Niños feroces

Opinión:

El título advierte al lector antes de abrir sus páginas que esta novela es algo más que el relato de un joven divisionario en la estepa rusa. Aborda un tema más complejo y común, sustancial a todo conflicto armado: las víctimas son siempre los jóvenes, los hombres recién llegados a la madurez o aún en su pubertad, que sufren las decisiones que otros toman, ajenos a su responsabilidad y a las víctimas que provocan.

La novela cuenta con tres narradores, tres generaciones de españoles: García Vallejo, el profesor de literatura y el joven escritor. Tres edades, tres visiones, tres experiencias.

Cada uno aporta un grado distinto de compromiso con el relato. El anciano divisionario revela el fanatismo y la ceguera con que emprendió una lucha que creía justa y necesaria. El profesor confiere al texto un enfoque más escéptico, consagrado a descubrir la verdad, de los hechos y sus consecuencias. Lázaro, el novelista novato evoluciona desde el asombro inicial a la comprensión de las heridas interiores que toda guerra deja en quien la sufre.

Estas tres visiones distintas conducen a una misma conclusión: Sobrevivan a o no, la guerra convierte a sus combatientes en niños feroces.

Lorenzo Silva emplea, como en él es habitual, un estilo sobrio, sencillo, de lectura ágil y rápida. Sus reflexiones son siempre comprensibles y fáciles de asumir por el lector. En este caso, acompaña el relato de datos históricos y de la explicación de algunos episodios bélicos para contextualizar sus personajes.

García Vallejo es un protagonista inventado, un nombre de ficción que sirve no sólo para encarnar el espíritu y la lucha de los miles de españoles que compartieron su ideario, sino también para comprender el escepticismo que anidó en las mentes y en los corazones de muchos de ellos tras sus años de guerra. El personaje principal oscila en esa evolución personal desde la entrega plena en el inicio de su aventura hasta la más descreída de las actitudes al final de su vida. Nunca dejó de ser un niño vulnerable al que la guerra le convirtió en un niño feroz, desconfiado e incrédulo. Su alma nunca regresó de la trinchera.

Javier Juárez