Leopardi: la vida, el desamor y la muerte
En muchas ocasiones, en la soledad de mi cuarto de estudiante,
agotado tras una jornada especialmente cargada de trabajo o, por el
contrario, larga en exceso por el aburrimiento y el tedio, recurro
a un viejo amigo, desde hace algún tiempo compañero inseparable: Giacomo
Leopardi, el gran poeta renovador de la lírica italiana.
E impregnado de su particular visión de la vida y queriendo
compartirla con otros, me pregunto ¿cómo podría llevar hasta las páginas de Anika Entre Libros las sensaciones
que produce la lectura de los versos leopardianos? ¿Cómo no parecer
un italiano exaltado o, aún peor un chovinista, en apología de la
obra de otro italiano, a los lectores españoles que con tan tanta
amabilidad me han acogido en su espacio literario? Estas eran mis
cuitas sobre la forma de trasladar al papel lo que para mi
significa Leopardi.
Y en estas cavilaciones me encontraba, cuando la respuesta me ha
venido, precisamente, de aquellos con quienes pretendo compartir el
entusiasmo, la melancolía y por qué no, las heridas de uno de los
mejores poetas de mi país, sin, por ello, ofenderlos. Un breve,
aunque excelente artículo de Elisa Rodríguez Court , lleno de
íntima poesía me ha dado las armas literarias para poder comentar
algo sobre el "poeta del dolor" como se conoce universalmente a
Leopardi. Y no se trata de hacer algunos apuntes biográficos, pues
pueden estos encontrarse en cualquier enciclopedia, sino de llevar
al ánimo de los lectores lo que significa Leopardi, evidentemente
bajo un prisma muy personal.
Ciertamente Elisa Rodríguez Court , apunta y da en la diana cuando
dice, parafraseando a ese maravilloso Miguel Hernández, que se
viene a la vida con tres heridas, la de la vida, la del amor y la
de la muerte. Sin embargo, en mi opinión, sólo existen dos que son
seguras, la de la vida y la de la muerte, ya que, casi siempre, la
del amor nos es incierta y, en muchas ocasiones, demasiadas
posiblemente, somos tocados por la herida del desamor, idea, que no
necesariamente sentimiento, creo haber percibido en lo escrito por
Elisa.
Y es esta la filosofía de la poesía de Giacomo
Leopardi, el sufrimiento por tres heridas; la vida, la muerte y
el desamor, que podemos observar perfectamente al leer sus Cantos,
que reúne los mejores poemas del autor. Leopardi, sufre desde muy
pequeño: nace en una familia rígida, con un padre muy autoritario y
una madre entregada por completo a la religión, en su forma
fanática. Nuestro hombre se rebela y esa rebelión la hace sufrir y
le lleva a la introspección, a la soledad, al aislamiento, que se
ve agrandado por la prematura enfermedad que hará de él un ser
deforme.
Qué terrible crueldad que la mente maravillosa de Leopardi, su
corazón, hecho para amar, esté encerrado en un cuerpo que es
rechazado por él mismo, de modo que habla de esa "larga enfermedad
que es mi vida". La herida de la vida. En definitiva vive Leopardi
en una cárcel cuyos barrotes están formados por la incomprensión y
la insatisfacción y por los fantasmas. Y sin embargo como es
posible no amarle tras leer: Si existieras igual que yo te pienso y
alguien te amase, para él sería la vida más dichosa.
La herida del desamor es precisamente lo que hace sublime a
Leopardi porque la gran paradoja es que sin haberlo conocido, nos
lleva a él, nos transporta a un amor sencillo, que siempre nos
parecerá adolescente. Dichoso aquel que es capaz de creer en el
amor como nos quiere hacer creer Leopardi.
La segunda herida de nuestro poeta es Italia. La vez desgarrada,
cuando quiere su unidad, la ve tal como es, sin retórica. Es un
auténtico precursor de la unidad italiana que llegará muchos años
después de la muerte de Leopardi, que aconteció en 1837. La unidad
se alcanzó en 1870.
No puede ser por tanto casual que el propio Leopardi a la hora de
organizar los Cantos, pusiera en primer lugar el largo poema "A
Italia", en el que se estremece ante la visión de las glorias
pasadas y la situación en la que el país, si en que en verdad tal
nombre mereciera, está encadenado en esa época.
"Llora, que harta razón tienes, Italia mía...
Sin embargo, donde para mí Leopardi alcanza la plenitud lírica en
es un poema, también extenso, que se titula "Canto nocturno de un
pastor errante de Asia". He notado en ocasiones cierta influencia
de algunos poetas españoles, entre ellos -creo- Jorge Manrique, que
trata con maestría la cuestión de la muerte en las coplas a la
muerte de su padre.
Dice Leopardi:
Nace el hombre a la pena
y es un riesgo de muerte el nacimiento (...)
Si la vida es una desgracia
¿por qué para nosotros dura tanto?
Al igual que Manrique (nuestras vidas son los ríos...), Leopardi
se pregunta por el sentido de la vida que necesariamente acaba en
la muerte (que van a dar la mar que es el morir, según Manrique).
Es la tercera herida, la de la muerte.
Y, sin embargo, en los días de soledad, encuentro en este hombre
atormentado, solitario y que no fue amado, el amigo necesario para
curar mis propias heridas.
Comentario de los lectores:
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