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Antonio Gamoneda. Cómo salvarse de un intento de linchamiento

Elisa Rodríguez Court, mayo-junio 2009

 

Antonio Gamoneda. Cómo salvarse de un intento de linchamiento

Bastó que el célebre poeta Antonio Gamoneda abriera la boca y la polémica estaba servida. La noticia se extendió como una mancha de aceite a través de todos los medios. La sinceridad y la hondura se pagan, incluso cuando se habla con el respeto que mostró Gamoneda durante la presentación en rueda de prensa de su último libro, Un armario lleno de sombra. Coincidía la fecha con la atmósfera de condolencia por el fallecimiento un día antes del escritor uruguayo Mario Benedetti. El mismo Antonio Gamoneda expresó su profunda pesadumbre por esta muerte. Dijo literalmente:

"Su muerte me ha entristecido. Era un hombre necesario que destacó por su honradez intelectual y capacidad de crítica. Lo que intentó hacer lo hizo bien. Cumplió su propósito ampliamente".

Es su respuesta a la petición periodística de una opinión por su parte sobre Mario Benedetti. A continuación, después de este enaltecimiento de la figura de Benedetti, añadió:

"Respeto su manera de entender la poesía pero no la comparto. Para mí, la palabra meramente informativa y la crítica moral tienen su lugar en los periódicos, en la televisión, en los púlpitos si se quiere, pero la modalidad esencial del pensamiento poético no es ni reflexiva ni crítica, sino un tipo de otra naturaleza, y determina un lenguaje que también es de otra naturaleza."

A raíz de estas palabras, Antonio Gamoneda ha recibido insultos desde todos los lados. Ahí donde Gamoneda plantea un debate teórico sobre diferentes visiones en torno a lo que es la poesía y sobre diferencias no sólo conceptuales, sino también estéticas, se han desatado todo un enjambre de descalificaciones hacia su persona y su obra. Ningún análisis sobre sus planteamientos y su concepción de la poesía frente a la de Benedetti, sólo injurias. Y como dice el proverbio: "Quien no tiene argumentos para rebatir, recurre a las injurias." Es el modo de proceder que han elegido en esta ocasión incluso intelectuales o pensadores de renombre. Lo han puesto con saña por los suelos.

Antonio Gamoneda ha exaltado a Benedetti por su honda humanidad y por su escritura. Se ha atrevido a sacar de la oscuridad un debate sobre la esencia de la poesía. Ha dicho que no la considera ni información ni reflexión ni crítica moral. Piensa que la modalidad esencial del pensamiento poético es de una naturaleza específica y que, por tanto, requiere también un lenguaje de otra naturaleza.

Se puede estar o no de acuerdo con sus afirmaciones, pero lejos de que los intelectuales, creadores y escritores hayan esgrimido sus propios argumentos a favor o en contra, han intentado despellejar y cortarle el cuello a ese gran poeta que es Antonio Gamoneda.

Ni imaginar quiero cómo habrían intentado linchar a poetas de la talla de John Keats, Yeats, T.S. Eliot o Emily Dickinson,… que, seguro, de seguir vivos, habrían mostrado su conformidad con la visión de Gamoneda. El poema Oda a una urna griega, de Keats, es un botón de muestra que diferencia la visión poética de este último de la concepción de Mario Benedetti. Dicho esto, sin restarle un ápice de talento a la escritura de éste, cuya muerte seguimos llorando.

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