Alabanza del cine
Un apunte. Me encontraba en la Plaza de la Quintana
cuando dos agentes se me acercaron y me pidieron el carné.
- No lo llevo -dije.
- ¿De dónde eres? -me preguntaron.
Aquel policía lo pilló al instante, pero el cine español, con
demasiada frecuencia, no lo entiende.
Y enlázalo con este otro. Una noruega con la que compartí piso,
cuando llevaba dos semanas entre nosotros, me dijo:
- Pero si todas las voces suenan iguales. Son una y otra vez las
mismas.
Dicen que John Malkovich perdió el Oscar por "Las amistades
peligrosas" porque su acento era de Nueva York. Pero aquí, que
seguimos la norma del acento vallisoletano, sólo en los últimos
años hemos asistido a intentos de reflejar una diversidad de
nuestro paisaje, aunque es común que las estrellas posean uno y a
los actores contratados en la región se les escuche en otro.
No sólo viajamos a otros países cuando vemos una película y
contemplamos unos rostros diferentes. Sus voces y expresiones son
tan indivisibles como el alma y el cuerpo.
Y recuerdo a los lectores que, igual que los creyentes acuden los
domingos para escuchar al párroco, así mimos deberíamos hacer
nosotros. Ellos nos recuerdan que no debemos ver cine en nuestros
hogares. Es necesario que salgamos, que abandonemos nuestra
seguridad y nos acerquemos hasta una pantalla para compartir su
proyección con un grupo de desconocidos.
Porque en nuestros hogares, donde vivimos nuestras alegrías y
tristezas, nos conocemos los rincones. Los hemos bajado del atril,
pero el cine sigue hablando la misma lengua.
Comentario de los lectores:
- Alabanza del cine