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pio xii, la escolta mora y un general sin un ojo

Ficha realizada por: Joseph B Macgregor

Título: pio xii, la escolta mora y un general sin un ojo
Título Original: (pío xii, la escolta mora y un general sin un ojo, 1985)
Autor: Francisco Umbral
Editorial: Planeta


Copyright: © Francisco Umbral, 1985
© Editorial Planeta, S.A., 2007 ISBN: 978-84-08-07577-6
Etiquetas:

Argumento:

Finalista del Premio Planeta 1985

Definidas por el propio Francesillo, protagonista y narrador de la historia, como las Memorias de un púber de provincias, en ellas nos cuenta su acontecer cotidiano en el Valladolid de posguerra, durante la dictadura del Cesar Visionario. Así este joven vallisoletano de familia republicana, alterna un aburrido trabajo en el banco, con la lectura de autores (prohibidos) del 27 o la Divina Comedia de Dante y con la redacción de diarios íntimos, poesías o cartas de amor no enviadas a la actriz Hedy Lamarr. Ejerce además labores de monaguillo en la parroquia de San Miguel y colabora con sus primeros escritos en el Diario Pinciano, publicación periódica en la que también participan lo más granado de la "élite cultural" vallisoletana.

También vive una relación relativamente sentimental con una medionovia, Teresita Rodríguez, hija del jefe provincial del Movimiento, con la que pasea de la mano por el Frondor, el parque más frecuentado del lugar y con la que improvisa alguno que otro juego erótico más o menos inocente. Alterna este "noviazgo" con frecuentes visitas a María de la Plata, su meretriz favorita. Pero nada comparable con los desahogos erótico-festivos del joven con su ángel de la guarda-hembra del noveno coro, con su ángel rubio-botánico o con las vírgenes necias de la Biblia.

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Opinión:

A través de estas memorias, Umbral hace una semblanza del Valladolid de los cincuenta, una pequeña provincia dominada por el ejército, la gente con dinero y la iglesia.

Aparecen en ellas los personajes más peculiares que forman parte de la memoria íntima y personal de Francesillo: sus amigos (Agustinito, Davidito, Loyola López o Pepe Zaratán), las chicas (Maripi Almenara, Teresita Rodríguez y Ana-Anita), los literatos y cronistas oficiales (Zequiel Zamora, Lucio Alfil y Culo Rosa), las dos viudas, dueñas del barrio (Doña Alfonsa la Millonaria y Doña María Sanmanuel Martinmorena), las meretrices oficiales (María de la Plata y Carmen La Galilea) y la no-oficial (María del Reposo); el bisabuelo don Martín Martínez, el escultor de imágenes religiosas Iván Mateo; el fotógrafo Cacho, el torero-mendigo Rufo el Barbas, Don Lezama, el hombre más rico del pueblo, Don Lince el organista, etc. Umbral nos describe su "Colmena" particular. Ignoro hasta qué punto las memorias de Francesillo se corresponden con las de propio autor, pero supongo que hay mucho de autobiográfico en este libro.

Lo que me parece más original es la total naturalidad con la que Pío XII (que aún no ha muerto), el arcángel san Gabriel, el trono Agustinito o Don "San Pedro de Arlanza" bajan de sus pedestales o directamente del cielo para conversar con algunos habitantes del lugar (por ejemplo, con Francesillo sobre el proceso de beatificación de Don Luis el coadjutor o la posterior conspiración en su contra; las relaciones sexuales de éste con arcángeles morenos o rubios). Para ello, Umbral emplea una suerte de "realismo mágico" de características muy peculiares, ya que los acontecimientos protagonizados por el joven con sus "santos" y "arcángeles" parecen responder sobre todo a un deseo de evasión por medio de la fantasía e imaginación, una forma como otra cualquiera de sobrevivir en un entorno represivo (en lo religioso y sexual) y angustioso (a nivel social o cultural); es decir que en este caso lo "mágico" tienen poco que ver con García Márquez.

Lo que ya no me gusta tanto es el tono amargo que trasmite en todo momento la narración. Tampoco conecto demasiado con el sentido del humor de Umbral ni con su evidente misoginia, presente en la mayor parte de los comentarios que dirige a las mujeres que aparecen en la novela. Algunos ejemplos: "La mujer asimila siempre vaginalmente"; "Aprendí pronto que la mujer, pasada la primera juventud, se resuelve en bruja o marquesa"; "Lo que cansa al hombre no es la eyaculación, sino la gimnasia. Hay que dejar la gimnasia para la mujer que es más flexible". De igual modo, son frecuentes las alusiones despectivas hacia los homosexuales ("el bujarroncente de Platón", "A mí no me venga con mariconerías, señor Don Lince"; "Y encima, maricón, ahora sí que me lo cargo").

Todo esto se complementa además en una profunda misantropía, un evidente pesimismo hacia el ser humano en general. No existe ni un sólo personaje en la novela positivo o que le parezca a Francesillo / Umbral ética o moralmente salvable.

Estas memorias resultan ser por tanto un reflejo de un microcosmos provinciano de posguerra, cuyo lema para sobrevivir era: ni oír ni ver; sólo callar y en donde la imaginación o la fantasía parecían el único modo de salvación posible contra el miedo o la represión. Este aspecto es el que más me interesa de esta novela, cuya lectura he vivido con desigual interés o pasión.

Joseph B Macgregor

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