Anika entre libros

Libros acuáticos ¿de verdad lo son?

Anika Lillo, mayo-junio 2008


Libros acuáticos ¿de verdad lo son?

Pues sí, de verdad…

Me hice con uno de estos libros acuáticos para comprobar su efectividad, si el marketing publicitario había engordado las facultades de este nuevo sistema patentado en Estados Unidos y utilizado por el sello editorial Punto de Lectura como novedad (¡y tanta novedad!) en este 2008, y ponerlo a prueba por si vosotros, posibles lectores dudosos, no os atrevíais a comprar uno de los títulos que han puesto a la venta sólo por desconfianza.

Lo cierto es que la propuesta pintaba requetebien…

Veranito, sol, piscina, agua… ¿y qué hago con el libro? Pues leer con él en la piscina, por ejemplo… con un material líquido tan transparente y limpio puede que hasta sea accesible para leer bajo el agua.

Veranito, sol, playa, agua… ¿y en este caso? Pues desconozco cómo afectará la sal, pero desde luego puedo deciros que el agua resbala en estas páginas de modo que siempre podéis ducharlo después -y de paso le quitáis la arena-.

Veranito, sol, bañera, que hoy me meto dos horas porque hace un poniente mortal. ¿Y entonces? Pues mucho mejor ¿no creéis? Supongo que con evitar regarlo con gel o champú será suficiente, porque el libro resiste perfectamente bajo el agua. Y si lo lavais, pues ducharlo después.

Para deciros esto tan firmemente he hecho mi experimento: tener un día entero el libro en un bidé con agua suficiente como para cubrir el tomo entero. Al día siguiente lo tomé y lo miré. Las páginas estaban igual de blancas que al inicio, el agua resbalaba, chorreaba desde sus entrañas, podía incluso apretar el libro y ver caer un pequeño manantial… y ni una sola página estaba estropeada, y aunque sí se veía apelmazado, no se veía estropeado.

Normalmente, cuando mojas un libro, para empezar éste se oscurece por el agua y se arruga por el efecto de la humedad al secarse. Esto no ocurre con los libros acuáticos, si bien luego y durante un tiempo parecen moldeables porque sí se apelmazan sus páginas e incluso esto parece dotarles de una virtud moldeadora que no tienen los demás libros (bueno para quien quiera, malo para quien lo vea como una pega). La verdad es que lo mejor que puede hacerse es secarlos después de que se hayan mojado para que no tomen esa forma caprichosa que se le puede dar al libro si te da por estrujarlo como he hecho yo. El libro no se seca solo, ojo, el agua continúa en él. No creáis que es del todo mágico. De todas formas, estos libros están hechos por si se mojan, no para bañarlos como he hecho yo ¿no creéis?

¡Oh! Si queréis saber si aguanta más días, sé de alguien que lo ha tenido tres días metido en una pecera y su libro sigue intacto.

Por cierto, el que tenía secándose -sin estropear sus páginas blanquísimas y resistentes- es "Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos" de Rodrigo Muñoz Avia (al que entrevistamos por "Vidas terrestres"). Durante unos días estuvo apelmazado (la gente no es tan bruta como yo, una cosa es mojarlo y otra meterlo en agua durante horas y horas a propósito) pero el libro se va secando y al final vuelve a ser el de siempre. Para volver a ponerse en una estantería una vez leído.

Por si os interesan aquí tenéis enlaces a su compra con los primeros títulos acuáticos que han sacado de esta colección:
- Nuestra incierta vida normal, Luis Rojas Marcos
- Frases célebres de niños, Pablo Motos
- El desorden de tu nombre, Juan José Millás
- Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos, Rodrigo Muñoz Avia
- ¿Cada cuánto hay que echar a lavar un pijama?, Luis Piedrahita
- Malinche, Laura Esquivel
- Sabor a chocolate, José Carlos Carmona

 

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