la abuela lola

Opinión:

Dice la abuela Lola que el cambio es la única constante de la vida. Y el día a día le va dando la razón. Por eso, después de sufrir un ictus y estar unos días en coma, le da un giro a su existencia, tiñéndose el pelo del mismo tono rojo que la gelatina de fresa y retomando las viejas costumbres que tuvo que abandonar después de sufrir un incendio tras la muerte de su marido: cocinar y llenar la casa de velas. Sus cambios no pasarán desapercibidos para Sebastián quien, aunque al principio aborrecerá el nuevo color de pelo de su abuela, sin embargo, acabará amando la cocina mucho más que la propia Lola.

Gloria, la hija de Lola y madre de Sebastián, tiene una filosofía de vida totalmente opuesta a la de su madre: lo mejor es esperar a que las cosas ocurran, no precipitarse, no forzar lo que tenga que pasar. Pero, lo quiera o no, la vida es eso que va pasando mientras tú te empeñas en seguir sentada esperando, así que los cambios en las costumbres de Lola acabarán afectándola.

Y es que es difícil resistirse a las comidas que prepara la abuela Lola. Unas comidas tan nutritivas como sabrosas que conseguirán que Sebastián gane el peso que necesita para una nueva operación; que Gabi, la hija pequeña de Lola, encuentre el amor; que la familia (o al menos parte de ella) vuelva a reunirse de nuevo; que los vecinos de la urbanización en la que vive la abuela olviden su comida para ancianos y prefieran participar de los banquetes que prepara Lola; que la luz de las velas sustituya a la luz artificial o que la familia vuelva a conectar con sus raíces.

La abuela Lola  nos habla de las pequeñas cosas del día a día, esos factores que, al final, constituyen los grandes ingredientes de la vida: la familia, la amistad, el amor, la resolución de conflictos, la valentía para afrontar las situaciones adversas, el arrojo para ponerse al frente de la propia existencia… Y, por supuesto, la comida y las buenas historias, dos fenómenos catárticos capaces de curar todas las heridas.

Cecilia Samartin  nos ofrece una historia entrañable, tejida a través de los pequeños sucesos diarios de los miembros de una gran familia con problemas, pero con dos protagonistas fundamentales: Sebastián y la abuela Lola. Ellos dos irán remendando los rotos que un día separaron a sus hijos, tíos y primos gracias a la cocina y a la conversación. La autora consigue dos grandes personajes, llenos de matices y enseñanzas, capaces de transmitir la ilusión por vivir, a pesar de las dificultades.

Con un lenguaje sencillo pero lleno de reflexiones sobre la manera de comportarnos y la forma de vivir nuestra vida, la autora nos regala una novela entrañable que guarda para el final, como en los mejores banquetes, su gran sorpresa: las recetas que la abuela Lola y Sebastián van cocinando a lo largo del libro. Una buena manera de empezar a aplicar las enseñanzas de la sabia Lola a nuestro día a día. 
  
Lidia Casado