Amenazas para la lectura el día del libro
La semana pasada acudí, aunque escasamente convencido del
resultado final, a la llamada de un amigo que tiene un negocio de
hostelería en un pueblo de la Alcarria de Guadalajara. Digo
escasamente convencido porque, el pretexto para convocarme, me
pareció un tanto ficticio. Resulta que mi amigo se había
comprometido a leer el Círculo de Bellas Artes de Madrid, una parte
del El Quijote y quería que le acompañase. Creo que en realidad
quería "presumir" ante mí de la utilidad de este día del
libro.
En fin, que por no desairarle, acepté la "sugerencia" y más cuando
me dijo que a la vuelta de la lectura, pasaríamos por su posada a
comer un buen cordero. Esto me pareció interesantísimo porque así,
de paso, podría volver a ver algunos de los lugares del libro Viaje
a la Alcarria de Camilo José Cela y comprobar, de este modo, cuánto
cambian las cosas y personas con el paso de los años e incluso me
podría servir de fuente de inspiración.
Así que le recogí en su pueblo alcarreño y durante el trayecto a
la capital le expliqué los motivos que justificaban mi escéptica
aceptación. Le dije a mi muy querido amigo que lo de la lectura
anual de El Quijote, durante 24 horas seguidas, me parece una
memez, a lo que mi eficaz hostelero contestó, de forma contundente,
que de memez nada y que le parecía una excelente idea que servía
para promocionar la lectura.
- Mira -le dije- dudo mucho de que esta iniciativa sirva de algo
en el asunto de fomentar la lectura y, además, se ha convertido en
un acto rutinario que lo único para lo que sirve es para
promocionar a ciertas personas y al ministro del ramo de
turno.
- Cómo eres -contestó- siempre tan mal pensado y sin querer
reconocer cuando las cosas se hacen con buena intención.
- No dudo de la buena intención, sino de los resultados. -
respondí, y ahí acabó, por el momento, nuestra discusión, por otra
parte, ciertamente estéril dadas nuestras antagónicas
posturas.
Llegados a Madrid, le acompañé al Círculo donde, finalmente, y
como era de esperar, no le dejaron leer su ansiada parte de El
Quijote, al parecer, por un problema de horarios. Disgusto
monumental y enfado por todo lo alto. No quise hacer comentario
alguno por no meter el dedo en la llaga. Así que, en completo
silencio, regresamos a su pueblo.
Ya instalados en su posada, y sentados ante un buen cordero,
acompañado por un excelente vino, retomamos la conversación sobre
los hábitos de lectura de los españoles. Le dije que no era un
problema de leer un día El Quijote en presencia de alguien
importante, sino de una cuestión que hay que abordar desde la más
tierna infancia. Y le puse un ejemplo que le pareció acertado,
según reconoció, aunque seguro que a su pesar.
- Lo que ocurre en tu pueblo es la mejor prueba de lo que digo. Se
le nombra con profusión en los dos libros de viajes a la Alcarria,
de Camilo José Cela, y reconocerás que, en los años que llevamos de
amigos, no hemos visto ni una sola iniciativa del Ayuntamiento por
hacer algo relacionado con ello. ¿Por qué no organizan una lectura,
el día de Sant Jordi, de uno de esos dos libros en vez de ir a
Madrid a leer El Quijote?
- Pues no lo sé, pero no sería una mala idea.
- Por cierto ¿qué te parece el cordero? - me preguntó.
- De rechupete, como dijera, precisamente, Don Camilo. ¿Y sabes
-proseguí- si a tus nietos les han hablado en el colegio de los
famosos textos de Cela?
- No me consta, no te lo puedo asegurar.
- Ves. No todo se resuelve con lecturas de El Quijote, que además
se han convertido ya, digas lo que digas, en actos sin sentido, por
lo rutinarios. Eso estuvo bien la primera vez, ahora es un algo
irrelevante.
Continuamos comiendo nuestro estupendo cordero con una ensalada
para disimular y con una segunda botella de rioja para dar por
terminado el ágape. Pero, quizá alentado por los efluvios postreros
de un buen orujo, me quedé con la idea de escribir algo sobre el
día de Sant Jordi o del libro y su inutilidad. Y en ello
estoy.
Cuando llegué a Peñíscola, donde vivo hace muchos años en una casa
desde la que veo claramente el castillo fantasmagórico del Papa
Luna, estaba decepcionado: viaje casi inútil, salvo por el
encuentro con un querido amigo, confirmación de que el hábito de la
lectura en España va mal y presentimiento de que peor va a ir, como
no actuemos con más imaginación.
Pero no parece que sea precisamente imaginación lo que sobra.
Estando en la capital del reino con mi amigo, vimos una cadena
humana que rodeaba la Biblioteca Nacional aunque, en ese momento,
no le prestamos más atención. Después me enteré por la prensa de
que era una protesta. Parece que ahora, pretenden (im)poner una
tasa por el préstamo de libros en las bibliotecas públicas
basándose en una iniciativa de la Unión Europea y con el aplauso
insensato de la Sociedad General de Autores (SGAE). Inmensa
voracidad la de esta gente, pensé, y, acto seguido, tiré de datos
para ver cuál es la situación de la lectura en España y también la
de las bibliotecas de titularidad pública. Es mucho peor de lo que
creía. Veamos:
Según datos que se pueden consultar con gran facilidad en
Internet, resulta que en la Unión Europea había por término medio,
en 1998, 2,1 libros en establecimientos públicos por cada
habitante. En nuestra querida España en el año 2000, es decir en
fecha más reciente, sólo UNO.
Pero no acaba aquí el drama. Préstamos: En la UE (1998) 4,93
libros por habitante y año. España: 0,77 libros por habitante y
año. Es decir, NO LLEGA A UN LIBRO. El dato español también se
refiere al año 2000.
Vamos con las inversiones. La Unión Europea se gastó, en la
biblioteca pública en el año 1998, una media por habitante de
13,35euros. En España la inversión por ese concepto, en el 2000,
fue de 3,64 euros, repito 3,64 euros.
Y para no abrumar más a mis lectores (dudo que vistos estos datos
los tenga) en Dinamarca en 1996 se compró -siempre para las
bibliotecas públicas- un libro por cada dos ciudadanos y en
Finlandia uno para cada tres. En España uno para cada 20
ciudadanos.
Y ahora, vienen estos listos de la SGAE a intentar cobrar
un canon por el préstamo de libros, ¿pero que préstamos?
Es cierto que existe una directiva europea (19 de noviembre de
1992) sobre los derechos de préstamo y alquiler de libros, en
relación con los derechos de autor. Pero, no es menos cierto, que
la citada norma no es de aplicación obligatoria. La mayoría de
países eximen a determinadas instituciones de pagos extravagantes.
En fin, aquí, lo que se pretende una vez más, es sacar dinero de
los pobres incautos que se acercan a la biblioteca a por un
libro.
Entre los bibliotecarios y los escasos usuarios existe una alarma
generalizada por este nuevo intento de expolio que afectará,
precisamente, a aquellos cuya economía es más débil, como son los
escolares, estudiantes en general y jubilados, que no pueden
comprarse todos los libros que, o bien necesitan para mejorar y
ampliar sus estudios, o bien simplemente les apetece leer.
¿Que ocurrirá cuando un profesor encargue a un escolar la lectura
de determinados libros al año? ¿Habrá que pasar por taquilla, habrá
que comprar el libro o los libros? ¿Podrán las familias soportar
ese gasto? Ya veremos
Lo que es inaudito es que, la SGAE pretenda proteger, algo
en si mismo loable, como son los derechos de propiedad intelectual,
a costa de los ciudadanos. Las bibliotecas públicas son financiadas
por todos los contribuyentes, crean puestos de trabajo y
contribuyen a mejorar el escaso hábito de lectura del español
medio. ¡Ya está bien de saquearnos!
Comentario de los lectores:
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