Anika entre libros

Claraboya

Ficha realizada por: Mar Gázquez
Claraboya

Título: Claraboya
Título Original: (Claraboia, 2011)
Autor: José Saramago
Editorial: Alfaguara
Colección: Biblioteca Saramago


Copyright:

© José Saramago, 2011
© Santillana Ediciones Generales, S.L., 2009

Traducción: Pilar del Río
Edición: 1ª Edición, Marzo 2012
ISBN: 9788420411095
Tapa: Blanda
Etiquetas: contemporánea literatura portuguesa portugueses Lisboa siglo XX discriminación sexual violencia de género novela de personajes relaciones sociales
Nº de páginas: 424

Argumento:


Amanece en Lisboa. En una mañana de mediados del siglo XX, la mirada del novelista se asoma a la ventana de un vecindario. Se anuncia un día no muy diferente de los demás: el zapatero Silvestre, que abre su taller; Adriana, que parte hacia el trabajo mientras en su casa tres mujeres inician otra jornada de costura; Justina, que tiene ante sí un largo día jalonado por las disputas con su brutal marido; la mantenida Lidia; y la española Carmen, sumida en nostalgias...

Discretamente, la mirada del novelista va descendiendo y, de repente, deja de ser simple testigo para ver con los ojos de cada uno de los personajes. Capítulo a capítulo, salta de casa en casa, de personaje en personaje, abriéndonos un mundo gobernado por la necesidad, las grandes frustraciones, las pequeñas ilusiones, la nostalgia de tiempos que ni siquiera fueron mejores. Todo cubierto por el silencio tedioso de la dictadura, la música de Beethoven y una pregunta de Pessoa: «¿Deberemos ser todos casados, fútiles, tributables?».

(argumento editorial)

 

Opinión:


Que José Saramago es un genio y un referente de las letras, a estas alturas nadie lo pone en duda. Pero el escritor no nació con el Nobel debajo del brazo y sus comienzos fueron tan difíciles como comunes a los de la mayoría de los escritores. Su primer libro, Tierra de pecado, publicado en 1947, no alcanzó reconocimiento alguno y pasó prácticamente desapercibido. El segundo ni tan siquiera recibió una respuesta por parte de la editorial, ni se dignaron a contestarle aunque fuera para decirle que su novela no interesaba. Tal vez la culpa de que este grande de las letras se sumiera en un letargo creativo durante los siguientes veinte años la tuviera precisamente esa editorial que no gastó en saliva para con su segunda novela. Ese "libro perdido y hallado en el tiempo", como se conocía en el ámbito familiar de Saramago, no es otro que Claraboya.
 
"Obrigado, ahora no".

Cuando en 1999 la editorial se puso en contacto con Saramago para proponerle la publicación de Claraboya, el manuscrito que les fuera entregado por un joven Saramago cuarenta años atrás y que acababan de encontrar en los avatares de una mudanza, con esas escuetas palabras zanjó Saramago el asunto. Recuperó el manuscrito y pese a la insistencia de familiares y amigos, se opuso tajantemente a su publicación, al menos mientras estuviera vivo. Esta es, en resumidas cuentas, la historia de Claraboya, contada con más detalle en el prólogo del libro a manos de Pilar del Río, traductora y Presidenta de la Fundación José Saramago.
 
Partiendo de la base de que me cuesta ser objetiva tratándose de Saramago, por quien profeso una enorme admiración, Claraboya no es, sin embargo, el mejor libro del escritor, contando, pese a todo, con muchas de las obsesiones que luego serían sabiamente desarrolladas en las obras posteriores del escritor. No en vano las palabras ceguera y lucidez salpican varias veces las páginas del libro. 
 
Claraboya es ante todo una novela de personajes, algo lógico tratándose de la historia de los vecinos de un edificio, pero no lo es por la cantidad (no llegan a la veintena) como sucedía por ejemplo en La colmena de Camilo José Cela, un enjambre donde desfilaban multitud de personajes; sino porque no hay una historia al uso con principio, nudo y desenlace que se alce sobre las demás. Claraboya son trazos, pinceladas y momentos concretos de las vidas de sus protagonistas. Resulta curioso que estos dos grandes de las letras, ambos ganadores del premio más prestigioso de la literatura universal, se interesaran por una historia vecinal, una historia de personajes comunes enmarcada en los muros de un edifico. 
 
Claraboya se sitúa en la sombría y gris Lisboa de mediados del siglo XX, y en ella se tratan temas comunes e intemporales como el amor, el trabajo, las penurias económicas, el miedo, la angustia, la nostalgia, el maltrato, la sumisión de la mujer al hombre, las relaciones de pareja, el sexo y hasta la prostitución. Todos estos temas conforman sin embargo una historia sencilla aunque no exenta de sorpresas. Una de ellas, a mi entender la más arriesgada de la novela, es el lesbianismo. El escritor aprovecha una novela de Diderot, La religiosa, que lee casi a escondidas Isaura, uno de los personajes del libro, para abordar las relaciones lésbicas, sentidas con angustia y temor por parte de la protagonista (no hay que olvidar la época en la que se escribió el libro) y tocadas con naturalidad y comprensión por parte del narrador. Como acertadamente apunta en el prólogo Pilar del Río, pudiera haber sido este tema uno de los factores determinantes para que la editorial no se decidiera a publicar el libro, un tema demasiado transgresor para la Lisboa de la época. Particularmente emotivo me ha resultado el personaje de Justina, una mujer triste que siente una abierta repugnancia por su marido, un hombre infiel y maltratador. La habilidad de Saramago para retratar los puntos de vista de ambos personajes es apabullante, y desde el punto de vista narrativo, Justina me parece uno de los puntos más fuertes de la novela. 
 
Claraboya mantiene una línea tranquila, coherente y amena desde el principio hasta el final donde no hay una trama que tire especialmente de las demás, todas cobran igual protagonismo pese a que el lector se sienta más identificado con unas que con otras. Lo que hace de Claraboya una novela especial no es la trama, es el magnífico retrato psicológico que Saramago hace de los personajes, es esa facilidad que tiene el escritor para bucear en lo más profundo de la naturaleza humana con igual maestría tratándose de hombres o mujeres, con las palabras justas, haciendo que los personajes se sientan reales, provistos de tal veracidad que nada chirría en ellos.
 
Hay algo que sí diferencia Claraboya del resto de la obra más conocida de Saramago y es que está escrita siguiendo el esquema gramatical clásico, con el uso de los guiones en los diálogos y con los signos de puntuación convencionales, lo que será probablemente del agrado de los detractores del que sería en un futuro el sello personal y diferenciador del portugués.
 
Si hay una figura recurrente en la vida personal de José Saramago, ese es sin duda, su abuelo Jerónimo, "el hombre más sabio del mundo que no sabía ni leer ni escribir", como dijo el escritor en el discurso de aceptación del premio Nobel, y a quien está dedicada Claraboya. Teniendo estos datos presentes, el lector no podrá eludir la comparación entre su abuelo y el personaje de Silvestre, un zapatero tan humilde como sabio, con el que empieza y termina la novela, recibiendo así el honor de resaltar por encima del resto de los personajes. Cuando Silvestre conoce a Abel, un joven que entra a vivir en su casa como inquilino, el zapatero humilde da paso al hombre sabio y ambos se enfrascan en profundas conversaciones en las que es fácil identificar la perspectiva más crítica del escritor, y entonces, donde al lector le parece reconocer en la figura de Silvestre al abuelo del escritor, en la figura de Abel le parecerá estar oyendo a un joven Saramago que ya sentía una madura preocupación por temas que más adelante serían objeto de acertadísimos análisis en su obra literaria y que lo encumbrarían como una de las figuras clave de la literatura universal. 
  
María del Mar Gázquez

 

 

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