Fernando Pessoa y Ophelia Queiroz
La vida de este autor portugués, que nació en Lisboa y que a pesar
de haber pasado una parte de su adolescencia y juventud en
Sudáfrica, apenas salió de su ciudad y alrededores, fue solitaria y
dedicada casi en exclusiva en sus 47 años de vida a su gran obra
literatura.
Pessoa está unido a la capital
portuguesa por muchas razones y casi todos los que hemos viajado a
Lisboa recordamos su figura en la escultura de una de las plazas
principales del Chiado, junto a las cuestas, callejuelas y
miradores del barrio, a los que uno puede asomarse y divisar el
inmenso Tajo y su desembocadura.
Esa ciudad, que se asoma a su río en uno de los parajes naturales
más asombrosos de la Península Ibérica, tiene en Pessoa un
referente cultural de primera magnitud y como tal su tumba está,
junto a los grandes poetas portugueses como Luis de Camoens, en el
Monasterio de los Jerónimos.
Desde allí y mirando al río que está a punto de ser mar, se puede
degustar su poesía, aconsejo hacerlo en portugués, porque aunque
parezca difícil al principio y aún solo sabiendo español, con muy
poco esfuerzo y sin importar que a veces pueda perderse el sentido
exacto de las palabras, se siente el ritmo y el sonido de los
versos.
En él único libro de versos que Pessoa escribió con su nombre verdadero
"Mensajes" se puede leer el poema titulado "Mar Portugués" y que
dice que está salado por todas las lágrimas derramados por el
pueblo portugués que a lo largo de los siglos ha llorado a quienes
han perecido en sus entrañas para pescar o para explorar nuevas
tierras o ese otro: "Que o mar com fin sera grego ou romano: o mar
sem fin portugués". (Que el mar con fin será griego o romano: el
mar sin fin es portugués).
La fuerza de ese Océano rompe a menudo con furia en las costas y
recuerda el miedo que debía producir el Atlántico antes de
conocerse sus límites, como saben muy bien los gallegos con su
costa de la muerte, y como los portugueses recuerdan en su Cabo la
Roca, un acantilado escarpado que es el punto más occidental de
todo el Continente Europeo.
Pero en este pequeño artículo no quería hablar del mar, sino de la
que fue la única relación amorosa de Fernando Pessoa, Ophelia
Queiroz, a la que conoció cuando ella tenía sólo 19 años y
el 32.
Su relación se puede entrever en un precioso libro titulado
"Cartas de Amor" y que se publicó sólo a la muerte de Ophelia, que
murió muchos años después que él y que sólo entonces permitió que
se publicaran las cartas de su relación con el poeta.
Pessoa murió a los 47 años con el hígado destrozado por la bebida
y cuando ya había renunciado hacía mucho a casarse con su querida
Ophelia, una señorita burguesa para la que él, dedicado por entero
a la literatura, creía no tener ni suficiente dinero ni tiempo como
ella merecía.
Ophelia sólo se casó tras morir Fernando y vivió en su larga vida
un matrimonio tranquilo y feliz aunque reconoce que nunca sintió
por su marido la pasión que vivió por el poeta, que la llamaba bebé
porque era baja y delgada y que la hizo versos en los que, con gran
ternura, llegó a compararla con una pulga.
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Fernando Pessoa
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