Amélie Nothomb nos presentó Barba Azul
El proceso alquímico de Amélie Nothomb
Con la copa de champán en la mano, como a ella le gusta recibir a la prensa, nos deleita con su presencia un año más y con obra nueva bajo el brazo. En esta ocasión Amélie Nothomb saca a la luz un cuento de hadas que no lo es tanto, y le da una vuelta de tuerca que, sin querer adelantar el final del mismo, confesaré que deja el papel de la mujer en mejor lugar que lo hacía su versión original a manos del francés Charles Perrault.
Amélie Nothomb no es una autora de paso, y para muestra sirva la consabida publicación anual, amén de los cuatro escritos reales que confiesa escribir cada doce meses.
La presentación corre a cargo de Jorge Herralde, fundador y director de la editorial Anagrama, responsable de la edición de "Barba Azul", que bromea (Herralde, claro está) aludiendo a la presencia del cava -que no champán- sobre la mesa, y nos hace una breve introducción sobre esta nueva entrega de la autora en la que se entremezcla humor con horror, y en donde el enlace inesperado no ensombrece la alta calidad de sus diálogos.
"Mi madre me leía los cuentos de hadas desde muy pequeña, y Barba Azul era mi preferido, porque daba miedo, y porque se basaba en un secreto".
Pero cuando retomó su lectura, ya de adolescente, encontró que esa versión era escandalosa, y que a pesar de seguir siendo su obra preferida encontró que los hombres de la obra eran abiertos y en nada tenían que ver con el carácter de las mujeres, que parecían idiotas. No tuvo más remedio que darle razón a Barba Azul, pues de ser sus mujeres quienes hubieran reaccionado como lo hicieron las del rey, ella también las hubiera matado.
Barba Azul tiene razón, pero lo ideal para él sería repudiar a sus mujeres, más que optar por la pena capital, asevera la autora, ya consciente de su madurez como tal.
Su intención no es suavizar la historia que se cuenta, como suelen hacer al versionar a algunos personajes terroríficos en la actualidad y todos esos vampiros dulces y amables, sino encontrar una versión fiel pero más justa con los personajes.
Así, dejando de lado la figura de Enrique VIII, un personaje vulgar y monstruoso en la que se inspiró el autor de este cuento, la novelista utilizará la figura de un caballero español para encontrar el contrapunto perfecto; y a su lado, una mujer potente que le pueda plantar cara, de nacionalidad belga, un superego de la autora según ella misma confiesa.
Sin ser una especialista ni de España ni de Cataluña, y siendo el Quijote su novela preferida, cree que el protagonista de esa novela es un personaje que representa al héroe, absolutamente necesario para la humanidad, porque llega hasta el final de sus actos. Asevera que al haber sido Bélgica parte de lo que significó este país como colonia bajo el temible mandato del Duque de Alba, que para muchos belgas significa que al mismo tiempo que se sienten en deuda con España, es mucho el rencor hacia esa colonización española, por la crueldad con la que oprimió a su pueblo.
Algo que suelen hacer los autores francófonos es elegir a un autor español para que de vida a personajes fuertes y/o héroes, como ya hizo en su día Victor Hugo.
El contexto geográfico también lo tuvo claro: la acción tenía que transcurrir en Francia, pero no siendo éste el país de origen de ninguno de los protagonistas, dado que ambos beben champán, y esta bebida es la causa principal del enamoramiento de la protagonista, como se traduce una vez avanzamos en la lectura de la obra.
Amélie Nothomb se ríe en más ocasiones que la presentación que tuvo lugar tras su anterior publicación, hace un año, y se muestra menos distante, sobre todo cuando se toca el tema del champán, algo que parece proyectar a la escritora hacia el pensamiento metafísico, que también inunda la obra, como ella misma aclara.
El nombre de la protagonista -Saturnina- está relacionado con el plomo, y al igual que lo hace en el proceso alquímico, ella se transforma en oro en su última frase.
Se confiesa una apasionada de la simbología y de lo que la alquimia representa, y entiende que la humanidad representa al plomo que se ha de convertir finalmente en la materia absoluta, alabando la figura alquimista de Llull, a quien considera sublime en esa faceta, y revela cómo fue a través de la obra de Dalí que llegó a descubrirle.
Ella misma nos revela cómo ha hecho de sí misma un proyecto alquimista, y asegura que terminará convirtiéndose en oro si bebe el suficiente champán.
Desenmascara uno de los secretos de sus poderosos diálogos, el método empírico y la construcción de los mismos por medio del ejercicio de réplica del cuatro por cuatro: si no hay un mínimo de cuatro réplicas no es un diálogo sino un simple cotilleo; y si son más nos alejamos de la realidad, convirtiéndose en un partida de ajedrez.
Hay que escribir rápido y desarrollar la memoria, y esta receta es infalible, según manifiesta. "¡Y no bebo champán mientras lo hago!, pues sería incapaz de escribir", se sincera finalmente.
Es evidente que ha mejorado, evolucionado, tanto en el modo escrito como en el personal, y no sé si a razón del champán, de la mutación natural personal o de la alquímica, y no dudo que el próximo año y una nueva obra no nos dejará indiferentes a ninguno de sus lectores.
Y antes de levantarse nos deja con un halo de temas trascendentales y se pronuncia sobre el derecho de no publicar los manuscritos que no han sido editados.
"Si fallezco, no quiero que mis obras sean destruidas".
Pero sí los protegerá como los hijos que considera son, y durante al menos cincuenta años se mantendrán a salvo de ojos ajenos, como ya ha dejado constancia en su testamento.
Comentario de los lectores:
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