Crónica Especial del VI Premio de Novela Ciudad de Torrevieja
Crónica Especial de los VI Premios de Novela Ciudad de
Torrevieja.
Por tratarse de una crónica extensa
y con fotografías, está distribuida en varias páginas. Aun así, a
medida que avanzan las páginas es posible que tarden más en cargar
porque al añadir las fotografías el tamaño del archivo ha ido
ampliándose. Paciencia, no os arrepentiréis. Además, en la última
página hay más fotografías que no he puesto en estas por no
cargarlas en exceso. ¡Al final de la crónica se os pide
vuestra opinión y ya tenemos algo que mostrar, así que
ánimo!
Los que estábamos y algunas presentaciones.
Si se leen las reseñas que hicieron los periódicos en su día
cuando José
Carlos Somoza salía como el triunfante ganador del VI
Premio de Novela Ciudad de Torrevieja, secundado por el
finalista Juan Cobos Wilkins, así como en los
días posteriores, -algo que por cierto yo hice- te aburres de leer
casi las mismas líneas, te sorprendes de lo escueto de la noticia y
te asombras hasta con gazapos tremendos. Por supuesto, esto no es
culpa de los periodistas asistentes, pero sí debo entender que son
los medios en los que trabajan los que apenas les ceden un espacio
para remitirse a la información más concreta y libre de anécdotas
**. Por eso existe esta crónica, a mi estilo, y sé que conmigo, al
menos, se sabrá que los días 28 y 29 de Septiembre de 2007 fueron
algo más que esas noticias esqueléticas y que se puede disfrutar
mucho, sobre todo porque, como siempre, hay anécdotas de por medio.
Por ello mi primer agradecimiento es a la Editorial Plaza
& Janés, a Teresa Navarré (que se
encargó de los que salíamos desde Valencia) y a Torrevieja.
** Debo admitir que la crónica que
hizo J. R. Bertolín para la Cartelera Turia fue de lo más divertida
y destaca sobre el resto de crónicas o noticias de
periódicos.
¿Quiénes salen en esta crónica? Pues muchos más de los que
conoceréis por los libros, porque además de escritores,
lógicamente, allí había más personas. Las más divertidas, sin duda,
las que vinieron conmigo desde Valencia (las que yo acabé llamando
mentalmente los Ché, y entre los que me incluyo), pero si queréis
nombres de escritores, famosos periodistas o presentadores de
televisión, os doy una pequeña lista (1) (si de alguien tenéis duda de
quiénes son, tranquilos que en la crónica se sabrá):
José Carlos
Somoza (¡por supuesto!), Juan Cobos Wilkins (¡normal!),
Julia
Navarro, Nerea
Riesco, Ildefonso Falcones, Diego Carcedo,
Manuel Giménez, Enrique de Vicente, Fernando
Marías (¡sí, estaba él! ¡Con las ganas que tenía de conocerle
en persona!), Juancho Armas Marcelo, Jorge Bucay, José Calvo Poyato, Andreu
Carranza, Esteban Martín, Nieves Herrero, Reyes Monforte
y su flamante esposo -invitado especial-, el actor valenciano
José Sancho, Valérie Tasso y Valerio
Massimo Manfredi.
(1) Esta lista se reduce a
las personas con las que en algún momento tuve contacto con ellos o
que conocí. Me consta que hubo más escritores porque un joven y
simpático periodista me dio un chivatazo en una de las subidas al
autobús (¡Mira! Esta es una escritora muy famosa. ¿Cómo se llama?
No me acuerdo ¿Y el título de su libro? Leonor. ¿Leonor de
Aquitania? No, sólo Leonor.) y después del viaje y de informarme
deduzco que aquella escritora debía ser María Pilar Queralt.
Además de ella estaba Sergio Rossi (uno de los autores de
"Medusa") al que debí ver varias veces en cada ocasión que visitaba
la mesa donde estaba sentado Manel en la cena pero que no me enteré
de ello hasta más tarde ¡¡por lo tanto no lo conocí!!
Antes de continuar debéis saber -quienes aún no lo saben- que mi
colaborador Manel Haro era otro de los invitados por parte de la
revista "Anika Entre Libros", y que lleva colaborando unos cinco
años conmigo (aunque comenzó mucho antes enviando críticas y
fichas), en cambio no nos conocíamos aún en persona porque él vive
en Barcelona y yo en Valencia, de modo que aquel viaje iba a ser,
además, nuestra presentación oficial. ¿Cómo sería? Jeje… esa fue
una de las anécdotas y pienso contárosla.
Todo empezó cuando, en la cola para subir al tren, me
entró hambre. Como mujer precavida que soy saqué uno de
esos paquetes que dentro llevan una napolitana con chocolate dentro
(o sea, algo que nadie que quiera comer sano se atrevería siquiera
a probar) y casi lo engullí. En mi bolso había, además, chicles,
caramelos de dos tipos, agua, chocolate, juanolas… y un Actimel (no
sé, me dio por ahí). La cola empezó a moverse y mi bolso tuvo que
pasar, junto con mi maleta, por los Rayos X para que un señor,
cómodamente sentado, se enterara de si llevaba algo raro conmigo.
¿Qué por qué os cuento esto? Porque de ahí surge una de las
anécdotas. Sólo recuerdo que había un cartel amarillo con letras en
negro que avisaba del peligro. "Peligro. Rayos
X"… ufff, menos mal que me había comido la
napolitana. Ignorante pero feliz busqué mi vagón y descubro que
estaba en Turista. Mecaguentó, ¿pero no me dijeron que iba en
preferente? Por supuesto todo tiene explicación, pero aquello forma
parte de la historia. Me senté en mi sitio y a mi lado no iba nadie
(genial). Enfrente había un matrimonio. Al otro lado, los dos
asientos los ocuparon dos chicos y uno de ellos se dirigió a mí.
Nos sonaba nuestra cara ¿íbamos a Torrevieja? Sí, los tres. ¿Me
podía haber visto en el Hotel Astoria entrevistando a alguien? Sí,
estuve allí. Creí reconocerle… ¿Y qué hacemos aquí? -me refería a
la clase Turista-. Ahora el Actimel y el chocolate han pasado por
los "peligrosos" rayos X y sólo te dan de comer en
Preferente.
- Nosotros nos vamos a la cafetería -me dijo el chico.
Era Toni Martínez, un periodista que ya me odiaba
(2) porque me había
reconocido, aunque yo aún no lo sabía. No obstante el odio debió
durar muy poco porque fue una de las personas con las que más me
divertí, creo que fue algo pasajero.
(2) En la Feria del Libro de
Valencia del 2007, la encargada de llevar a los escritores me
sugirió que fotografiara a Ana Isabel Saz, y cuando lo hice
interrumpí una entrevista. El chico que estaba entrevistando a la
psicóloga-escritora era Toni Martínez. ¡Por eso me
odiaba!
La cuestión es que allí estaba yo, toda hippy y con tonos rosas,
con mi libro de Isabel Allende ya encima de las piernas
(me estaba leyendo "La suma de los días" y no era
la única del medio que llevaba un libro para el viaje, Manel mismo
leía "Guerrilleros" de Javier Nart
y Rafael Abella, al que ya hemos entrevistado), con una
cara de mosqueo impresionante por el hambre que iba a pasar, y
pensando que mi Actimel y mi chocolate eran peligrosos. De hecho un
simple sorbo de agua me supo fatal y casi me da un pasmo ¡Argh!
¡Que de verdad los rayos X fastidian la comida! ¿Lo sabría el mundo
entero? En esas estaba cuando cogí mi móvil y le mandé un mensaje a
Manel -al que creía ya en Torrevieja- y cuando le di a enviar me
entraba un mensaje de Manel diciendo "¡¡Debes llevar 20 minutos de
viaje ya!! ¿Qué tal es la clase preferente? ¿Nerviosa?"… y con cara
de horror iba a contarle más cuando una silueta se sentó frente a
mí (ni me había dado cuenta de que los asientos de enfrente habían
quedado vacíos). Levanté la cabeza y lo reconocí al instante.
- ¡Manel!
Sinceramente, ahora mismo ni siquiera recuerdo si le di dos besos
(¿lo hice, Manel?) para presentarme porque, atropelladamente, de mi
boca ya salía todo lo que me había pasado: la clase turista, sin
comida, oh sí, ¡¡con comida pasada por Rayos X!!, que le había
enviado un mensaje al móvil, que los chicos de al lado se habían
ido a la cafetería del tren… ¡Dios! Cuántas cosas le conté en
segundos… Pero os juro que le dejé hablar, además quería que lo
hiciera.
Nota de
Manel:
¡¡Para, Anika, para!! Sí, me diste
dos besos, bueno, en realidad te los di yo a ti, pero al cabo de
unos minutos, porque te pusiste a hablar sin parar. Sigue con la
crónica…
Me contó que estaba en el primer vagón, las caras conocidas que
había visto, que me estuvo buscando en Preferente y, al final, al
no encontrarme, siguió buscando… Incluso me dijo que me había visto
desde el tren cuando iba con mi maleta por el arcén, y que
pretendía mandarme un mensaje sobre mi hippy vestimenta rosa.
Nota de
Manel:
Yo no me esperaba que fuera tan
bajita, la verdad… me la esperaba más alta y menos
rosa.
Mientras hablábamos apareció un sonriente Toni Martínez.
- ¡Anika! Ya he arreglado lo de la comida. Vamos a la
cafetería.
Allí nos dirigimos y de golpe y porrazo me tocó aprender a caminar
entre vaivenes, pero llegar a la cafetería fue genial porque allí
estaba ya Teresa Navarré (3)
con su risa inconfundible y su buen humor contándonos por qué
habíamos acabado en Turista: los vagones de Preferente se habían
llenado porque desde Barcelona ya venían casi completos así que los
de Valencia tuvimos que adaptarnos y tres de nosotros quedamos
fuera. No fue problema. Íbamos a comer igualmente.
(3) Teresa Navarré dirige muy
competentemente Kéryx, una Agencia de Comunicación en
Valencia.
No contaré los entresijos de la comida y los planes (que vinieron
con una sugerencia de Toni asegurándome que no pretendía "echarme"
de la cafetería, si no ofrecerme la posibilidad de que comiera
junto a Manel que, en el momento en que me visitó tenía un asiento
libre a su lado) pero lo cierto es que Teresa cambió mi bocadillo
por su comida y yo me comí su comida y tuve la oportunidad de
conocer al periodista Carlos Morenilla, quien
ejerce su trabajo en el diario Las Provincias. Comimos juntos y me
llevé el postre de regalo a los que estaban en la cafetería. Y allí
descubrí que los Chés son de lo mejorcito.
Toni me presentó a Alfredo, un chico delgado que iba a Alicante, y
que en realidad se llamaba Julio (¡era una broma entre ellos y
acababan de conocerse!) y también una mujer rubia les acompañaba
entre risas y, a pesar de no llamarse así, Toni la presentó a todo
el mundo como Alfreda. Podéis imaginar el cachondeo. Esto hizo que
el viaje se acortara muchísimo, fuera divertido, y todos
estuviéramos tan contentos. No sé cómo se lo pasarían en
Preferente, pero la Cafetería resultó de lo mejor del viaje.
El propio Julio/Alfredo nos avisó cuando estábamos llegando y nos
preparamos para recuperar nuestras maletas. De ahí subimos a los
autobuses y ya pudimos elegir dónde sentarnos. También fue el
momento para ir viendo a algún que otro conocido aunque
personalmente sólo recuerdo a Valérie Tasso, alta y moderna (una
forma de decir que con nuestras pintas sólo destacábamos dos, ella
por su forma de vestir, y yo por hippylonga. Advierto, no hay fotos
de nuestra vestimenta esa mañana). Por supuesto ¡cómo no! los Chés
de turista, algunos amigos suyos, Manel y yo nos sentamos al final
del autobús, y así sería a partir de entonces nuestras subidas a
los autobuses. Juntos pero no revueltos -o sí-, conociendo más y
mejor a periodistas de lo más interesantes.
Tras la llegada al Hotel Cabo Cervera los que fumábamos -Manel iba
a rastras conmigo porque no fuma- no hicimos cola en el mostrador,
si no que nos quedamos fuera para fumarnos nuestros cigarros y así,
de paso, seguir hablando. ¡Anda que no hablamos! Y cuando ya no
quedaba nadie nos fuimos a por las llaves (tarjetas) de nuestras
habitaciones. ¡Genial! Manel y yo estábamos en el mismo piso, el
1º, con varias puertas de separación pero pocas.
En el ascensor de subida Toni dijo que teníamos un regalo en la
habitación, una maleta. ¡Qué memoria la mía que cuando entré en la
habitación -y sólo era un piso de subida- ya lo había olvidado!
Entro, abro la puerta, veo una maleta en la habitación y lo primero
que pienso es… "Ostras ¿con quién me tocará compartir habitación?".
Puesto que no soy cotilla ni toqué ni miré de cerca la maleta, pero
al ver que mi acompañante ni siquiera la había abierto para
vaciarla hice lo propio: la dejé con toda mi ropa dentro
(arrugándose, por supuesto) y salí fuera.
Nota de
Manel:
Yo sí me di cuenta de que esa maleta
era un regalo, así que deshice mi equipaje y colgué la ropa en las
perchas para que por la noche estuviera sin arrugar.
Manel y yo bajamos y nos fuimos a la terraza de la cafetería,
frente a la piscina, y así seguimos hablando y hablando… Yo llevaba
dos cámaras de fotos, una nueva, recién comprada -que era la que en
esos momentos llevaba encima- y la otra (la llamo "vieja" aunque no
lo sea) en la que confío menos porque consume las pilas recargables
después de apenas unas fotos. Y le estaba enseñando tan feliz la
cámara nueva a Manel cuando decidimos empezar a hacer fotos. Nos
hicimos una a cada uno y… ¡chas! No se podían hacer más.
¡¡¡Arggggggggggggg!!! ¡Casi me da un pasmo cuando me enteré de que
mi marido me había comprado la cámara pero no tarjeta para las
fotos! Vosotros que me conocéis, yo que saco fotos de todo lo que
puede resultar interesante ¿os imagináis? Me sentí casi mutilada
¡porelamordediosquérabiaaaaaaaaaaaaaaa!.
A partir de ese momento dependíamos únicamente de la cámara de
Manel.
Nota de
Manel:
Que dicho sea de paso, es una cámara
muy competente…
Las únicas fotos que hicimos con mi cámara nueva en la
terraza:
(Seguir la crónica en página 2, menú lateral derecho)
Comentario de los lectores:
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