En torno a Leopardi
Mi encuentro, que tendría que llamar más bien descubrimiento, con
mi homónimo Leopardi se produjo hace unos cuantos años y de la mano
de Miguel de
Unamuno. Fue como consecuencia de la lectura de "Sentimiento
trágico de la vida" donde se cita, entre otras cosas, uno de los
poemas del autor italiano. Me pareció curioso el interés de Unamuno
por este poeta y, aún más, me llamó la atención el hecho de que
durante su destierro en Fuerteventura el escritor vasco se llevase
consigo sólo tres libros, según su propia versión, de los que uno
de ellos fue precisamente, "Los cantos" a los que hizo referencia
un artículo de Cátulo relacionado con otro de Elisa Rodríguez. Diré
de paso que ambos suscitaron mi interés.
Como
consecuencia de la cita unamunesca y picado por la curiosidad, me
hice con una edición en castellano de los cantos del Leopardi y
confieso que me pareció impresionante.
Tomaré también yo, a mi vez como referencia, el artículo de Cátulo
para dar una visión personal sobre Giacomo Leopardi. Ya he adelantado que
me ha parecido interesante su trabajo y especialmente me ha
sorprendido ese comentario final en el que sostiene que, cuando se
encuentra decaído recurre precisamente a este poeta al que llama
inseparable amigo y que no se distingue precisamente por insuflar
ánimos positivos, como diría Anika.
La cuestión que quiero plantear es precisamente esta: ¿Es Leopardi
un pesimista a ultranza, irredento? Porque si la respuesta es
afirmativa no tendría mucho sentido acudir a él en los momentos de
desmayo. Creo que la respuesta a esta cuestión es negativa.
Leopardi, en mi opinión, ve las cosas tal y como él cree que son
(malas) pero, al mismo tiempo, aporta esperanzas precisamente
porque es un artista.
Creo que, lo que sucede, es que Leopardi es mucho más que un poeta
al uso: estamos en realidad ante un filósofo que expone sus ideas,
a veces, en forma de poema. Los poemas de Leopardi son, en mi
opinión, una reflexión permanente sobre la vida, el mal, la muerte
y el amor y el dolor. Por eso acudimos a él, porque además de un
lenguaje poético, encontramos, por un lado, reflexiones y por otro,
al menos, en el peor de los casos necesidad de pensar y a veces
también vemos las respuestas a nuestras dudas.
Con motivo del segundo centenario de su nacimiento, Anunziata
Rossi escribió un extenso artículo en que sostenía que es un error
interpretar a Leopardi sólo a través de su poesía. En realidad la
vida de este hombre, absolutamente solitaria, le llevó a
convertirse es un auténtico laboratorio de ideas, según la
expresión de Rossi. Coincido plenamente. Y, además, la poesía es un
Leopardi, precisamente por este motivo, es un hecho filosófico en
el sentido estricto de la palabra.
Sé que hay muchos han rechazado, siguiendo las teorías del
pensador napolitano Benedetto Croce, que Leopardi fuese un
verdadero filósofo y, en el mejor de los casos, admiten que expone
las quejas que afectan a cualquier hombre con más o menos
brillantez. Esta teoría en los últimos años ha ido perdiendo peso
específico y los seguidores de Croce están en retirada,
aunque el mal causado ha sido enorme, ya que hasta 1919 Leopardi
estuvo peligrosamente relegado. Los estudiosos leopardianos se
inclinan, acertadamente creo yo, por aceptar al Leopardi filósofo.
Ya en un estupendo artículo escrito por Alberto Girri en el diario
"La Nación" (Buenos Aires) en el año 1944 se sostenía con solidez
que Leopardi puede ser considerado con pleno derecho un pensador.
Concretamente Girri hace alusión a la obra "Diálogos" de la que
dice que no es la ingenua exposición de los problemas de un hombre
y añade que Leopardi no se queda en la superficialidad,
características ambas necesarias para ser considerado pensador.
Pero, además de los poemas recogidos en "Los cantos" o de los
mencionados "Diálogos", hay otras obras donde queda claramente
expuesto el pensamiento leopardiano: "Obritas morales" y
"Zibaldone". Desgraciadamente las traducciones con frecuencia son
escasas e incompletas.
Precisamente uno de los mayores problemas a los que tuvo que
enfrentarse Leopardi, o mejor dicho su recuerdo, su figura, su
obra, y en su propio país, fue que quedó relegado durante muchos
años a una simple imagen literaria de estudio como poeta lírico:
aprender la fecha de nacimiento y de la muerte, recitar algún verso
de memoria y poco más. Esto mismo ha sucedido en España con muchos
de nuestros poetas y así se ha conseguido que se llegue a detestar
en la edad temprana del aprendizaje a los poetas y a la poesía, de
forma que esa servidumbre se arrastra en muchos casos toda la
vida.
La cuestión es que Benedetto Croce en un libro sobre la poesía
europea del siglo XIX que se llama "Poesía y no poesía", escribió
un ensayo sobre Leopardi muy cuestionado. Croce sostiene que cuando
la filosofía entra en la poesía esta muere. La demostración del
error de Croce son precisamente los "Cantos", donde se expone la
filosofía sin que se resienta la poesía. Así que, convertido en una
figura de estudio de bachillerato, Leopardi fue quedando en el
olvido, salvo algunos estudios puntuales, hasta que en 1998, se
cumplió el segundo centenario de su nacimiento y ocurrió una
especie de milagro de resurrección leopardiana. No creo mucho en
los milagros pero, en este caso, bienvenido sea si así ha
sido.
Bien, retomo el argumento filosófico leopardiano. La idea es que
el hombre sufre precisamente porque quiere alcanzar la felicidad y
como no la encuentra, aunque es la esencialidad de su vida, se
queda en el dolor que, como dijo Girri, es irrevocable y continuo.
Pero sinceramente yo no creo que esto se pueda considerar pesimismo
existencial. Y es más, en la idea leopardiana queda claro que no se
puede renunciar al intento. Pudo ser pesimista como pensador pero
se consoló como el artista que fue.
Y es precisamente como artista donde encontramos la respuesta a
esa desilusión. Se acusa a Leopardi de estar en contra del
progreso, lo que es desmentido por el propio poeta. Leopardi se
adelanta a su tiempo y profetiza las consecuencias nefastas que va
a tener el dominio del excesivo desarrollo de la razón, de la
tecnología. Creo que esto es hoy una evidencia. Leopardi vio con
claridad el desastre al que se dirigía la humanidad: la sociedad
competitiva. La negación de la naturaleza.
Además, a diferencia de Unamuno, que también, en cierta medida vio
ese fracaso, Leopardi se convirtió un ateo irredento, porque perdió
la fe. Leopardi se adelanta en el tiempo al propio F.
Nietzsche que enterró a Dios porque consideró que el
cristianismo está en contra de la naturaleza. En esto coincide el
pensador alemán con Arthur Rimbaud que habla de la cruz que
supone para el hombre el cristianismo en uno de sus excelentes
poemas.
Y fue, también, con motivo de ese segundo centenario cuando
recordé el enorme interés de Unamuno por Leopardi y en especial por
uno de los poemas de los "Cantos", que es según opinión
generalizada una auténtica obra maestra. Me refiero a la Ginestra
("La retama, o la flor del desierto"), que el profesor vasco
tradujo al castellano.
¿Por qué ese interés de Unamuno en ese poema concreto? Habría que
introducirse en la complicada mente del pensador para saber el
motivo exacto, pero me parece que, en todo caso, no debe estar muy
alejado del concepto de agonía, en su acepción de lucha última de
la vida contra la muerta que Unamuno da al cristianismo. El
cristianismo de Leopardi, el sentido religioso de la vida, que no
tiene nada que ver con el dogma oficial, porque es precisamente, y
Unamuno lo advirtió así, el dogma lo que aniquila la fe.
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