la esquina

Opinión:

Afortunadamente, no todo en televisión son “Sálvames” y programas de este tipo sino que hay un oasis llamado “series” en el cual cambia el modo de ver la tele.
 
Una de las series que más enganchada me tiene es “The Wire” y la otra es “Treme”.  Pues bien, a quien le encante la primera serie también le fascinará “La esquina” y no porque uno de sus autores sea el propio creador de la serie, sino porque es una novela magnífica que va a hacer las delicias tanto de los aficionados al género negro como del lector en general (como ha sido mi caso).
 
“La esquina” no es la primera novela de David Simons, con anterioridad ya había publicado “Homicidio”. Esta primera obra no he tenido ocasión de leerla pero seguro que es tan buena como esta segunda. Hay que ver lo bien escrita que está. Pese a ser una novela del siglo XXI no es arriesgado ni exagerado encuadrarla y relacionarla con las mejores novelas del género.
 
La historia que nos narra logra enganchar desde el primer momento. El estilo narrativo de David Simon y de Burns tiene mucho ritmo, hay muchísima acción en la novela, lo que hace que se lea deprisa y no parezcan eternas esas 688 páginas (y eso que los capítulos son largos). Una acción que no se limita a tiros y drogas sino que también tienen cabida en ella las relaciones humanas, los sentimientos, y son estas partes las que emocionan y te estremecen. He encontrado en ella una fortísima crítica social. Por ejemplo a la sociedad de los barrios más marginales de Baltimore que tienen en la droga casi el único recurso para poder subsistir y, aunque jamás puede defenderse la droga y su tráfico, llegas a entender un poco el por qué la gente trafica, y es porque tienen muy pocas posibilidades de dedicarse a otra cosa.
 
Por ello, “La esquina” es también un magnífico retrato de la clase baja norteamericana. Aunque sucede en Baltimore, es perfectamente extensible a cualquier otra gran ciudad estadounidense como Nueva York o Los Ángeles.
 
Estamos hablando de droga y del tráfico de la misma. La novela es un relato duro, así que es lógico entender que su lenguaje también lo sea. Aquí no vamos a encontrarnos con un lenguaje refinado sino bastante duro, el lenguaje propio de la calle, de los barrios marginales. Ello la hace aún más cercana y contribuye a ver más objetiva esa crítica social que hace. Y en medio de toda esta dureza y de estas duras condiciones de vida, está la familia McCullough (la protagonista) que es como una especie de oasis de esperanza porque tratan y luchan por salir de esa situación. Y eso a pesar de que es una familia que ha sentido en sus propias carnes la dureza de la droga. 
 
Se nota que los autores han querido verter en esta familia un mensaje: que hay esperanza, y que si se mantiene la lucha se puede lograr todo. La forma en la que están tratados estos personajes me ha gustado, el lector se encariña con ellos por esa renuncia a tirar la toalla. Son personajes de los que se puede extraer un mensaje positivo. Aunque, y así lo expresan los propios autores, esta novela no pretende ser un alegato en contra del consumo de drogas, más bien es una fuerte, fortísima crítica, a la incapacidad que las autoridades tienen para frenar su tráfico.
 
No me gustan las novelas policíacas que se limitan a ser una mera persecución de polis y ladrones. Me gustan las que, como sucede con las de Henning Mankel, se atreven a hacer una intensa crítica social.
 
Y lo más impactante de todo es que los hechos que narran son reales. Como dice en el Dossier que acompañaba a la novela, ambos autores estuvieron haciendo un trabajo de campo por las calles de Baltimore en 1992. Fruto del mismo fue esta novela que se convirtió también en una mini serie de televisión.
 
Por todo ello, esta novela es de lo más recomendable. Además, tiene un final de esos que impactan y te dejan con la boca abierta. Extraordinaria. 
 
Ysabel M.