Aleixandre en ruinas
Estoy a
favor de que se celebren de la mejor forma posible los
cuatrocientos años de la publicación de "El Quijote", aunque a
veces se caiga en la rutina, pero, en fin, creo que la intención es
buena y esto, puede bastar, para no ser demasiado
severos en el juicio sobre tanto festejo inútil.
Lo que no entiendo es que la celebración de ese acontecimiento
oculte otras cosas igualmente importantes y me explico: hace unos
días me he quedado consternado ante la noticia de que la casa en
Madrid del poeta Vicente Aleixandre (por cierto
premio Nóbel) está poco menos que a punto de desmoronarse y que
parece que nadie quiere hacerse cargo de ella.
Un grupo de escritores y poetas han instado a las autoridades a
que solucionen esta situación aberrante y que la casa se convierta
en la sede de una fundación sobre Aleixandre y sobre la literatura
y la poesía de su época en particular. La familia del poeta está de
acuerdo y pide unos dos millones de euros por la vieja
mansión.
Lo que pasa con la casa de Aleixandre no es
nuevo. Recuerdo algo similar con la de Federico García Lorca en Granada,
por no hablar del trato inadmisible que recibió mi amigo Gabriel
Celaya que casi le condujo a la indigencia.
Da la
impresión de que en este país en lo que se refiere a la cultura
todo se queda en grandes gestos y aspavientos, magnas celebraciones
puntuales y exageradas, pero que carecemos de una política definida
sobre lo que debe ser la protección de la cultura en todos sus
ámbitos. Y no sólo me refiero a la literatura. Basta oír a los
directores y actores de cine y teatro, la escasez en la que
sobreviven las orquestas españolas, la penuria de muchos conjuntos
de danza y las polémicas, muchas veces ocasionada por los
políticos, en los museos.
En definitiva parece que lo que se quiere es un gran gesto que de
rentabilidad electoral en un momento determinado y luego nada más.
Sólo interesa lo que da publicidad y fama. Un caso palpable, sin ir
más lejos, lo tenemos en esta página literaria que subsiste sin una
sola ayuda pública y con el constante peligro de verse abocada al
cierre y la desaparición.
Todo se hace de cara a la galería, de escaparate que sea rentable.
Claro, luego nos extrañamos de que España continúe en el pelotón de
los torpes en cuanto al índice de lectura ciudadana. ¡Pero hombre
si es que no puede ser de otra forma! ¿Alguien en su sano juicio
puede creerse que en este país existe una política serie de fomento
de la lectura?
Personalmente, en lo que a mí se refiere, me produce especial
tristeza la actitud de los partidos de izquierda en esta cuestión. Se les llena la boca de política cultural
pero, a la hora de la verdad, se queda todo en gestos inútiles la
mayor parte de las ocasiones.
Tendrían que ser más consecuentes y no creer que todo se arregla
con gastar millones de euros en una celebración o en una subvención
concreta, sino en distribuir ese mismo dinero de una forma más
racional de forma que la cultura, o mejor, el interés por ella,
llegue allí a donde es más complicado.
Que salgan por TV todo tipo de personas, conocidas o no, leyendo
unas líneas de El Quijote dudo mucho que tenga la más mínima
eficacia. Sembrar en las escuelas la afición por conocer esa obra
es a la larga mucho más rentable. Ayudar a los que se esfuerzan
para que no muera también.
Comentario de los lectores:
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