a ver a
la muerte desplegar su guadaña. El semblante de la depravación,
trazada en la ingenuidad de los escolares de Beslan que no
imaginaron su primer día de clase como el último de su
existencia.
"Estoy aún aquí, soy aún un ser vivo, mientras mi amiga yace
ya al otro lado. No sé si habría sido mejor que la muerte me
hubiese llevado con ella. No, no, dios mío, si lo que queremos es
vivir. No te está permitido diezmar, queremos morir después de una
mañana mejor, una vez el trabajo haya sido demasiado." Son
palabras traducidas libremente de un poema de Eva Pickova,
asesinada a los 13 años de edad en Terezin. Palabras que no
alcanzaron a escribir cientos de niños en Beslan.
Comentario de los lectores:
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