Encuentro con Alejandro Palomas y "Un amor"
Encuentro literario: Alejandro Palomas con "Un amor"
Justo el día en el que "Un amor", la novela con la que Alejandro Palomas ha ganado el Premio Nadal de 2018, salía a la venta (el pasado 6 de febrero), el autor se reunían en Madrid con un grupo de blogueros, periodistas y críticos para hablarnos de... Bueno, en realidad, para hablarnos de todo, porque Palomas siempre acaba abriéndose y descubriéndonos al hombre (gran hombre) que hay detrás de la mano que escribe y firma sus libros.
Así, comenzó hablándonos de lo feliz que le ha hecho recibir un premio como el Nadal, no tanto por el prestigio que pueda aportarle sino porque "me ha llamado mucho la atención que este premio le haya hecho tanta ilusión a tanta gente. Esperaba que los míos se sintieran felices pero me he sentido abrumado por las muestras de cariño que he recibido a través de las redes sociales desde el pasado 6 de enero". Y con esa profundidad y esa humildad con la que dice las cosas, Palomas añadía: "si me muero ahora, la gente tardará menos en olvidarme porque ya estoy escrito en algún sitio, ya estoy, al menos, en una lista de 74 personas".
A la vista está que, al menos de momento, el autor barcelonés no ha perdido la modestia y la humanidad que le caracterizan, tanto a él como a sus obras. Y confía en que pueda seguir siendo así. De hecho, durante el encuentro, mostraba su inquietud por seguir manteniendo esa personalísima voz que hace que cualquier lector que le conozca reconozca su escritura (y a sus personajes) aún sin saber el título de lo que lee o si lo ha firmado él. "Llegas aquí... ¿y cómo te mantienes?", se preguntaba Palomas. Y se contestaba a sí mismo: "soy como soy. Creo que no podría ser de otra manera o escribir de otra manera. Nunca he tenido miedo a fallar como escritor porque lo que hago es lo que soy. Si fallo es porque fallo como persona pero como escritor siempre ha sido lo que soy". Aún así, añadió que "tengo que educarme para no caer en la impostura. Tengo miedo de llegar a ser un No-Alejandro porque yo quiero seguir siendo igual. Pero sé que los premios son fugaces: tienes un año de reinado y luego pasa, como le ocurre a las mises".
Pero no solo a dejar de ser como es le tiene miedo Palomas; también se ha asegurado frente a la avalancha de opiniones buenas y malas que recibirá a medida que su libro vaya siendo leído, sobre todo en este mundo globalizado en el que las redes sociales permiten un contacto más directo con las personas a las que admiramos pero que también da pie a esconderse en el anonimato para herir por herir. En este sentido, el autor de "Un amor" explica que "yo me lo he planteado así: si yo fuera un deportista de élite, estaría rodeado del mejor equipo de médicos, fisioterapeutas, entrenadores personales, nutricionistas, etcétera, etcétera. Así que yo he hecho lo mismo: me he buscado un grupo de profesionales que cuide de mí y que me ayude a mantener el equilibrio, mi equilibrio. Mi vida".
Una vida en la que (y tal como se muestra también en sus novelas) su familia es fundamental. "Me pregunto mucho cómo debe sentirse mi familia después de que he ganado el Nadal. ¿Qué sentiría yo si mi hijo, que lo ha hecho todo muy solo, fuera querido como yo lo soy ahora? Pienso mucho en eso. Y estoy feliz por cómo veo a mi madre. Está distinta, como más ligera... no sé si orgullosa pero sí más... no sé cómo explicarlo. Solo por eso, haber ganado el Nadal vale la pena. Le he dado una vida extra, como en los videojuegos. Solo por eso, es muy guay recibir estos premios".
Tras nombrar a su madre, alma mater literaturizada de la Amelia que protagoniza "Un amor", los asistentes le preguntaron que si ahora que está tan de moda esto de presentar en sociedad a las madres (haciendo referencia a la presencia de Julia, la madre del cineasta Gustavo Salmerón, en la entrega de los premios Goya) no iba a mostrarnos a la suya, algo que Palomas negó rotundamente asegurando que quiere protegerla de todo lo que pueda ocurrir. Sobre ella, decía: "mi madre es la mejor persona que conozco. Es mejor persona que madre y a medida que he ido creciendo me he ido dando más cuenta de ello, quizá porque cuanto mayor me hago más la veo como persona. Gracias a ella he aprendido a valorar la bondad, que a mí siempre me ha parecido un signo de debilidad. Y ahora es justo lo contrario, ahora es lo que más valoro en una persona. Y eso me ha acercado aún más a mi madre."
Y hablando de su familia, que al final está íntimamente unida a la familia literaria que ha creado, que empezamos a conocer (y a querer) en "Una madre", que continuó creciendo en "Un perro" y cuyas trayectorias seguimos ampliando en "Un amor", Palomas explicaba que "me cuesta mucho pensar que Amalia se ha acabado. No cierro esta historia porque tengo la sensación de que cuando lo haga, cerraré a mi madre. Tengo miedo a pensar qué pasará en la vida real si cierro la historia, ahora que todo va tan bien. A veces siento que estoy escribiendo el bienestar de mi propia familia".
En este sentido, el diálogo con los presentes le llevó a confesar que en esta novela hay un personaje que necesita mucho más vida que la que tiene en "Un amor": "Oksana es EL personaje de esta novela. La he conocido... y ahora no la puedo dejar. No me puedo librar de ella. Tengo que conocerla más, no la he conocido suficiente", decía con una mezcla de angustia e ilusión. Y es que una de las cosas más curiosas que tiene esta saga (de momento, trilogía -además del cuento "Las dos orillas"-, pero que, por lo que parece, seguirá dándonos buenos momentos) es que, aunque llevamos ya tres libros conociendo a los personajes, sigue habiendo acontecimientos, datos, reacciones que nos sorprenden, que nos hacen pensar que tienen mucho más fondo y recorrido de lo que creíamos. Casi casi como la vida misma.
Y uno de los personajes quizá más opacos, quizá más misteriosos, quizá más sin desarrollar de estas tres novelas es Silvia, la hermana mayor de Fer, el narrador de la saga. "Silvia tiene muchos fans", apuntaba Palomas cuando uno de los presentes le requería más protagonismo por parte de "la mayor", como la llama Amalia. "Es un personaje que a mí me remueve mucho porque la veo frágil, necesitada... Por eso no me meto demasiado con ella, porque tengo miedo de que se rompa. Meterme a fondo con ella es darle una historia y... creo que una historia con Silvia necesita a Oksana como contrapunto. Las dos son mujeres fuertes (o aparentemente fuertes) pero que tienen mucho dentro. Así que ya me estoy imaginando un mano a mano entre ellas, verdad contra verdad. Es que ya estoy empezando a sentir el tifón. Yo funciono así: me van viniendo ideas y al final se van juntando y se arma. Es como una tormenta: al principio es poco pero se va ampliando, se va ampliando... hasta que tiene nombre y entonces ya se convierte en huracán, en tifón. Y yo estoy ahí ya con mi próxima novela. Ya tengo el nombre; se está empezando a formar el huracán en mi interior", adelantaba, para alegría de los presentes.
Preguntado sobre ese cara a cara entre Silvia y Oksana, Palomas revelaba que su manera de escribir tiene mucho que ver con el teatro: "Oksana y Silvia son muy teatro pero es que yo veo todas mis novelas como teatro. Yo actúo con mis personajes, escribo en voz alta y siempre me imagino mis obras en forma de teatro. De hecho, mi gran sueño es que las conviertan en obras dramáticas". Y ahondando más en su forma de crear su literatura, el autor desvelaba que "cuando escribo, siento que todo se va organizando, que la novela la vamos escribiendo entre todo lo que me rodea: mi madre, lo que leo, lo que vivo, la música que escucho... Voy encontrando cosas que ir añadiendo a mi novela aquí y allá y mientras escribo todo empieza a cuadrar. Yo no soy escritor ni de mapa ni de brújula: yo meto la mano en una caja, cierro los ojos... y a ver qué sale. Así que yo me sorprendo con lo que va saliendo y río y lloro con lo que voy escribiendo. Pienso que si me pasa a mí, lo mismo le pasará al lector".
Y así es: es imposible no reír y llorar, no emocionarse, no dejarse llevar por las historias que nos va descubriendo Palomas en cada novela. Es imposible no meterse tanto en la novela como se mete él al escribir: "me gusta mucho estar dentro de estas novelas, estoy muy cómodo. A veces, mientras escribo, lloro. O me río. Me pasó con una de las escenas de este libro: la estaba creando y yo mismo me estaba riendo a carcajadas. Y no podía parar de reír. Y me decía a mí mismo: 'pero Alejandro, hijo, para ya... que la estás escribiendo tú'. Pero no podía".
Y esa es una de las características más mágicas de las obras de Palomas: su capacidad para cambiar tu estado de ánimo, para llevarte de unas emociones a otras. Pero siempre sin perder el humor. "El humor es la base de la novela. Por eso el lector entra fácil, porque todo es como alegre y feliz. Se deja llevar porque sabe que, aunque va a sufrir, nunca le voy a llevar al extremo del dolor. Aunque a veces tense tanto que sea imposible no soltar una lagrimita o, al menos, que se te forme un nudo en la garganta. Pero luego la risa rompe. Es lo que más me gusta: hacer reír y hacer llorar. Pero llorar de emoción, no de sufrimiento", advertía. Y quienes conocemos su obra sabemos que así es. Y solo esperamos que haya más de lo mismo durante muchas novelas más.
Comentario de los lectores:
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