El pesimismo como cuestión nacional
"Desde que exista a morte, imediatamente a vida é
absurda" (Amália)
Qué se puede pensar de un país que, en una encuesta televisiva,
por muy poco seria que pueda parecer, como opina Mario Soares,
elige como personaje más importante de su historia al dictador
Antonio Oliveira Salazar, con un 41 por ciento de votos, relega a
Luiz Vaz de Camoens y Fernando Pessoa y al mismo Marqués de
Pombal, y que ni siquiera tiene en cuenta a Saramago, Eça, Amalia,
Antero de Quental, Eugenio De Andrade, Teofilo Braga, Florbella u
Oliveira Martins, entre otros. ¿Es que estamos todos absolutamente
locos?
Algunos, alarmados, quieren dar una explicación a lo inexplicable
y argumentan que la mala marcha de la economía puede hacer "añorar"
(atención a la palabra) a la dictadura. ¿Alguien puede imaginar que
en Italia o en España, dos países con los que compartimos tanto y
de los que estamos tan distanciados al mismo tiempo, añoren a
Benito Mussolini o a Francisco Franco? Sólo alguna minoría bien
definida lo hace y es casi un fósil, una reliquia.
Querría llamar la atención sobre la palabra "añorar" porque sobre
ella gira, aunque pueda sonar a tópico, todo el problema del
pesimismo de Portugal que está tan arraigado en el país, en la
nación o en el pueblo, según se prefiera, y que ya forma parte del
carácter nacional, si es que admitimos que los pueblos pueden tener
esa cualidad.
Añoranza (saudade), terrible palabra, tan cara sin embargo a
aquellos que están impregnados del espíritu pesimista portugués, de
una especie de fatalismo endémico; querer volver a ser lo que se
fue y es imposible volver a ser, el pesimismo por lo que se sabe
que no puede ser. La saudade de la vieja gloria imperial y la
espera eterna de la vuelta de Portugal al sitio que teóricamente le
corresponde.
Es evidente que la no-aceptación de la realidad, es más, su
negación absoluta, conduce al pesimismo metafísico, al estilo de
Antero de Quental, el primer escritor poeta que abrazó el
socialismo y lo hizo compatible con su profunda religiosidad.
Escritor pesimista, introspectivo que acabó suicidándose.
Porque, al igual que Italia tuvo a Leopardi, Alemania a Schopenhauer
o años más tarde España a Unamuno, Portugal también tuvo en Antero
el más ilustre representante de ese pesimismo nacional, bien que no
sólo, porque a él se sumaron otros muchos.
Pero, hay en mi opinión, entre ellos, serias diferencias, porque
mientras el pesimismo del filósofo alemán, es egoísta, consecuencia
de su desprecio por el mundo, por los otros que no son él, el de
Antero y Leopardi coincide en su cansancio por vivir, su auténtico
asco por la vida, que aumenta con el paso de los años; por un deseo
ferviente de morir para dejar de sufrir. Ven la muerte como un
hecho liberador.
Tal vez la enfermedad que acompañó a Antero de Quental casi toda
su vida, lo mismo que a Leopardi su deformidad física, fueran
ciertamente insuperables y les llevara a esta visión.
El español, que no quería ser considerado pesimista, lo es por la
angustia que le provoca búsqueda incesante de la inmortalidad que
le sumerge necesariamente en la incertidumbre de la duda sobre el
yo. De no saber exactamente qué hay después de la vida, de no
resignarse a morir y pasar.
Antero, más coherente que el maestro de Recanati, que esperó la
muerte deseada tantas veces, acabó como ya he dicho pegándose dos
tiros.
Sin embargo, mientras que parece que España, Italia o incluso la
melancólica Alemania han superado sus respectivas etapas de
pesimismo, Portugal ha hecho de él, una especie de baldón, de
estandarte nacional del que se siente orgullosa.
E instalados en ese pesimismo metafísico, en tanto se espera la
vuelta de ese quinto imperio, al estilo de Pessoa, mientras regresa
montado a caballo y vencedor Don Sebastián para salvar a Portugal y
al mundo (nada menos), damos la espalda a la realidad y miramos a
la que consideramos nuestra única salida posible: el mar. Portugal
es el país donde acaba la tierra y comienza la mar, que dijo
Camoens. Craso error que el inconmensurable Eça no dejo nunca de
señalar.
Es aquí también significativa la coincidencia pues Eça, como en
España, por ejemplo Ángel Guimerá, creen que la razón del atraso
nacional está precisamente en las consecuencias de las conquistas
americanas que han impedido a los países ibéricos mirar hacia
Europa.
Y a través de la mar, exportamos lo nuestro que, a la larga, y
también soy yo en esto pesimista, es muy poco: el fado y el idioma.
Nada más. Y nada menos me dirán en tono triunfalista algunos de los
que, seguramente añoran la dictadura.
Es cierto que el idioma portugués es hablado por millones de
personas en varios países del mundo, pero ¿a nosotros nos sirve
algo? No pasa de ser el idioma de países del tercer mundo y, por
ello, sin peso específico, ni política ni culturalmente. Por tanto,
más motivo para el desánimo y el pesimismo. El idioma de Camoens,
el de los Lusiadas, el de la poesía maravillosa de Eugenio De
Andrade, el del Nóbel Saramago, no tiene demasiada importancia más
allá de Portugal.
Sin ir más lejos, en esta excelente web, la literatura lusitana
está reducida al mínimo, sin presencia verdaderamente
significativa, salvo en el caso de José Saramago, como es lógico. ¿Dónde
están los demás? Y no digo esto como reproche a los seguidores de
"Anika Entre Libros" sino como la simple constatación de un hecho.
La literatura portuguesa prácticamente no cuenta. ¡Y eso en una web
cultural española!
Sin embargo, y por seguir con la misma web, no deja de ser
significativo que en la sección de música hay un artículo dedicado
al fado y nada menos que tres entrevistas con sendas grandes
fadistas, además de un artículo sobre Amalia que yo mismo escribí.
Está claro que el fado sí cuenta más allá de las calles de
Lisboa.
Nuestro inveterado pesimismo fue incluso motivo de comentario para
el ilustre Miguel de Unamuno que en 1908
escribió, creo que desde Espinho, cerca de Aveiro, unas palabras
que son un resumen de lo que acabo de decir: "¿Qué tendrá Portugal
para así atraerme? ¿Qué tendrá está tierra por fuera tan riente y
blanda, y por dentro atormentada y trágica?
Le bastaron al ilustre pensador español poco más de dos líneas
para definir el verdadero problema: la tragedia y el tormento, que
aunque él quizá en ese momento no lo comprendiera están en la
saudade, en la añoranza, en lo imposible, en la tragedia de creer
que sólo la mar es nuestra salida; en la mar y en el fado.
Y este tormento se traslada indefectiblemente a la literatura y a
la música que son, en mi opinión, las dos formas más íntimas en las
que puede expresarse un pueblo. Creo que mucho más que la
arquitectura o la pintura, por citar dos ejemplos.
La literatura: transmite, salvo en el caso de Eça de
Queiroz, porque quizá sea el menos portugués de todos, una
tristeza secular, dudas y más dudas, búsqueda de un destino. Pessoa
y Antero de Quental son posiblemente los mejores ejemplos. Incluso
el poema épico Lusiadas, es pesimista.
Eça, tuvo la genial idea de denominar al grupo de amigos que se
reunían asiduamente en el hotel Bragança de Lisboa, "los vencidos
de la vida" que, aunque no pasó de ser una ironía del maestro, es
por si misma muy significativa.
El Fado: decía Amalia Rodrigues que el fado es la expresión de
quien se resigna. Se resigna en su pobreza, en su hambre, en su -de
nuevo- saudade. Y de nada sirve intentar cambiarlo, porque al
final, vuelve el tormento.
De hecho, Amalia, intentó dar aires nuevos al fado, sacarlo de su
eterna resignación, del canto pesimista en que se había convertido,
a fuerza de querer ser pesimista. Creo que a la larga no lo
consiguió, salvo en contadas ocasiones. Las fadistas modernas,
cuando se sienten verdaderamente portuguesas es cuando vuelven a la
raíz del pesimismo, cuando hacen llorar.
Puede decir Mafalda Arnauth, una de las mejores voces del momento,
que quiere sacar al fado de su pesimismo (lo hace en una entrevista
en esta misma web) pero dudo mucho de que lo consiga, porque
pensándolo bien un país que añora a un dictador, sólo puede ser un
país pesimista.
Alvar Mendes (Semana Santa 2007-Aveiro. Portugal)
Comentario de los lectores:
- El pesimismo como cuestión nacional