El último cuaderno

Opinión:

A la hora de comentar esta obra, parece inevitable hallar una relación entre ella y los primeros diarios de Saramago, los Cuadernos de Lanzarote. Y me parece importante recalcar que Saramago escribió tanto éstos como El cuaderno y "El último cuaderno" consciente de que, lejos de tratarse sólo de instrumentos personales e íntimos, iban destinados al público. Él sabía que cuanto en ellos quedase escrito alcanzaría la misma difusión que cualquiera de sus obras de ficción. De ahí su valor no sólo literario sino también testimonial.

Ahora bien, mientras aquéllos constituían un diario que relataba los aconteceres, de mayor o menor relevancia, en la vida de un escritor de prestigio internacional, éste se centra sobre todo en los grandes problemas de la humanidad, en las cuestiones que siempre preocuparon a Saramago. Y, desde luego, es indudable que "El último cuaderno" contiene una mayor carga emotiva. El Saramago  bloguero -tal como le definen en sus introducciones su esposa Pilar del Río y el gran Umberto Eco- es más visceral que el sosegado y reflexivo de los primeros diarios. La inmediatez de la última noticia que ofrecen la televisión o la prensa le obliga a teclear, a veces con furia indisimulada, para hacer lo que siempre hizo: poner a cada uno en su sitio; llamar a las cosas por un nombre comprensible para todos, también y especialmente para los desfavorecidos; descreer de tanta cruzada sangrienta alentada por cualquiera de las religiones, origen de buena parte de los mayores conflictos de la historia.

Más diáfana que nunca ondea aquí su bandera del retorno a la Filosofía, en vista del estrepitoso fracaso de la modernidad a ultranza. Proclama Saramago una vez más el hombre nuevo y predica su revolución cultural, que va necesariamente mucho más allá de lo que entendemos por cultura. Todo ello con una simple finalidad: la Paz. Tal es su aspiración; ésa es su visión ideal de la humanidad.

Estamos ante el último Saramago. El más desencantado pero también el más combativo. El que hubiera debido vivir por siempre para cantarnos las verdades, porque le necesitamos. Les confieso que me resultó difícil terminar de leer esta obra, porque "El último cuaderno", que, como hemos dicho, responde a su actividad en el blog, se apaga poco a poco como también lo hicieron sus fuerzas, hasta que bruscamente se extingue con un post de sólo dos palabras, el último quejido público de un hombre inquieto, que agradece a un colega la gesta que él no pudo realizar, porque se moría. 
 
José Antonio Carbonell Pla