La poesía de Luis Larios Vendrell
Conocí a Luis allá por los años setenta en una clase de literatura
española que dictaba el Sr. Ricardo Gullón en la Universidad de
Texas. En aquellos días, yo era estudiante graduada de literatura
comparada y me acerqué a la clase por la inmerecida fama que
mantenía el cacareado profesor peninsular. Recuerdo que Luis
presentó una ponencia sobre "El árbol de la ciencia" que aunque a
mi me pareció magnífica a su compatriota no llegó a agradarle del
todo. Se comentaba entonces que las únicas que merecían los
calurosos elogios del distinguido profesor eran las mini falderas
de ideas liberales y propensas al placer.
No entré en el círculo íntimo de Luis. Él, aunque acababa de
llegar a Austin, se relacionaba mucho con otros dos españoles:
Augusto de Gálvez-Cañero y Felipe Díaz. Me parece que de los tres
él era considerablemente más joven que los otros dos. Coincidí con
él en un par de tertulias y hablamos de la Inquisición y de la obra
de Eça de Queiroz temas por los que sentía una gran preocupación.
Confieso que estuve un poco enamorada de él, aunque mi timidez me
impidió tomar pasos en la dirección que yo quería. Creo recordar
habérselo comentado a alguna amiga del departamento que me
recomendó que desistiera de semejante idea. Luis llevaba barba, al
igual que Augusto, y tenían ambos un aspecto - quizás - demasiado
revolucionario para una ingenua muchachita del medio oeste
americano que solamente había visitado Costa Rica acompañada de sus
padres.
Luis tuvo la desgracia de organizar un curso de verano en Segovia
y esto le acarreó la ira y la cólera más desorbitada de aquellos
profesores españoles (capitaneados por Gullón y su fiel escudero
Beltrán de Heredia) que durante años habían mantenido que era
imposible organizar nada parecido en los ya últimos años de la
dictadura franquista. Los que decían haber huido de la dictadura
española organizaron una muy similar en el departamento y Luis tuvo
que marcharse. Recuerdo que me lo encontré un día en una librería
cercana a la universidad donde había conseguido un puesto temporal.
Se le veía desmejorado y sobre todo desilusionado con el
tratamiento que había recibido. Volví una segunda vez y, al
preguntar por él, me dijeron que ya no trabajaba allí. En el
departamento nadie sabía que había sido de su vida.
Pasaron años sin que tuviera noticias suyas; en esa primera etapa
no llegamos ni a ser buenos amigos. Me lo volví a encontrar en la
Universidad de Arizona en Tucson donde allí, en realidad, comenzó
nuestra amistad. Nos habíamos reunido un grupo de personas para
intentar formar una editorial o una revista en castellano y mejorar
así la penosa situación en que se encontraba el estado de Arizona
en términos de publicaciones en español. Luis defendió la idea de
que se llamara Editorial Ibérica y así se decidió por
unanimidad.
Uno de los primeros manuscritos que el comité editorial tuvo que
leer llevaba por título: Poesía íntima. Habíamos decidido que no
apareciera por ningún lado el nombre del autor durante el proceso
de lectura y selección. Mi sorpresa fue total cuando descubrí que
Luis era el autor. Conocía su interés en la literatura, claro, pero
nunca me había mencionado que escribiera poesía. Yo seguía estando
un poco al margen de su vida. Creo recordar que se imprimieron unos
mil quinientos ejemplares del librito, bien es verdad que para dar
a conocer a la editorial, y que se distribuyeron por todo el país
y, principalmente por México y Latinoamérica. Hoy la edición está
completamente agotada y al disolverse la editorial recuerdo
perfectamente que en el almacén no quedaba ni un solo
ejemplar.
Luis parece haber abandonado la poesía y el reciente éxito de su
libro: "Fin de semana y otros cuentos" (Calima Ediciones, Palma de
Mallorca, 2002) sugiere que ha descubierto un nuevo camino que
parece quiere seguir. Dado el pequeño número de ejemplares que en
su día se imprimieron, se puede defender la tesis que la selección
que he preparado es prácticamente inédita. Bien es verdad que Camilo José
Cela le publicó una selección de cinco poemas en sus famosos
Papeles de Son Armadans en 1976 con el sugestivo título de "Poesía
de juventud y de otoño". He sabido igualmente que alguna que otra
revista, tanto española como extranjera, ha impreso en sus páginas
algunos poemas más.
En el libro se incluían poesías que abarcaban de 1966 a1995. Me
consta que "Orillas de la nada" es el último poema que ha escrito,
aunque él mismo no me ha sabido decir cuál fue el primero que
escribió que sin duda se ha perdido entre sus papeles dejados en
España cuando buscó el exilio en 1965. En los primeros poemas
conservados, es evidente una cierta nostalgia y tristeza ante un
mundo nuevo y desconocido y una soledad que se hace más espinosa al
sentirse separado de todo aquello que le era importante. "Al mar",
fechado en 1967 en Galway, claramente indica la soledad espiritual
que experimenta y puede suponerse que el mar en realidad es un
símbolo de un amor idealizado y que el poeta lamenta su inhabilidad
para llegar a una relación mucho más íntima. "Epitafio", por otra
parte, parece sugerir la terminación de una relación que el poeta
no ha podido aceptar del todo. Ese amor - parece decirnos el poeta
- se le acercó, le dejó completamente enamorado, y terminó
desapareciendo de su vida. "Angustia", uno de los dos poemas
fechados en España, refleja el contraste entre la ciudad y el campo
y cómo la opresión del régimen (representada por la pareja de
tricornios) disuelve toda posibilidad de felicidad con la mujer
amada. "Ausencia", fechado casi diez años más tarde, representa un
momento decisivo ya que es por el amor cómo el poeta puede llegar a
superar "la sinrazón de este caos, que es mi vida". En "Esperanza",
el sentimiento de tristeza (a pesar del título) está presente, y la
amada parece perdida, sugiriendo que ha vuelto a desaparecer de la
vida del poeta, éste se confiesa vacío y desprovisto de todo.
Otros dos poemas que he incluido abordan temas completamente
diferentes. Uno de ellos "Death: American Style" (La muerte al
estilo americano) contrasta los elementos culturales y las
reacciones ante la muerte en las dos culturas. Luis Larios en 1992
llevaba ya más de veinte y cinco años lejos de su patria, pero es
evidente que la indiferencia y la soledad que contempla en ese
instante le ha decepcionado mucho. Frente al barroquismo de los
autos de las funerarias españolas, el modelo americano se le
presenta indiferente e impersonal. Quizás lo que más le ha
sorprendido ha sido la indiferencia de los familiares: "no hay
mujeres llorando, ni niños confundidos y adormecidos". El futuro es
una "higiénica eternidad" desprovista, naturalmente del calor
humano que es la esencia cultural hispánica más importante según
Larios. Otro poema: A mi amigo Virginio es testimonio de la
amistad, y agradecimiento del poeta para con este compatriota que
en momentos difíciles parece haberle ayudado materialmente y le ha
ofrecido su amistad y su tiempo. La muerte del padre de Virginio le
recuerda al poeta la de su propio padre y cómo la muerte rompe el
pasado con el presente, dejándonos desamparados y perdidos.
Deseo expresa la tristeza del poeta al encontrarse lejos de su
España e indirectamente nos confirma su inhabilidad y su rechazo a
integrarse dentro de la vida americana: "¡Qué triste es morir en
tierra extraña!". En el silencio de la noche, por otra parte, se
contrasta el placer sexual del poeta con la muerte y el abandono de
un soldado anónimo que, en ese mismo momento, muere en aquella desastrosa
guerra de Vietnam. El soldado ha quedado muerto "en la jungla de un
extraño país" mientras que su fusil, que ha sido el elemento de la
muerte a otros, queda como testigo de la inutilidad de la perdida
de otra vida más.
Finalmente he incluido: "Cuando me vaya", "Verte y no verte",
"Anochecer", y "Orillas de la nada" que es, en palabras del poeta,
su testamento. En "Cuando me vaya" el poeta parece referirse a su
muerte y lamenta no poder alcanzar "la huerta alegre" que es
posiblemente la visión que tiene de la vida de la amada. En "Verte
y no verte" se vuelve a lamentar de la terminación - o al menos
separación - de la mujer amada. En "Anochecer" los "nubarrones
ennegrecidos" parece referirse a la ruptura final que teme llegará
de un momento a otro. Finalmente en "Orillas de la nada", que como
ya he dicho es el último poema escrito, el poeta pasa revista a lo
que ha sido su vida: "Perdido en el camino … me he ido hundiendo de
nuevo en la locura de ríos que desembocan en la nada". El poeta
siente que su vida ha quedado malgastada en acciones que no han
llegado a tener éxito. Su vida es en la actualidad: "el pozo seco
de mi huerto" y es allí - sin el amor que tanto necesitaba - donde
cree que terminará todo: "me voy ahogando poco a poco". El título,
por otra parte parece muy sugestivo y nos presenta una imagen
completamente desprovista de todo.
Es muy de lamentar la decisión de Luis Larios Vendell de
abandonar la poesía pues siempre he creído que representaba un
elemento renovador y muy interesante en el panorama poético
ibérico.
AL MAR
Te miro:
a ti mi amigo,
mi silencioso amigo,
el mar.
Quiero surcar tus aguas,
dejar en ti
la huella de mi paso.
Deseo un corazón,
como el tuyo:
amplio, extenso,
que abarque todo.
Amo el verdor azulado
de tus aguas profundas.
Veo tu soledad,
cual la mía.
Anhelo estrecharte,
traspasar tu alma,
llegar al fondo
de tu profundo ser.
Galway, Irlanda, 1967.
EPITAFIO
Hambre, sed.
Barrancos, precipicios sin fondo;
árboles que en la lejanía
como una ola -
que se acerca, nos derrumba y muere -
se divisan incoloros.
Pero bajo sus sombras
no hallo ni fruta,
ni el el claro río
que me indique el camino
y sacie mi sed.
Y ya en el atardecer,
cuando el cielo lloroso
besa a su amada tierra,
distingo un ciprés
que se alza solitario
enraizado en la tristeza
de una noche eterna,
y sin fin.
Lisboa, 1971.
ANGUSTIA
Cubren mi cielo azul
barrotes de hierro.
por calles polvorientas
galopa una multitud policromada.
El humo denso me asfixia,
y sus ruidos me vuelven loco.
Un par de pistolas lo vigilan todo.
Y en soledad espiritual -
en medio de tan distintas gentes -
en soledad espiritual, agonizo.
En el campo,
todo aparece distinto:
oigo el murmullo del río,
el canto de un pájaro,
el vivir de un árbol,
y el llanto del cielo azul y claro.
Unos ojos me miran.
Lejos de la ciudadana cárcel,
por un instante, paz y calma
invaden mi alma.
Sus labios me besan.
¡Me siento libre!
En la distancia, sin embargo,
surge una pareja de tricornios.
Y el sol se hunde en el horizonte,
y muere el día y los árboles,
el río y el dulce pájaro.
Y yo también moriré,
otra vez, como en este día.
Madrid, 1968.
AUSENCIA
Esta mañana al salir
de las ruinas de mi casa
me he encontrado
un gorrioncillo tendido
bajo la luz más tenue de la aurora.
Lo he mirado.
Toda la poesía y la música,
la orilla del mar,
el suave aroma de tu vida,
ha desaparecido
en un torbellino de espuma.
Mi corazón ha sangrado
gota a gota,
y en lo más oscuro del jardín,
en la noche de mi vida,
al borde mismo del abismo,
he visto a la luna llorar.
Me he puesto a pensar
en este misterio fluyente,
en la sinrazón de este caos
que es mi vida.
He visto tus ojos
en el tembloroso horizonte.
He sentido tu cuerpo junto al mío,
y he comprendido.
Tucson, Arizona 1987.
ESPERANZA
Nuestras almas han llegado
ya a la cima.
Pero tu cuerpo quedó allá abajo,
perdido entre agrestes bosques,
entre sangrientos recuerdos
del pasado.
Por la ladera de la montaña
te sigo buscando,
esperándote en mi melancolía,
en este trágico atardecer
en que quisiera vislumbrar
la llegada de nuevos amaneceres resplandecientes,
y un horizonte cargado de rosas.
Mi peregrinaje a la cumbre
terminó prontó,
pues no traigo nada en mi mochila;
tan sólo vagos sueños,
y la tristeza de muchas noches
sin luna.
Los Ángeles, 1992.
DEATH: AMERICAN STYLE
Un saco de cuero con cremallera
conduce a dos camisas inmaculadamente blancas,
dos corbatas,
y dos rostros sin expresión.
Arrastra también una camilla con ruedas
que recorre, finalmente, los fríos corredores.
Afuera, en el estacionamiento, un auto.
Sin el barroquismo, sin las cruces
a las que estuve acostumbrado en mi España.
Y otros autos indiferentes,
como la vida misma.
No hay tampoco un instante de música
para hacer más llevadero
el viaje último.
No hay mujeres llorando,
ni niños confundidos y adormecidos.
Y ahí se va otra criatura
que ya no tiene memoria, ni paisaje,
que dejó su barco, deshabitado,
navegando por horizontes olvidados.
Y ahí se queda el hombre,
o la mujer, o el niño,
perdiéndose en higiénicas eternidades,
sin el clamor de las lágrimas,
en un crepúsculo, abandonado de todo.
Los Ángeles, 1992.
A MI AMIGO VIRGINIO
Siempre tienes para mí
una sonrisa amable
y un plato de sopa.
Hablamos de la vida,
del amor, y de la muerte,
separados, o unidos ya,
por muchos platos de sopa.
Fuiste la única mano amiga
en esta inhóspita ciudad
sin corazón, sin esperanza.
Ahora, nuestras tertulias
se van hundiendo
en horizontes de lágrimas.
La muerte fue como un rayo
sangriento que detruyó
tu sonrisa.
Allá fuiste
a tierras ancestrales,
a unir para siempre
lo terrestre y lo humano.
Yo te acompañé
sepultando a tu padre
en la memoria de nuestras tertulias,
con tantas tazas de café,
en estas tierras lejanas
y extrañas.
También yo enterré a mi padre,
penosa labor filial que heredamos,
y sentí entonces - como tu ahora
-
el eslabón roto,
el vínculo perdido con el pasado.
Los Ángeles, 1992.
DESEO
¡Carrere patria intolerabile est!
Quisiera morir oyendo
el canto de los pájaros,
el murmullo del bosque,
y el triste llanto del viento.
Quisiera morir sintiendo
el trigo, las flores,
y aquel amor ya perdido
de mi infantil inocencia.
Quisiera morir viendo
las torres románicas
de mi patria chica.
Quisiera morir, soñando
con los ojos de mi hija
que me mira y ama.
¡Qué triste es morir
en tierra extraña!
Entre sahuaros y cactus,
en el lecho
de arroyos sin agua.
Tucson, 1982.
EN EL SILENCIO DE LA NOCHE
En el silencio de la noche
La vida parece yaciente,
detenida en el tiempo,
en un precario silencio,
que lejos, muy lejos
es anuncio de muerte.
Mientras envueltos
en besos de un largo amor,
la sangre de un muchacho
tiñe la hierba.
Él agoniza, yo la beso.
Su fusil es el testigo
de una existencia que se agota.
Él también amó.
Y su vida se va,
lejos, muy lejos,
en la jungla
de un extraño país.
Ella también se irá,
con la llegada de la mañana,
y yo quedaré, solo,
casi tan muerto,
como el muchacho
que con su sangre,
transformó
el color de la hierba.
Entre los tejados,
un sol marchito
parece anunciar
el nacimiento de otro día.
Seattle, Washington 1970.
VERTE Y NO VERTE
Quisiera imprimir en mi corazón
la alegría de aquella noche
en que alcanzaba y me abismaba
en aquel mar sin fondo
en aquella profundidad ilimitada
de tus ojos y de tu cuerpo.
¡Oh! Cómo duele recordar
tus lágrimas y tu ausencia
al terminarse aquella cápsula
de luz, de atardecer en tus brazos,
de búsqueda de un horizonte,
pacífico, sin olas, con alas;
donde el libro encuentra la página,
y se puede oír la dulce sinfonía
de tus besos en la distancia.
¡Oh! Cómo duele sentir tu abandono
en las desasosegadas horas de mi vida,
cuando no están aún izadas las velas
en aquellos bosques de bruma,
y, a lo largo de los muelles,
ya ha muerto tu dulce sinfonía.
Los Ángeles, 1992.
CUANDO ME VAYA
Cuando me vaya,
que ya me he ido,
¿quién cantará mi amor
entre nogales al viento?
Ya no quiero ser río,
donde la barca sin remos,
va navegando a solas
por veredas sin fin.
Quiero ser faro,
capitán de navío
que boga,
pregonando su tristeza,
por las llanuras del destino
y no encuentra
el río que desemboca
en tu mar, en tu cuerpo,
sin escollos, con tus ojos,
en la huerta alegre de tu vida.
Los Ángeles, 1992.
ANOCHECER
Creía que conocía el mar
de tus ojos insospechados
y remotos.
Sentí el vivir en tus brazos
y el morir en tus besos
y en tu cuerpo.
Volví a nacer y volví a morir
en amaneceres sin fondo,
escondido en la ternura de tus labios,
en aquellas playas olvidadas,
arrollado por la lava de tu cuerpo
en aquel horizonte eterno.
Ahora, en esta triste hora,
de nocturno silencio,
el viento me trae
el mensaje de la imposibilidad
de mis sueños,
y nubarrones ennegrecidos
que anuncian la tempestad final.
Phoenix, Arizona 1994.
ORILLAS DE LA NADA
Morí en tus brazos
en aquella lejana noche
de música y fiesta,
de aspiraciones imposibles,
de vinos encantadores y olvidadizos.
Perdido en el camino de la vida
me he ido hundiendo de nuevo
en la locura de ríos
que desembocan en la nada.
He despertado a la vida hoy,
en el silencio de esta madrugada,
sin tus brazos, con la melancolía,
de una sinfonía distante
en una total oscuridad.
Necesito volver a morir,
en la bruma de recuerdos inquietos,
en la pasión de este fuego devorador,
en el abandono de mi vida sin ti.
Pues ahora,
en el pozo seco de mi huerto,
me voy ahogando poco a poco.
Phoenix, 1995.
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