Avalancha literaria religiosa
Supongo que a la mayor parte de los seguidores de esta web,
especialmente a los de la sección de literatura, les habrá llamado
la atención, como me ha pasado a mí, la proliferación de libros que
en los últimos meses se han publicado sobre temas relacionados,
directa o indirectamente, con la religión, la iglesia católica o el
Vaticano.
No hay más que recorrer los estantes de las librerías o de los
grandes almacenes, para darse cuenta de la cantidad de trabajos
sobre los Legionarios de Cristo, El Papa Juan Pablo II, la
Obra de Monseñor Escrivá, la pederastia en la iglesia católica y
algún otro "secreto" más. Eso sin contar los que se han dedicado al
Islam, que también, aunque por otros motivos, están en primera
línea.
Parece que el hecho religioso, y lo que se relaciona con él, cobra
vigor precisamente ahora que la sociedad occidental se encamina
decididamente hacia su laicidad absoluta, al menos, aparentemente.
Sin embargo, no se trata, en su mayor parte, de obras apologéticas
del catolicismo y de sus órganos rectores sino, más bien, todo lo
contrario. Libros de los llamados de investigación, muy duros, en
los que se ponen de manifiesto, incluso, situaciones que tendrían
que estar, caso de ser ciertas, en los tribunales penales
ordinarios para ser juzgados.
Pero, en todo caso, esta avalancha me parece que confirma que, de
alguna manera, sí se está produciendo una vigorización de la
discusión sobre algún aspecto del hecho religioso en sí mismo. Y
tal vez sea positivo, si se desarrolla con seriedad.
Es posible que, asimismo, sea ésta la reacción ante los intentos
de una parte de la iglesia católica, encabezada por el actual
integrista inquilino del Vaticano, de recuperar de la forma que sea
el terreno pedido. Algunos datos son reveladores: Resulta patético
el esfuerzo de la extrema derecha europea, encabezada por José
María Aznar y Silvio Berlusconi, entre otros, de meter, caiga quien
caiga, la idea de que Europa es lo que es gracias al cristianismo y
trasponer esa idea a la constitución comunitaria. Esperemos que,
finalmente, no prospere esta estupidez. Y no menos patética es la
postura de la iglesia española con respecto a la asignatura de
religión que quieren hacer obligatoria y puntuable en la educación
pública. Es evidente que estas posturas, así como su homofobia y
talante trentino no predispone en su favor.
Está claro que el cristianismo ha contribuido a formar parte de lo
que es hoy Europa y ello, es tan evidente, que no hace falta
escribirlo en carta ni texto legal alguno. También han contribuido
a su formación la batalla de Lepanto y la Revolución Francesa y no
por ello hay que hacer mención expresa de ello. Se sabe y
punto.
También es evidente que es un derecho la posibilidad de estudiar
la religión católica y que los poderes públicos deben asegurarlo
pero sólo para quienes manifiesten tal interés, y en caso alguno,
como materia puntuable o evaluable.
Pero, vuelvo a lo de los libros sobre lo religioso. O quizá
debería decir, más bien sobre lo sectorial, es decir en cuanto a
que se ocupan de la secta católica y sus instituciones. Porque, una
característica común a la mayor parte de todos esos libros críticos
con la institución es que, en realidad, no cuestionan el mensaje de
Cristo, no hablan de su validez y su posible bondad y actualidad.
Precisamente lo que ponen de manifiesto es la falsificación que,
por quienes tendrían que dar el testimonio más ejemplar de su
validez, se ha efectuado de tal mensaje y como viven en
contradicción permanente con él. Esto no es nada novedoso y se ha
venido produciendo desde hace casi dos milenios, desde que se
falsificó el Códice Vaticano, llamado también de Constantino por el
Papa Silvestre II.
Los intereses comunes del trono y el altar, la simonía, la falta
de caridad con los otros, la colaboración de los eclesiásticos con
regímenes totalitarios y sus crímenes, su silencio, cuando no
complacencia, ante la injusticia, su vida lujosa, sus pecados y
delitos, su fijación sexual, su afición al vino y a la buena
comida, la utilización innoble de las personas, por poner sólo unos
ejemplos, son indeseables compañeras de la institución eclesial,
pero no sólo a la institución eclesial. De ahí mi asombro ante la
avalancha de libros que condenan a esta institución para denunciar
hechos que son cíclicos.
El Arcipreste de Hita, habló de la afición clerical al dinero,
Lutero denunció la corrupción y la simonía y fue excomulgado,
Erasmo atacó el fanatismo y la ignorancia, Bartolomé de las Casas
el genocidio en América, Moro no se plegó al trono y le costo la
cabeza, Pérez Galdós la hipocresía y sus obras fueron directamente
al índice y así muchos más. Sin embargo, el poder vaticano se las
ha arreglado para salir indemne.
La cuestión que me preocupa es que se extrapole de forma
equivocada todo esto para hacer juicios que pueden conducir a
graves errores y a lograr los efectos contrarios a los deseados. No
siento la menor inclinación hacia la religión en general ni a la
católica en particular y, por lo tanto, no voy a entrar en su
defensa. Pero sí me gustaría que, en la medida de lo posible, se
evite juzgar al todo por la parte, porque de esa manera evitaremos
ser juzgados todos de la misma forma. Lo que pretendo decir es que
no es sensato la universalización de lo negativo.
El hecho, desgraciadamente frecuente, de que en determinado
colectivo exista un personaje indeseable, por ejemplo, un cargo
público que se enriquece o que utiliza el terrorismo de estado, no
condena necesariamente a todos sus compañeros.
Supongo que, en mi ignorancia, desconozco los fines últimos que se
quieren lograr pero, a veces, me da la impresión de que hay en todo
esto algo de moda interesada, por no decir de franco oportunismo.
Me parece que las empresas editoriales, ávidas de conseguir los
mayores beneficios, consiguen calentar un determinado tema durante
algún tiempo de forma que, en conexión con algunos medios de
comunicación, atiborran de información a los ciudadanos: la
inestimable virtud de la publicidad.
No estoy, con este comentario, sosteniendo mi desacuerdo con la
publicación de obras que nos informan sobre las actividades de
estos personajes nefastos, es más, creo que es muy necesaria y
saludable pero, sí habría que alertar a los lectores de que, entre
tanto libro, artículo, ensayo serio y riguroso etc. se puede colar
algún panfleto, libelo o simplemente alegato que no merezca la pena
atender. Estemos, por tanto, alerta.
Comentario de los lectores:
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